"El kirchnerismo ha actuado con una coherencia extraordinaria"

"El kirchnerismo ha actuado con una coherencia extraordinaria"

Entrevista a Santiago Kovadloff. Video.
El reconocido filósofo argentino afirma que el oficialismo ha persuadido a parte de la población de que la república y la democracia no tienen viabilidad entre nosotros. Pero tampoco es condescendiente con la oposición, a la que le atribuye prácticas perversas. Además, analiza las características del antisemitismo, la crisis de valores en Occidente y los efectos de la devaluación del lenguaje.

25 Abril 2010
Santiago Kovadloff es un filósofo distinto; un pensador moderno y clásico al mismo tiempo. Distinto porque es un filósofo conocido y eso en la actualidad parece un oxímoron. Moderno porque aborda los problemas del presente, los que afectan la vida cotidiana y el futuro de la gente. Y clásico porque lo hace socráticamente; instala debates profundos en la sociedad yendo al encuentro de los ciudadanos en la plaza pública que ofrecen los medios, un espacio en el que los intelectuales no suelen moverse con soltura y al que, por esa razón, normalmente descalifican. Kovadloff es uno de los protagonistas de la Feria del Libro de Buenos Aires, que abrió sus puertas el pasado jueves. Allí presentará su libro El miedo a la política, una compilación de artículos publicados durantes los últimos tres años en la prensa que giran en torno a los desafíos institucionales que tiene la Argentina y a los inquietantes problemas que vive el mundo. Sobre esos temas habló con LA GACETA Literaria.
 
- ¿Por qué reina el miedo a la política en la Argentina?
- Porque reina el miedo y la ineptitud frente a la vida constitucional. Lo que he tratado de caracterizar como "miedo a la política" es el miedo a la consolidación de la vida republicana en el marco de una democracia constitucional. Normalmente se llama política a lo que pervierte a la ley; se la asocia a la ineficacia, al egoísmo, a la avaricia y a la perversión. Yo he preferido rescatar el concepto e infundirle todo el valor que etimológicamente tiene y todo el valor que una expectativa puede generar con respecto al futuro del país. Entonces, desde esa perspectiva revalorizadora del concepto, llamo "miedo a la política" a todo aquello que impide, refrena o distorsiona el cumplimiento de nuestra vida republicana plena.

- Mencionó a la perversión como un concepto usualmente asociado a la política. En  de su libro sugiere que tanto el oficialismo como la oposición son perversos.
- Creo que son dos modalidades de lo perverso. Se puede decir que el oficialismo ejerce la perversión al privilegiar la práctica del poder de espaldas a la ley y que la oposición privilegia la tendencia a la corrupción en la medida en que no logra superar la fragmentación y promueve, con su ineptitud para generar convergencias, una práctica de la impotencia que redunda finalmente en ilegalidad. En ese sentido, creo que todavía no estamos frente ante una disyuntiva clara entre oficialismo y oposición. El oficialismo fue afectado por las elecciones del 28 de junio pero la victoria que recayó sobre la oposición está unida a una expectativa y a una exigencia por parte de la sociedad.

- En uno de los artículos de su último libro afirma que un futuro auspicioso para los argentinos pasa por la reconstrucción de los partidos políticos. Pero en otro pasaje señala que los partidos se encuentras en un estado de descomposición en buena parte del Primer mundo, particularmente en Europa. Entonces, ¿cuán factible es esa reconstrucción dentro de este contexto?
- Efectivamente habría, en principio, una aparente contradicción entre mi expectativa de que los partidos políticos recuperen el protagonismo perdido y las reservas que manifiesto frente a la crisis por la que atraviesa la democracia en los países desarrollados. Sin embargo, diría que en ambos casos los ideales democráticos están afectados de distintas maneras. En el caso argentino advierto una decadencia muy profunda de la vida partidaria, una falta de contenidos conceptuales que le infundan a las plataformas partidarias representatividad social y aptitud programática. En el caso de Europa y Estados Unidos, lo que advierto es un problema distinto, que consiste en que el fenómeno del consumismo de los países desarrollados ha ido devorando la condición ciudadana. El consumidor ha podido más que el ciudadano y, por lo tanto, se ha convertido en un hombre para el cual la democracia es un escenario de ofertas de consumo. Por eso se ha ido debilitando la idea de que la política debe ser sostenida con conducta y no sólo con dinero. De hecho la crisis económica que atravesó el mundo occidental avanzado puso de manifiesto hasta qué punto la ley ha sido olvidada por quienes debían sostenerla para administrar la noción del poder. De modo que la reconstrucción de los partidos en la Argentina me parece indispensable para reencausar programáticamente la acción política. Y en Europa y Estados Unidos, pienso que es preciso recuperar la responsabilidad que permita que la ciudadanía transite del usufructo de los beneficios generados por una sociedad de consumo a la conciencia plena de que la democracia no es un bien de uso.

