Una división demasiado cruda

Una división demasiado cruda

Fragmento de Religión sin Dios*

14 Febrero 2016

Por Ronald Dworkin

La división rígida familiar entre personas con religión y sin religión es demasiado cruda. Muchos millones de personas que se cuentan a sí mismos como ateos, tienen convicciones y experiencias muy parecidas y tan profundas como las de los creyentes que se cuentan como religiosas. Dicen que a pesar de que no creen en un Dios “personal”, sin embargo creen en una “fuerza” en el universo “más grande que nosotros.” Sienten una responsabilidad ineludible para vivir bien la vida, con el debido respeto a la vida de los demás, que se enorgullecen de una vida bien vivida; piensan y sufren a veces lamentando inconsolablemente de una vida que piensan, en retrospectiva, se nos perdió. Ellos no sólo están interesados en los últimos descubrimientos sobre el vasto universo, sino que son cautivados por ellos. Estos no son, para ellos, sólo una cuestión sensual inmediata y su respuesta de otro modo inexplicable. Expresan la convicción de que la fuerza y el sentimiento que tienen son reales, tan reales como ver planetas o sentir dolor, la verdad moral y el maravillarse por la naturaleza, no sólo evocan asombro.

Hay expresiones famosas y poéticas con la misma serie de actitudes. Albert Einstein dijo que un ateo era un hombre profundamente religioso: “Saber que lo que es impenetrable para nosotros realmente existe, que se manifiesta como la más alta sabiduría y la belleza más radiante, que nuestras facultades limitadas pueden comprender solamente en sus formas más primitivas. Este conocimiento, este sentimiento, está en el centro de la verdadera religiosidad. En este sentido, y sólo en este sentido, pertenezco a las filas de hombres devotamente religiosos”.

Percy Bysshe Shelley se declaró ateo, sin embargo consideró que “La terrible sombra de algún poder invisible / Flota aunque invisible entre nosotros...”. Filósofos, historiadores y sociólogos de la religión han insistido en que la experiencia religiosa encuentra un lugar para el ateísmo religioso. William James dijo que uno de los dos elementos esenciales de la religión es un sentido de fundamentalidad: que hay “cosas en el universo”, como él mismo dijo, “que tire la última piedra.” Teístas tienen un dios para ese papel, pero un ateo puede pensar que la importancia de vivir bien y lanza la última piedra, que no hay nada más básico sobre el que esa responsabilidad recae o necesita descansar.

*Fondo de Cultura.

PERFIL

Ronald Dworkin nació en Worcester, Massachusetts, 1931. Murió en Londres, en 2013. Fue filósofo del derecho y catedrático de derecho constitucional. Estudió en la universidades de Harvard y Oxford. Fue profesor de leyes y filosofía en la universidades de Nueva York y Yale; y profesor emérito de jurisprudencia en la Universidad de Londres. Obtuvo un doctorado Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires y fue galardonado con diferentes premios internacionales. Fue miembro de la British Academy y de la American Academy of arts and sciences. Religión sin dios es su libro póstumo.

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