¿Delitos de buena fe?
Hay gente, como la familia del barrrabrava “decano” “Jazo” Acevedo, o la del empresario Rubén “La Chancha” Ale, que se pasan la vida acusados de delitos, detenidos y liberados y generalmente sobreseidos o con las causas directamente archivadas por la Justicia.

“Jazo”, que se encuentra prófugo, acusado de haber baleado a un adolescente en noviembre pasado, enfrenta cargos por el ataque que recibió en 2011 el guardiacárcel Daniel Albornoz, a quien le cortaron una pierna en la que recibió un balazo. “Jazo” pasó dos años detenido y quedó en libertad bajo fianza de 20.000 pesos, obtenidos por la “hinchada” decana (cuyo líder es el “Gordo” Gustavo González, hermano de Acevedo), tras rifar una camiseta donada por los jugadores de Atlético. Es tragicómico: “Jazo” parece caracterizado como uno de los personajes de “Perros de la calle”, la sanguinaria opera prima de Quentin Tarantino, capaz de meterse en líos violentos porque sí y salir en medio de un mar de sangre. Él mismo contó al fin de un juicio oral de marzo de 2013 por robo de una moto -en el que fue sobreseido por vicios de la instrucción policial- que enfrentaba entonces 25 causas y que además ya había sido acusado y sobreseido en 150 causas. Y sólo tiene 32 años: de seguir así, lo espera un largo derrotero de violencia y juicios. Sus hermanos también han tenido cuentas. Julio Acevedo (a quien la Policía llama “Chancha rubia”) fue sobreseido hace un año por la Justicia Federal de una acusación de venta de drogas, porque los testigos que aportó la Policía estaban ebrios y con eso cayeron las pruebas.

“Jazo” se definió como comerciante (distribuidor de carne). Su madre tiene un quiosco de venta de gaseosas en la cancha de Atlético (no contó en el juicio quién le dio la concesión) y también ha sido custodio en el Concejo Deliberante, contratado por Oscar Cano antes de 2011, cuando fue detenido por el caso del guardiacárcel. Otros barrabravas también cumplen tareas como custodios o como “poliservicio” para políticos, como es el caso del “santo” “Flay” Roldán, cuya familia ha trabajado con el legislador Gerónimo Vargas Aignasse, según este mismo reveló por twitter en estos días, a raíz del accidente de “Flay” del sábado.

No es la única ocupación de los “barras”. El “Gordo” González maneja una aceitada red de seguridad paralela en toda la zona “decana”, tan aceitada que sabe quién roba y quién no en toda Villa Urquiza. De hecho, cuando le sustrajeron la cámara, durante los comicios de Atlético, al periodista José Inesta, de LA GACETA, el “Gordo” González lo citó al día siguiente en el parque 9 de Julio para devolvérsela él en persona.

El “Gordo” no tiene los problemas de su prófugo hermano, pero está en conflicto por la denuncia que hizo de que los porteros de la cancha dejaron entrar a entre 2.000 y 3.000 hinchas sin pagar entrada para el partido del viernes pasado y niega tener que ver con el negocio de venta de fernet en el estadio. La madre de los Acevedo, como dice “Jazo”, sólo tiene un quiosco de venta de gaseosas ahí. ¿Se llegará a algo con esto? En 2013, “Jazo” fue contundente en su autodefensa: “Nunca fui condenado. Tengo muchísimas causas inventadas por la Policía, que nos quieren caracterizar como la familia Ale”.

En el caso de “La Chancha” Ale, el futuro es igual de confuso. El y su familia están en un berenjenal, acusados por la Justicia Federal de lavado de dinero y con toda la metralla nacional en su contra desde el caso de Marita Verón. Pero acaba de ser sobreseido -junto al ex directivo “decano” Daniel Jorrat- de la acusación de usurpación de un campo y de cosechar la soja de Gustavo Sergio Carrasco. Como Ale y Jorrat le devolvieron hace poco el terreno a Carrasco, diciéndole que habían comprado ese campo “de buena fe”, y le pagaron 300.000 pesos en compensación, se levantó la denuncia. El fiscal Guillermo Herrera -que casualmente también se encarga de la pesquisa contra “Jazo” Acevedo por el caso del guardiacárcel- levantó la acusación contra Ale e inmortalizó una frase que ejemplifica la forma en que la Justicia trata a estos personajes. La usurpación existió, pero fue “de buena fe” y, tras el arreglo de Ale con el denunciante, se generó para la Justicia un “estado de duda insuperable”.

Temas Tucumán
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios