“El mundo se divide entre los que han perdido algo esencial y los que todavía no”

Por Fabián Soberón - Para LA GACETA - Buenos Aires

- La novela puede ser leída como una teoría sobre los diversos amores. Hay amores conflictivos que se nombran brevemente y hay un amor que sí puede ser nombrado: el amor por la madre.

- Sí, la novela es básicamente una carta de amor a mi madre, el testimonio de lo que significó en mi vida. Pero hablo también del amor a los hombres, al coqueteo, al juego, a la seducción. Del amor a los hijos. Del amor a los amigos, al mar y al vino blanco helado.

- El verdadero opuesto de la vida no es la muerte sino el sexo, dice Blanca, la narradora. El sexo y la muerte son algunos de los protagonistas del libro. ¿Y la literatura qué relación tiene con el sexo?

- Pues no lo sé. A mí personalmente el sexo, la atracción física, el otro, me parece uno de los motores esenciales de la vida y por lo tanto, de la literatura también. En el caso de Blanca, la protagonista de la novela, el sexo es lo que le recuerda que sigue viva, que no se ha convertido en un fantasma, que la partida continúa.

- Los eslabones de la tristeza envuelven a Blanca y no la dejan en paz. Como un ave rapaz y lúcida, la tristeza la atrapa. El texto y Blanca, aunque no se insiste en esto, circulan por el círculo de la tristeza.

- Sí, creo que el mundo se divide entre los que han perdido algo esencial y los que todavía no. Blanca acaba de pasar al bando de los perdedores, al que acabaremos perteneciendo todos, e intenta manejarse en ese nuevo mundo. Y sí, a pesar de que creo que es una novela muy vital, muy física, hay un trasfondo importante de tristeza, como una música de fondo que no deja de sonar durante todo el libro.

- “El problema con las familias que uno elige es que desaparecen más fácilmente que las de sangre”, dice la narradora. El libro muestra el funcionamiento de una familia atípica compuesta por hijos de dos matrimonios distintos. Y en los días en Cadaqués aparecen otros amores que también forman parte de esa gran familia. A la vez, la narradora destaca que ahora las madres toman el cuidado de sus hijos como si fuera una religión. ¿Qué idea de familia crees que transmite el libro?

- Creo que el libro transmite la idea de que uno puede (y tal vez debe) elegir ser libre, puede elegir el modelo de familia y de vida que más le convenga y que más feliz (o menos desgraciado) le haga, pero que luego debe asumir las consecuencias.

- La novela está narrada en una primera persona abierta y seductora, una primera persona que observa y que reflexiona sobre sí misma y sobre el mundo. Cada tanto, interviene una primera que se refiere a un “tú”, un “tú” fuerte, imponente. Ese “tú” es la madre, una mujer muerta que sin embargo tiene más potencia que algunos de los vivos. Este recurso le da cohesión al libro. A la vez, lo convierte en una especie de diálogo con un muerto, una oración directa y fúnebre.

- Sí, en efecto, todo el libro gira en torno al diálogo con la madre muerta.

- El libro también gira en torno a la decadencia. Cuando Blanca habla con Nacho, ese cocainómano incurable, piensa que se están preparando para la vejez. Y antes dice que su cuerpo es “otro paraíso perdido”. “Creo que somos más las cosas que hemos perdido que las que tenemos”. También esto pasará reflexiona sobre la vida como un proceso de demolición, según el célebre apotegma de Scott Fitzgerald.

- ¡Sí! Muy bien visto, es exactamente así, “un proceso de demolición”.

- “Amamos como hemos sido amados en nuestra infancia”, sostiene la narradora. También dice que el amor es lo único que nos salva.

- Creo que el amor que recibimos en la infancia es la verdadera herencia que nos dejan nuestros padres, la única riqueza, la única fuerza. No hay mayor tragedia que no haberse sentido amado de niño. Y sí, claro, el amor nos salva, el amor aleja a la muerte, borra el pasado, permite que volvamos a empezar.

-Hay una edad, creo, y eso le pasa a Blanca, en la que hay más parientes o amigos muertos que vivos. En mi caso (y en el de Blanca), esa edad es a los 40 años. Siempre me pregunté por qué Nabokov había escrito Habla, memoria a los 40 años. ¿Por qué Milena Busquets escribe este texto a los 40?

- Pues no lo sé. Creo que la presencia de mi madre en mi vida era muy poderosa, muy invasiva, y que no es casualidad que me haya puesto a escribir “en serio” una vez ella muerta. Escribí una primera novela hace muchos años (siempre he escrito), pero todavía no había vivido lo suficiente.

- Antes del final, tuve la impresión de leer una cruda versión estoica de la felicidad y de las emociones: También esto pasará. Pensé que hay que atenerse a eso y tratar de no sufrir. O al revés: pensé que Blanca cree que la idea es falsa. Aunque uno se diga que todo pasará, el dolor no se va. Y debemos adaptarnos a lo peor. ¿Cómo te llevas con esa frase ahora, después de haber escrito este libro?

- Creo que tienes razón, que el dolor no pasa, pero que aprendemos a vivir con él, se convierte en parte de quien somos, nos da algún zarpazo de vez en cuando, cuando más desprevenidos estamos, pero lo vamos domesticando poco a poco, como a una bestia salvaje.

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