El que quiere celeste, que le cueste

El que quiere celeste, que le cueste

Uniformados y autoconvocados ponen nerviosos al gobernador, que trata de sofocar las quejas antes del fin de semana. Una reaparición inesperada.

Quién no ha exclamado alguna vez ¡gracias a Dios es viernes! La frase era el punto de partida para el reparador descanso en un fin de semana en el que, cualquier trabajador, busca el relax después de una semana laboral complicada. José Alperovich pretendía llegar a esa meta para sentarse, como todos los sábados, a hablar de política en la residencia oficial de Yerba Buena, sin más preocupaciones que los lugares que tendrá uno que otro candidato oficial.

Conflictos impensados cambian el tablero alperovichista. Un ocurrente comentario en la red de microblogging Twitter definía, desde la ironía, los malos momentos que ahora atraviesa el Gobierno. Menos mal que Alperovich se sacó el bigote; si no, a esta hora lo iba tener lleno de canas (by @tucumanarde). El tweet es recurrente y localizado; la protesta se focalizó en calle Italia al 2.600 pero hizo retumbar la Casa de Gobierno.

Algunos funcionarios consideraban que el planteo de los uniformados iba más allá de lo salarial, hacia lo político y que hacía doler el bolsillo de los policías que estaban afectados al servicio adicional, con el fin de ganar un poquito más para parar la olla de todos los días.

Un comentario puso en alerta a algunos de los miembros del gabinete alperovichista. Hubo uno que salió a la puerta de su despacho a preguntarle a un oficial cómo percibía el adicional. La respuesta lo dejó helado; el monto era inferior al que -supuestamente- se liquidaba por el servicio extra.

"Esto se debe solucionar hasta el viernes". La frase retumbó en el primer piso de la Casa de Gobierno. Y vaya a saber uno quien la dijo...sólo se puede decir que tiene muchas capacidad de decisión y que el conflicto de los azules le ha cambiado el humor. Tanto que los autoconvocados de la salud pasaron al segundo lugar entre los sectores más confrontativos con el mundo oficial.

Ayer, casi entrada la noche, la sede del Poder Ejecutivo seguía poblada de funcionarios. Algo inusual para la jornada administrativa en el turno vespertino. La ecuación financiera cerraba. Se blanqueaba la situación de casi un centenar de efectivos de la motorizada que, aunque no se crea, ganan menos que la canasta básica total. Los $ 900 mensuales no les permiten superar la barrera de la pobreza. Están muy lejos de los $ 2.450 de bolsillo que pueden ganar otros empleados públicos.

El Gobierno esgrime que los agentes de seguridad son los que alcanzaron el mejor arreglo salarial en las paritarias, casi cinco puntos porcentuales más que el 25% del promedio de suba en el sector público. Pero conserva nichos de pobreza y de precariedad laboral. A tal punto que dentro del entorno del gobernador se llegó a escuchar que hay temor a que las comisarías se conviertan en una suerte de PyME o cooperativa laboral.

El conflicto con los autoconvocados era previsible, dicen los allegados al mandatario, pero nadie esperaba un temblor en el mundo policial. Tan inesperado fue esa movilización como la llegada del encuestador preferido del gobernador. Hugo Haime se instaló en la provincia no sólo para medir a los potenciales candidatos oficialistas, sino también para hacer un diagnóstico sobre el humor de la sociedad tucumana y el pensamiento que tiene a temas tan sensibles como la salud, la educación o la seguridad.

Entre guardapolvos blancos de la salud y uniformes azules de los policías, no hay más remedio que decir que, al que quiere celeste, que le cueste.

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