Exilio, amor y lenguaje

Exilio, amor y lenguaje

Poesía reunida de la flamante ganadora del Cervantes. Por Liliana Massara.

SIGNIFICANTE. Peri Rossi escoge una frase de Goethe, de enorme implicancia en su vida, para titular su último trabajo. telam SIGNIFICANTE. Peri Rossi escoge una frase de Goethe, de enorme implicancia en su vida, para titular su último trabajo. telam
14 Noviembre 2021

La editora Caballo Negro nos convoca a una antología impresionante en sus cualidades poéticas con la obra lírica de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), por primera vez publicada en Argentina.

Una poesía que estremece por su puesta de la voz lírica, por su innegable saber sobre el “arte de escribir en versos” demostrado en cada palabra que elige y que retroalimenta con su pasión, en esta, su poesía reunida, donde va cosechando, entre lo escrito y lo leído, una obra inmensa que es un cuerpo que habla a través de la potencia de su lenguaje.

El título, Detente, instante, eres tan bello, es una cita de Goethe que tiene una fuerte implicancia tanto en su vida como en su escritura, en el sentido de “retener lo pasajero”, eso que puede ser el instante; atraparlo, gozarlo con el cuerpo porque puede y es tan hermoso y tan esquivo a la vez, que cuando llega es “fugitivo”. La poeta cifra a través de esta cita, la finitud de la vida pero proclama la existencia mediante el deseo aunque se avizore que la muerte “viene llegando”; estar vivos es desear otra vez, y otros instantes que vendrán, tal vez “para repetir el ruego del joven Fausto”.

Su poesía puede constituirse en tres núcleos que componen y transitan por la escritura como cuerpos equidistantes: el exilio, el amor, el lenguaje.

El exilio es un cuerpo que habita el texto desde la memoria, convive con la voz en un recorrido en donde la desterritorialización (esa extranjería extrema de todo exiliado, impulsado por las dictaduras) se representa en las pequeñas/grandes imágenes de las palabras: “tren”, “barco”, “avión”, “desembarco”, a través de un yo lírico que viaja a sus 29 años con una “vieja maleta” hacia Barcelona “que va a dar a la mar/ que es el morir”. Su poesía es esa viajera, que retoma “restos” de un intertexto reiterado, con versos de Jorge Manrique, cuando el poeta parece decirnos también el valor del instante, porque “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar que es el morir…”

El cuerpo del amor sucede en espacios de un erotismo vertiginoso; a veces, en ese fluir del deseo desagotado en las prácticas amorosas, más allá de lo sublime, más acá de lo terrenal, un amor sin límites en el sentido de lo inmaterial, al borde de lo sagrado o, en la impiadosa pasión de los cuerpos al “iniciar la bienaventurada ascensión/ de tu piel a la eternidad/ de tu vientre al círculo celestial/ sentir a Dios en tus húmedas cavidades…”

En el cuerpo del lenguaje acontecen las palabras que pueden llegar desde las pinceladas de los cuadros de pintores, realistas, surrealistas, metafísicos como el caso de Giorgio Chirico del que toma el título de uno de sus libros “Las musas inquietantes”, o de Edvard Munch en “El grito”, entre otros, logrando la mixtura de lenguaje e imagen.

Cristina Peri Rossi, una poeta inconmensurable, transparente e incisiva, que hace de la escritura su casa, de la literatura y de la poesía un goce descarnado.

© LA GACETA

PERFIL

Cristina Peri Rossi nació en 1941, en Montevideo.En 1963 publicó Viviendo, su primera novela, y tempranamente fue reconocida, por críticos de la talla de Angel Rama, como una de las mejores autoras de su generación. Publicó más de 40 libros (poesía, novela, cuento y ensayo). Se destacó también por su activismo. La Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas la eligió como la escritora que más había contribuido a la lucha por la paz y la justicia en el ámbito castellano. Entre otras distinciones, ganó el Award book en poesía y relato, los premios Ciudad de Barcelona, Marcha, Miro, Alberti, Donoso y Don Quijote.

Detente, instante eres tan bello *

Por Cristina Peri Rossi

Tuve veinticuatro horas para exiliarme, yo, que no había viajado nunca (“¿No conocés Buenos Aires? ¿Cómo es posible que no hayas cruzado nunca el charco?” me preguntaba Julio Cortázar, sorprendido, aunque a él tampoco le gustaban mucho los viajes y los hacía más por deber que por placer) y que imaginaba mi vida entera en Montevideo: como Julio Verne, pensaba que a una escritora le bastaba con lo que sentía y con lo que imaginaba. Siempre he tenido una gran confianza en la imaginación. 

En cuanto a las emociones y los sentimientos, no creo que haya mucha diferencia entre lo que se siente en un lugar o en otro, ni en una época o en otra: los rituales o convenciones de seducción varían de una época a otra, de un país a otro, pero siempre existen, Los poemas de Catulo o los Salmos de la Biblia me parecen tan contemporáneos como los de César Vallejo o los de Alejandra Pizarnik. La violencia, la dominación, la esclavitud sexual, el tráfico de personas y la compasión, la empatía existieron desde el principio (“si alguna vez hubo principio”, me cito). Se atribuye a Nerón la oferta de su Imperio por un placer nuevo, y en el siglo XX, Jorge Luis Borges escribió que desde el romanticismo, posiblemente no había un sentimiento nuevo.

En esas veinticuatro horas en que iba a dejar mi apartamento con una de las mejores bibliotecas privadas de Montevideo, a mis numerosos y adorados alumnos, mis colecciones raras, mis tesoros sentimentales (soy simbólica y ritualista) a mi madre y a mi hermana, con quienes no vivía, pero a las que adoraba, a mis amigas y amigos (los pocos que todavía no estaban presos, desaparecidos o exiliados) sólo se me ocurrió salvar mi querida máquina de escribir Remington (un modelo moderno, solo tenía diez años de antigüedad) y cientos de folios de colores de papel cebolla. Eran las dos cosas que me hacían sentir segura.

* Fragmento.

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