- En off de record, muchos kirchneristas sostienen que propuestas como las suyas son utópicas. Ellos creen que en un país con escaso apego a las leyes, a los valores republicanos e incluso a los valores morales, es necesario hacer alianzas con ciertos sectores que pueden obstruir la gestión (como el sindicalismo y el piqueterismo) y, por otro lado, tener una importante "caja" para aceitar los canales políticos necesarios para enfrentar intereses poderosos. Buena parte de la ciudadanía también cree eso. ¿Qué le diría a los que piensan así?   
- Les diría que tienen toda la razón si el proyecto no es construir una república. Si el proyecto no es afianzar las leyes del juego democrático, ese es el camino. Es el camino porque fortalece los liderazgos hegemónicos, impone los monólogos sobre el diálogo, el principio de obediencia debida y la posibilidad de construir una nación sobre la base de un principio vertical de poder que admite ejecución y no discusión.  Entonces, en ese sentido, reconozco que el kirchnerismo ha actuado con una coherencia extraordinaria desde el primer momento.
El kirchnerismo sabe bien lo que quiere y ha logrado persuadir a buena parte de la población de que la república y la democracia no tienen viabilidad entre nosotros porque se trata de valores retóricos que, al no haber alcanzado en la práctica arraigo verdadero, ponen de manifiesto la necesidad de buscar un liderazgo hegemónico. Así que coincido con ellos. Si el proyecto no es democrático y republicano, ese es el camino.

2011 y los acuerdos esenciales

- ¿Qué necesita la oposición para construir una alternativa, para poder llegar al 2011 y para sostenerse en el poder?

- Lo que necesita es una conciencia bien clara del peligro que corren precisamente estos dos problemas, la república y la democracia. Se sigue actuando como si esos dos valores no estuvieran en riesgo, desarticulados en parte por una experiencia desgraciada y, por otra parte, con una población que no confía en su dirigencia política, porque al no tener partidos representativos se ven obligados a votar por líderes que están más cerca del estrellato cinematográfico que de la participación social y política. Fatalmente esta oposición política lo que está poniendo de manifiesto, dándole la razón al kirchnerismo, es que no hay capacidad de generar convergencia programática allí donde el modelo no sea caudillista. ¿Qué es lo que yo les diría? Les diría: señores, la ciudad arde. Adviértanlo primero. Entonces pospongamos ciertas divergencias respecto a estrategias y programas para privilegiar una plataforma mínima de intereses comunes que no pueden dejar de existir, para luego en una etapa ulterior entrar a discutir, sobre las bases de un afianzamiento institucional necesario, qué es lo que deberíamos hacer. ¿Se me dirá que esta convergencia no es posible? Bueno, si no es posible, hemos fracasado. Personalmente yo creo que es indispensable, hasta  diría, en términos sanmartinianos, que no me importa si no es posible pero que es indispensable.  Yo no renunciaría nunca a este ideal; jamás dejaría que el escepticismo me devorara por la presunción de que en la práctica no lo podemos llevar adelante. Y el motivo es uno solo: el otro camino es el camino de la violencia, el del amordazamiento de la libertad y el de la subestimación de la pobreza, como un espacio de rentabilidad mediante el prebendarismo que no necesita que la población crezca sino que se sostenga en ese terreno al que está hoy sometida.

- ¿Por qué afirma que afianzar el centro implica afianzar la república?
- La izquierda democrática se define como centro-izquierda y la derecha democrática se define como centro-derecha. Muchas veces la izquierda dice que la derecha no tiene valores progresistas y la derecha dice que los presuntos valores progresistas de la izquierda en verdad son conservadores. Es indispensable, para caracterizar la izquierda democrática y la derecha democrática, empezar por entender qué significa el centro, porque si ambas son de centro? ¿qué es el centro? Es el repertorio de valores comunes en torno a los cuales no hay discusión. Por ejemplo, república, legalidad, trabajo, desarrollo, una cultura asentada sobre el principio de la expansión del conocimiento, la idea fundamental de que la educación es un instrumento de formación ciudadana. Centro quiere decir todo eso. Una izquierda va hacia estos ideales desde determinados principios y una derecha lo hará desde valores complementarios. Pero la posibilidad de convivencia entre derecha e izquierda está dada por el centro. Así debería ser. Pero lo curioso es advertir que ni la izquierda ni la derecha enfatizan los contenidos del centro, más bien se manejan de forma maniquea adjudicándole al adversario la ausencia de contenidos saludables para el país. 

