La rueda de la fortuna
Confeccionar un gráfico con las posibles alianzas políticas con vistas al 2015 es más difícil que hacer un cuadro sinóptico del árbol genealógico de la familia Buendía, en 100 años de Soledad. Ni la genialidad del surrealismo mágico de García Márquez podría con este desafío.

El kirchnerismo siempre se jactó de venir a renovar la vieja política, de llegar para terminar con los aparatos clientelares al servicio de las corporaciones, de arribar con una especie de mandato divino para recuperar las utopías, para reconquistar a los jóvenes escépticos que dejaron de creer en la política. Dirigentes con discursos románticos, con cierta nostalgia setentista, encabezados por las copiosas cadenas nacionales de una mujer iluminada, que pareciera que hasta 2003 estuvo hibernando en un glaciar de la Patagonia. Los mejores amigos de Cavallo hoy son los enemigos de la oligarquía cipaya. Entonces, desempolvemos ese viejo vinilo y cantemos “para el pueblo lo que es del pueblo”. ¡Plop!, diría Condorito.

Fuera del relato, ¿salvaje tal vez?, los hechos muestran otra película. Los partidos políticos atraviesan su peor momento desde aquel ensangrentado retorno a la democracia. Las ideologías son bastardeadas hasta el extremo del sinsentido. Todo vale lo mismo y lo que hoy es blanco mañana es negro y nadie siente que deba dar explicaciones. El compromiso de la palabra vale dos pesos y las plataformas políticas no son escritas por estadistas, sino por departamentos de marketing. Los dirigentes no dicen lo que piensan, dicen lo que dictan las encuestas. Una puesta en escena permanente.

La Cámpora, tal vez la creación más pura del kirchnerismo, la síntesis más acabada del relato, es una gran devoradora de sapos. Estos jóvenes idealistas aplaudieron el martes con alma y cuerpo al gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, un caudillo feudal que gobierna una de las provincias más pobres de la Argentina desde hace dos décadas. La pesada herencia menemista, kirchnerista, qué más da, si Gildo suma votos “a la causa”, en un distrito donde el 80% de los asalariados depende, directa o indirectamente, del Estado.

José Alperovich -o el alperovichismo- es otro sapo para La Cámpora vernácula. Igual para los peronistas de Perón, que con disciplina justicialista soportan que una paracaidista les presida el partido en la provincia. Estos, a su vez, no toleran a los imberbes jóvenes camporistas. Mientras, el presidenciable K que mejor mide es Daniel Scioli, aborrecido por los soldados de Máximo Kirchner, del mismo modo que los sciolistas tucumanos de paladar negro son anti K declarados. ¿Vamos anotando?

Y como en el partido de la lealtad siempre gana el que mejor traiciona, el principal oponente del kirchnerismo es el ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández, Sergio Massa.

El ex intendente de Tigre acaba de cerrar filas en Salta con el ex gobernador y hoy senador Juan Carlos Romero, más peronista que Massa pero hoy opositor al kirchnerismo, y también con el aliado al PRO en esa provincia, Alfredo Olmedo, del partido Salta Somos Todos. Olmedo cobró notoriedad a nivel nacional por declaraciones muy polémicas en contra de los homosexuales, a favor de castrar violadores o en defensa del servicio militar obligatorio, entre otros dichos que lo ubicaron a la derecha de la derecha de la derecha.

Mientras uno de los principales referentes de Massa en Tucumán es el legislador Gerónimo Vargas Aignasse, ex diputado nacional que alcanzó proyección nacional por su militancia en causas de desaparecidos (es hijo del senador Guillermo Vargas Aignasse, secuestrado y asesinado en la dictadura). A su vez, el líder del Frente Renovador avanza en conversaciones con el radical José Cano, candidato a gobernador por el Acuerdo Cívico, hasta hoy dentro de UNEN. Pero mejor no meternos en UNEN, donde hay desde socialistas hasta radicales que quieren aliarse con Macri. Y sí, valen más los nombres que las historias.

Una excepción a la regla quizás sea el Partido Obrero, al menos entre los partidos que entran en las encuestas. Coherencia ideológica que, de tan radicalizada, en vez de sumar, resta.

Y así fuimos desde La Cámpora hasta Olmedo sin soltar el aire. Todos se rozan en alguna parte con todos, o en demasiadas partes, casi obscenamente. Se imponen los nombres, la imagen y los aparatos, todo lo que puede comprarse. Claro que todo lo que se compra después se paga y así sigue girando la rueda de la fortuna, la fortuna de los Buendía, una familia que comía sapos todo el día.

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