Halló un “pozo de petróleo” en las Yungas con el que incita la revolución del consumo sustentable

La “alquimista” Lucía Brown podría ser multimillonaria, pero prefiere ser rica de otro modo: con tiempo para viajar a pie o en bici, y expandir su filosofía de cuidado personal y ambiental.

Halló un “pozo de petróleo” en las Yungas con el que incita la revolución del consumo sustentable

El relato de la vida de Lucía Brown resulta tan increíble como agotador: seguramente más de un interlocutor habrá terminado agradeciendo que al menos haya un espécimen de su raza en Tucumán. A los 35 años, esta biotecnóloga con doctorado en Ciencias Biológicas del Conicet ya caminó y pedaleó por casi todo el país, y descubrió y comenzó la explotación de un “pozo de petróleo” en las Yungas, que hace lo opuesto a los hidrocarburos porque reduce la huella de carbono y reconcilia al cuerpo con la naturaleza. La suma de sus conocimientos y ambiciones científicas y filosóficas se proyecta en Gaia, un emprendimiento de cosmética natural que arrancó en 2018 y que tiene un horizonte de crecimiento ilimitado. Pero Brown no quiere ser multimillonaria, sino algo más difícil, como convencer a la sociedad de que puede y le conviene consumir de un modo sustentable.

Y si sigue así, quizá lo logre. En una mesa de un café de barrio Norte al que, por supuesto, llegó en bicicleta, cuenta que Gaia no da abasto para atender los pedidos que recibe de todo el país; que tanta demanda la llevó a idear la apertura de un anexo en Tierra del Fuego para producir cosméticos a partir de la vegetación patagónica; que seriamente considera incorporar un punto de reventa en Buenos Aires porque enloquecen con las idas al correo para despachar compras; que ya tiene un terreno en San Javier para construir un laboratorio 100% sustentable con paneles solares y reutilización de agua; y que, en paralelo a lo anterior, está enfrascada en la elaboración de un detergente sólido biodegradable a partir del aceite que descarta el sector gastronómico. ¿Quiénes son sus aliados en este último caso? Un grupo de recuperadores de residuos de su barrio de Yerba Buena.

El cuartel general de este emprendimiento con tantas vetas y conexiones con la conciencia del cambio climático queda en El Corte, al pie de los bosques de Yungas donde crecen algunas de las especies nativas que utiliza Gaia. En esa cabaña suceden las alquimias que inventa Brown, quien defiende el derecho a producir sólo un día a la semana porque, según dice, con eso alcanza para la vida que ella soñó, que está hecha de muchos viajes y paisajes de película. A su lado trabaja una socia, Julieta Di Lella. Con la ayuda de otros brazos completan las tareas contables y de etiquetado. Las ventas al público se generan por una página web, las redes sociales, puntos de compra, ferias como el Mercadito Agroecológico (funciona en Yerba Buena el primer sábado de cada mes) y publicidad “boca en boca”.

El de Gaia parece un esquema simple, pero por detrás de cada decisión existe una búsqueda obsesiva de coherencia con los principios de cuidado del medio, y de consumo criterioso y racional. Brown aduce que, una vez que se entra en ese plano, todo adquiere otro significado y otra satisfacción. No sólo hay una diferencia de calidad y, en el caso de las comidas, de sabor respecto de los bienes masivos, sino que el acto de comprar entraña el apoyo a la cultura emprendedora local y a formas de hacer que el mundo reclama. Según su mirada y experiencia, cada vez más ciudadanos se preguntan qué pueden aportar al respecto y llegará el momento en el que, por convicción u obligación, esta será la regla. En ese sentido, Gaia sólo estaría adelantándose a un futuro inevitable.

Contra la intolerancia

La marca, cuyo nombre rinde homenaje a la diosa que en la mitología griega representa a la Tierra y al movimiento ecologista, nació a partir del Fondo Semilla (préstamos sin tasa para devolver en un plazo de cinco años) instaurado por el Gobierno nacional para el desarrollo de ideas con impacto ambiental y social positivo. Brown se inscribió en 2017 con las otras cofundadoras, Silvina Quiroga, terapéutica holística, y Guadalupe Romero, ingeniera biomédica: se enteró de que la propuesta había sido admitida cuando pasaba por Chos Malal (Neuquén), en un periplo ciclista desde Jujuy hasta Tierra del Fuego. A su regreso, montaron el laboratorio de El Corte donde elaboran los jabones, cremas, ungüentos y sprays de uso diario en función de “materias primas de las cercanías”.