- ¿Qué opina de la propuesta de Eduardo Duhalde y Rodolfo Terragno de consensuar una serie de puntos básicos para fijar políticas de estado permanentes en el tiempo, invitando a todos los líderes políticos a suscribirla?
  
- Terragno y Duhalde han llevado adelante un proceso muy interesante: los dos han capitalizado sus respectivas derrotas. Duhalde tiene una larga experiencia en el ejercicio del poder y  yo diría que solamente en la etapa final en la que le tocó ser presidente aceptó la evidencia de que sin ese espíritu de convocatoria a un espacio común es imposible llevar adelante un ideal de nación. Terragno pertenece a los suburbios del radicalismo; es un hombre que ha sido sistemáticamente marginado, que no ha llegado a tener el protagonismo que se merece por su formación y por su perspectiva analítica del país. Los dos se han unido en una coincidencia fundamental que es entender que el otro es indispensable porque uno no es suficiente. Y que tener razón es peligrosísimo, que conviene compartir la poca razón que se tiene para generar un consenso sólido. De modo que veo con mucha simpatía lo que ellos se proponen.

El futuro y el "mal argentino"

- Usted remarca la dificultad que tenemos los argentinos para pensar en el porvenir, para proyectarnos. Pero también advierte el culto que hoy Occidente le rinde a lo efímero. ¿En qué medida el caso argentino ha perdido su excepcionalidad  para transformarse en un exponente más de lo que ocurre en el mundo?

- Es cierto. El culto de lo efímero es una característica de las sociedades consumistas y su éxito depende necesariamente de que lo que usted adquiere hoy, como un valor necesario, mañana ya no lo sea. Y esto se ha trasladado al campo de los vínculos; la histeria, que es característica de la existencia de lo efímero, domina las relaciones humanas en buena medida. En nuestro caso, nosotros estamos atados a una forma, a una patología de lo efímero que es el coyunturalismo, el oportunismo, la convicción de que debemos consolidar hoy el poder que mañana no podremos consolidar, porque como no se trata de consolidar proyectos de política de estado de mediano y largo plazo sino de aprovechar el sentido del poder con independencia de la ley, entonces estamos sumergidos en la inmediatez, que es una forma de enajenación del tiempo. ¿Por qué? Porque una cosa es la actualidad y otra cosa es el presente. La actualidad es lo que deviene, lo que transcurre, lo que tiene lugar en un momento tras otro. En cambio, los hombres que del presente son quienes tienen la capacidad de discernir las líneas estructurales de ese aluvión de acontecimientos y no dejarse arrebatar por una sucesión de acontecimientos caóticos, verdaderamente desorientadores. Entonces, nos cuesta ser hombres y mujeres del presente porque somos hombres y mujeres de la actualidad. Concebimos la formación del poder sobre alianzas muy transitorias, no sobre valores perdurables. En esa medida me parece que Argentina no acumula capital axiológico; tiene una enorme dificultad para generar valores perdurables y esto se puede advertir muy bien en los partidos políticos, cuyos valores o doctrinas han perdido vigencia -hoy es imposible pensar en un peronismo con planes quinquenales- y se ven enlatadas las instituciones partidarias a la necesidad efímera de generar líderes de perfil cautivante. Y en eso estamos en política: evaluando temperamentos, masculinidades, femineidades, elegancias, filiaciones? ¿Desde cuándo en política, sobre todo en una política democrática, estos han sido valores determinantes? Hoy tienen un peso completamente autónomo. Es posible generar protagonismo político, no a partir de la institucionalidad, sino de la habilidad programática que uno tenga para convertirse en protagonista.

- ¿Hay un "gran mal argentino"?

- Creo que el "mal argentino" es la ineptitud que la Argentina ha tenido para sostenerse en un plano de contemporaneidad plena. Argentina ingresa al escenario de la contemporaneidad a fines del siglo XIX a través de distintos procesos que tienen que ver con la inmigración, la ampliación del campo del trabajo, la educación popular, la formación de partidos que representan intereses de las clases medias. Procesos que generan confluencias, integración y desarrollo. Desde 1930, en un proceso que llega hasta la actualidad, en la Argentina la convergencia cede a la fragmentación, al encono intersectorial, a la potenciación de la vida caudillezca, a la aniquilación de la participación de las clases medias en la construcción de un país con perspectivas y con responsabilidad.

Judaísmo y sionismo


- En distintas partes de su libro hay referencias al antisemitismo. ¿Cuán arraigado está en nuestro país?
 
