Un revolucionario de la palabra

Un revolucionario de la palabra

Su sentido indagador y definitorio de los campos de la semiología lo convierten en uno de sus padres indiscutibles. Desde su formación en las letras clásicas y desde la múltiple herencia de la lingüística, el estructuralismo y el marxismo, conformó uno de los cuerpos conceptuales más fecundos de nuestra época.

Un revolucionario de la palabra
10 Enero 2016
A fines de diciembre de 2002 tuve la impensada oportunidad de recorrer una excepcional muestra dedicada a Roland Barthes. Gran parte del Centro Pompidou, de Paris, le estaba dedicado en una suerte de reconstrucción de los espacios que viviera y en los que concibiera la mayor parte de su obra. Humor y nostalgia intercambiaban parámetros sensoriales y sensitivos, gracias al talento y la perspicacia de las curadoras Marine Alpharty y Nathalie Léger. Decenas de bibliotecas y estanterías con libros clasificados, muebles, documentos, originales de manuscritos, fotografías de la madre, obras de Mondrian y de Arcimboldo, pinturas del escritor y hasta un automóvil. La muestra exigía horas, devoción, asombros renovados. Era el homensaje de Paris a un grande de las letras, un crítico e investigador, una de las figuras más influyentes del pensamiento francés de la segunda mitad del siglo XX.

Decir que Proust, Balzac, Sade y Racine están nadando en sus textos como peces en el agua, no es sino sugerir la frontalidad intensa de sus testimonios. Crítico de teatro y de fotografía, su sentido indagador y definitorio de los campos de la semiología lo ubican como a uno de sus padres indiscutibles. Desde su formación en las letras clásicas y desde la múltiple herencia de la lingüística, el estructuralismo y el marxismo, conformó uno de los cuerpos conceptuales más fecundos de nuestra época. La Semiología, ciencia de los signos, está en su obra dentro de perfiles que implican la comprensión de los vínculos entre el mundo de los significados y el de lo real o de lo tangible.

Saussure está en el campo que distingue el habla de la lengua, pero Barthes profundiza el esquema más allá del campo del lenguaje propiamente dicho, para proyectarlos al de los fenómenos sociales que analizará –con notable incisividad- como sistemas de signos susceptibles de ser leídos como discursos.

Entrarán Levi-Strauss y el estructuralismo, pero Barthes se orientará hacia los complejos mecanismos de surgimiento y complejización de los medios masivos de comunicación.

Es verdad que Barthes entrará así en una lógica social, escapando de la sociología pura. Pero su indagación en los sistemas de ideas enriquece paso a paso sus escritos y el pensamiento lo conduce a otra dimensión de la crítica como discurso, en la que, desde autores clásicos como Voltaire a los de vanguardia como Robe-Grillet y Brecht podían participar y ser reinterpretados.

El grado cero de la escritura (1953) inspirado en Camus, tanto como los Ensayos críticos (1963), lo ubican en un nuevo rol de la crítica. Es el año también de su ensayo Sobre Racine y, un par de años después, Crítica y verdad (1966), donde se ciñe más a las propiedades del texto.

Inclasificable

La obra de Barthes (que por su exigencia lo llevó a renegar más de una vez de posturas anteriores), lo conducen a enfrentarse con doctrinas aceptadas.

El placer del texto (1973) y Barthes por Barthes (1975), ofrecen ese camino de posibles contradicciones o formas un tanto arrevesadas para clarificar conceptos: placer-goce, escritura-escribancia, denotación-connotación, según lo menciona la investigadora Josefina del Solar. Y es que, tanto en Elementos de Semiología (1965) como en Sistema de la Moda (1967), el crítico se exige abrir nuevas interpretaciones a las ya ideologizadas a priori, y quizá ello oscurece un tanto la visión integradora.

La escritora Susan Sontag lo define de formas curiosas, como un espécimen inclasificable de las letras. Filósofo de la cultura, es una ubicación razonable y real. Erudito de ideas pujantes es casi una discriminación absurda: ¿quién no las tiene o lo intenta? Moralista, hombre de letras. Autobiógrafo proteico, a la vez que paseante solitario.

En verdad, era un pensador nato que no construía sobre lo hecho por otros sino a través de la evolución de la palabra.

“Entiendo por literatura no un cuerpo o una serie de obras, ni siquiera una rama del comercio o de la enseñanza, sino el grafos complejo de los trazos de una práctica: la práctica de Escribir” (Lección Inaugural, 1978).

© LA GACETA

J. M. Taverna Irigoyen - Crítico e historiador del  arte. Miembro de número y ex presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

PERFIL

Roland Barthes nació en Cherburgo, Francia, el 12 de noviembre de 1915. Estudió en los Liceos Montaigne y Louis Le Grand, enfermando de tuberculosis antes de terminar el bachillerato. Estudió Letras clásicas en la Sorbonne, donde fundó el Groupe de Théatre Antique. En la década del 50 será Lector de Francés en Rumania y Egipto. Trabajó en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, fue investigador en el Centre Nationale de la Recherche Scientifique y luego Director de Estudios en l¨Ecole Pratique des Hautes Etudes. En 1977 ocupó la cátedra de Semiología Literaria en el Collége de France. Murió en Paris, el 28 de marzo de 1980.

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