Gaia intenta que el 100% de sus insumos provengan de otros emprendedores y productores locales de la Argentina, objetivo que por ahora alcanza al 40% de los materiales. Algunos son de su propia autoría, como el extracto de yacón, tubérculo andino cuyo cultivo estaba perdiéndose. En la siembra y cosecha de esta planta, base para un champú y un acondicionador, intervienen productores salteños agroecológicos que la levantan en la etapa de crecimiento apropiada, antes de la maduración. “Eso también es parte de Gaia. Buscar a alguien que cultive y coseche como lo necesitamos, en un contexto de comercio justo; generar un protocolo de recolección para lo que crece de modo silvestre y compostar”, refiere Brown.

Un aspecto sustancial es la experimentación en función de las vivencias propias. La emprendedora e investigadora independiente indica que ella empezó a hacer sus propias fórmulas porque no lograba liberar a su gata del tormento de los ácaros y porque necesitaba un jabón con ph neutro para higienizar las zonas más sensibles de su cuerpo cuando estaba de viaje. Brown se puso a estudiar, y advirtió que los productos industriales provocan intolerancia porque contienen materias tóxicas incluso prohibidas desde hace tiempo en algunos países. “Es lindo ver cómo a mucha gente le soluciona la vida encontrarse con Gaia. Nosotros proponemos sustancias fácilmente asimilables por el organismo, que este reconoce porque están en la naturaleza”, define.

Cadete con doctorado

Hubo un tiempo donde Brown miraba por la ventana del centro donde investigaba las bacterias lácticas y soñaba con disfrutar del aire. Luego hubo otro en el que Gaia empezó a crecer tanto que debió aprender a resistir la presión externa. “Nunca quisimos concentrarnos solamente en producir porque tenemos metas más grandes y nuestras energías deben encontrarse en distintos lugares”, explica. Esa diversificación supone una tarea pedagógica, creativa y de transferencia técnica que aproveche el camino ya transitado. “Gaia es una forma de vida. Y yo todavía no puedo creer que vivo de lo que elijo hacer”, afirma Brown.

Cuando estudiaba no sabía qué iba a pasar con ella y percibía esa inquietud en su entorno. Consiguió el doctorado y, en lugar de continuar en la ruta establecida por el sistema, se puso a entregar a domicilio miel de flores de Yungas que producía una comunidad originaria de Los Toldos, paraje que queda en Jujuy y al que se llega por Bolivia. “Ganaba $ 5 por frasco y me di cuenta de que podía mantenerme con eso. Es verdad que antes ganaba más, pero, porque lo hacía, también gastaba más”, reflexiona. Un encuentro casual con Quiroga y Romero le permitió encadenar los paradigmas y deseos que venía gestando tras residir muchos años en la selva tucumana: los cambios en la integración del equipo original llevaron a redimensionar un emprendimiento que a esta altura ya posee vida propia.

A Brown le gustaría que más gente conozca el universo que ella habita y reconoce que a veces gana la ansiedad. “Tenemos mucho para decir con Gaia”, anuncia. Esos mensajes están en las antípodas de acumular más de lo que se precisa, y a favor de escuchar lo que el cuerpo necesita para alcanzar el bienestar consigo mismo, los que los rodean, y el lugar y la época donde transcurre la existencia. “No tengo dudas de que podría hacerme multimillonaria con esto. Varias personas se acercaron con la intención de poner plata para armar algo muy grande. Me preguntan: ‘¿qué necesitás?’. Pero soy irreductible con ciertas cosas. Dejé mucho para encontrarme con esto y no estoy dispuesta a negociar. No pretendo ser rica porque ya lo soy”, dice Brown.

¿En qué consiste la abundancia de Gaia? Su cofundadora responde que se trata de un conjunto de señales que animan a seguir apostando por un cambio estructural y general. Y ofrece un ejemplo concreto: “usamos envases de vidrio reutilizables, que son más costosos que comprarlos nuevos. Cuando comenzamos a pedir que los trajeran, algunos preguntaron qué beneficio iban a recibir por ello. Nosotras resolvimos que no sólo no haríamos descuentos, sino que también solicitaríamos que limpien los envases que nos acercan para facilitar el proceso. ¡Y hay que ver cómo y cuántos nos llegan! Con Gaia estamos tratando de mostrar que sí se puede consumir de otra manera, y que no hay mucho por hacer si no lo hacemos todos”.

La receta de Gaia

1) Unir la ciencia y el modelo de negocio a una filosofía de vida.

2) Trabajar con las materias primas y proveedores locales.

3) Pensar que cada fase de la producción es una oportunidad para potenciarla.

4) Tratar al público como parte del emprendimiento.

5) Controlar las presiones externas para no sacrificar la ética del proyecto.

El emprendimiento en la web: gaiatuc.com

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