- Nuestro país no es un país particularmente antisemita, aunque grupos reaccionarios y fascistoides siempre hubo y los habrá. Lo importante, con respecto al judaísmo, es poder discernir con claridad tres cosas. La primera es que no necesariamente todos los judíos son pro-sionistas; algunos apoyan la política actual de Israel y otros no. Entonces, una cosa es el judaísmo, que es el repertorio que da vida a una concepción de la fe y de la ética en la práctica cotidiana del judío, y otra cosa es el sionismo, que es una ideología política  que retraduce los valores tradicionales del judaísmo a una ética y a una política seculares. Y una tercera cosa, creo yo, es la dificultad que tienen los actuales sectores antijudíos para admitir con lealtad que una cosa es estar contra el judaísmo y otra es discutirle al sionismo las políticas que implementa en Medio Oriente. Al sionismo le conviene que lo asocien al judaísmo. Eso también le conviene al antijudaísmo, porque aprovecha la oportunidad que el sionismo le brinda para expresarse con desprecio hacia todos los judíos. La voladura de la AMIA nos afectó como nación pero no siempre los argentinos fueron capaces de advertirlo. Fuimos atacados como judíos, homologándonos al estado de Israel. 

- ¿Su agente literaria era hija de un oficial nazi? 
 
- Si, así es. Ray-Güde Mertin, quien fue mi agente, falleció hace un par de años pero la agencia sigue en pie y hoy la lleva adelante una de sus asistentes. Cuando me vino a buscar, para llevar mis obras a Europa, me dijo: "antes de que firmemos nuestro convenio, debo decirle algo. Mi padre fue un oficial nazi; era un militar de carrera y decidió luchar por su país aún bajo el régimen nacionalsocialista. Mi padre me educó con mucha liberalidad pero peleó en el ejército alemán y murió enfrentándose a los aliados. Yo no se si querrá firmar el contrato conmigo". Entonces yo le contesté: "mire, yo también le voy a contar una historia. Mi bisabuelo paterno era un judío ortodoxo y se negaba a darle la mano a una mujer porque, como bien sabrá, para los judíos ortodoxos las mujeres no están a la altura de los varones, son una creación algo deficitaria que llevó adelante Dios. ¿Aun así quiere usted que yo sea su cliente?". Nos dimos un abrazo y firmamos el contrato.

El lenguaje y los niños

- ¿Qué efectos tiene la devaluación de la palabra en una sociedad?
- Para mi las palabras no son sólo una herramienta sino un capital extraordinario que me va dando la pauta si puedo discernir o no. Me paso el día borroneando palabras, tachándolas, encontrando y perdiendo palabras. De modo que desde la perspectiva de lo que soy, un hombre que escribe, la devaluación de la palabra es la devaluación de los significados. Una comunidad que subestima el lenguaje es una comunidad que subestima el espectro de discernimiento que la riqueza del habla le puede brindar. Somos el lenguaje que tenemos. Somos la capacidad de advertir los matices entre una palabra y otra, somos la lucidez que nos permite advertir que en verdad no hay sinónimos. Belleza y hermosura no son sinónimos; sufrimiento y dolor tampoco. Saber usar con propiedad un término u otro, significa discernir un matiz en la realidad. La palabra está devaluada porque podemos mentir impunemente. Pero no sólo nosotros. Un ex presidente como Bush, es un mentiroso. Es un hombre que puede decir cualquier cosa con tal de justificar lo que hace y, ni hablemos de nuestro propio país, donde las palabras son un enmascaramiento perverso de conductas inconfesables. Entonces, ¿quién pierde con la devaluación de la palabra? Nuestra humanidad, nuestra condición espiritual, nuestra condición humana es la que se ve rebajada por esta espantosa incapacidad de darnos cuenta de que el destino de las palabras es nuestro destino.

- Usted es autor de relatos para niños y también ha sido compilador de relatos de niños para adultos, como los de La vida es siempre más o menos, donde reúne relatos de sus hijos. Cuando lo llevó a su hijo a ver el mar por primera vez, él se tapó los ojos y le pidió que lo ayudara a ver esa inmensidad. ¿Cómo podemos los adultos ayudar a los niños a interpretar y a ver un mundo tan complejo como el que tenemos? 

- La ciencia de la enseñanza a los hijos está dictada ante todo por el amor al reconocimiento de su singularidad. ¿En qué consiste la emoción primordial de tener un hijo? En advertir que es irrepetible. Que hemos dado vida a algo único. Que ese niño, esa niña, son por una única vez. Y desde el amor que inspira el reconocimiento de su singularidad debemos acompañarlo en el camino de la vida para que advierta esa singularidad en todo lo que lo rodea. Enseñarle a descubrir la hermosura de un mundo que, según sea mirado, puede ser una revelación o una redundancia. Creo que no es necesario inculcarles a los niños que deben leer. Bastaría con que uno lea para que los chicos nos vean frecuentar ese mundo y, de ese modo, animarlos a que ellos mismos transiten ese camino. © LA GACETA

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