Tres historias marcadas por la búsqueda de un mundo mejor

Tres historias marcadas por la búsqueda de un mundo mejor

Sus luchas son distintas, pero las unen la convicción y el compromiso de hacer ya de este planeta un lugar más óptimo para sus hijos.

“¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos?”, hemos escuchado siempre. A ellas, esta cuestión les parece obsoleta. No hay mañana. Es hoy. El planeta dice basta. Sus recursos se agotan y el tiempo de reacción se reduce cada día que pasa.

Están convencidas de que tienen un rol fundamental desde la maternidad, tanto en educación como en consumo. Son muchas las mamás que reivindican los valores basados en el respeto a la Tierra y sus recursos. Para esta nota elegimos tres historias: las de Magdalena, Jesús y Beatriz.

Sus luchas son distintas. Sin embargo, la convicción es la misma: cualquier aporte que pueda hacerse, por más pequeño que sea, es esencial ante los retos que plantea el cambio climático. Por eso, el hogar es para ellas el principal campo de acción. Y en esa lucha cotidiana, han encontrado una conexión mas que especial con sus hijos.

Doble tarea

Magdalena Sorondo es la mamá de Amanda, de nueve años, y de Nío, de cuatro. Es fotógrafa y es una de las fundadoras de SOS Tierra, una ONG que nació hace seis años con el objetivo de alentar a las personas a replantearse hábitos cotidianos y a elegir opciones que cuiden nuestra salud y la del medio ambiente. Se encargan de promover el consumo consciente con charlas, talleres y actividades para sus seguidores, abiertas al público en general.

A Malu, como le dicen sus conocidos, siempre le interesó la ecología. Pero sobre todo, el poder hacer algo para ayudar a cambiar lo que no le gustaba o lo que creía injusto. “La idea es no quedarse en la queja, sino tomar una posición activa”, reflexiona la mamá, de 41 años. Antes de movilizarse por el ambiente, se desempeñaba en un merendero adonde hacía tareas de alfabetización.

“Ser mamá y ser ambientalista al mismo tiempo es hermoso. En nuestro caso eso hizo que tengamos una conexión especial”, señala. En su casa los chicos saben perfectamente cómo separar la basura, tienen en claro que deben cuidar cada gota de agua que sale de las canillas y hasta preparan su propia pasta de dientes. Cada vez que salen de paseo, llevan una bolsita en la que levantan basura.

“Todas nuestras salidas son para aprovechar la naturaleza, para estar en contacto con ella. Pienso que disfrutarla es la mejor forma de valorarla”, sostiene.

Plantan árboles y flores, cuidan una huerta de donde sacan el alimento que ponen en los platos. Y tratan de llevar una alimentación muy saludable. “Desde que eran muy chicos opté por hacer todas las actividades ambientalistas con ellos. Aunque fue mucho más trabajo, una doble tarea, quería que sean parte de eso”, confiesa la mamá, que es oriunda de Buenos Aires. Llegó por primera vez a Tucumán los 22 años. Entonces, conoció Amaicha del Valle y se quedó a vivir ocho meses ahí. Después de un tiempo, volvió para instalarse en nuestra provincia.

Malu confiesa que no siempre es fácil ser mamá ecológica. “Algunas veces mi hija me dice que se siente diferente cuando, por ejemplo, lleva su propia comida saludable en un tupper mientras todos sus compañeros compran en el kiosco. Pero ellos se van amoldando. Y esos valores que incorporan desde pequeños se vuelven inquebrantables”, remarca, orgullosa de que sus niños disfruten y cuiden su gran hogar, el planeta tierra.

Un modo de vida

Beatriz Velásquez llegó hace 11 años desde Colombia. Se mudó a Tucumán por amor y en sus valijas también trajo su pasión por la ecología y el cuidado del medio ambiente. Para ella es un modo de vida, y desde que es mamá también se ha convertido en una forma especial de conectarse con sus hijos, Juliana, de ocho años, y Santiago, de cuatro.

Beatriz es bióloga, docente y coordinadora del Área de Biodiversidad en la Fundación ProYungas, una ONG que promueve el Desarrollo Sustentable a través de distintas acciones. Desde ese lugar, hace planes de manejo de áreas desprotegidas, sobre todo para cuidar la flora y la fauna local.

Sobre la misma base, intenta educar a sus hijos. En su casa hacen reciclaje, separan la basura y tienen una huerta. Además, ponen frutas en el patio para que se alimenten los pájaros. “Hay que preparar a los chicos para sean más conscientes del cuidado del planeta y tengan más valores relacionados a la naturaleza”, señala.

El modelo de consumo actual es insostenible. Por eso, según Velásquez, hay que consumir y tirar lo menos posible. Y enseñarles a reciclar. También incentivar el debate sobre el clima y sobre lo que uno puede hacer en las conversaciones cotidianas. Cree que la maternidad y el cuidado del medio ambiente son más que compatibles. Tanto, que en su caso, ya se ha convertido en una forma de vida.

Huerta: un recurso para conectarse con la naturaleza y con los hijos

Cada día, es una de las actividades favoritas: la mamá y las dos niñas trabajan entre los cultivos. Lo que cosechan va directamente a la mesa. A las pequeñas les gusta probar todo lo que sacan de la tierra. También colaboran para hacer compost casero.

María Jesús Lami tiene 34 años y es otra de las mamás súper comprometidas con la ecología. Tiene una nena de casi dos años, Dominga, y una hija del corazón, Amanda, de 10. Está convencida de que hay una alternativa mejor para la salud y el medio ambiente. Se refiere a las huertas agroecológicas, un recurso ideal que puede servir para conectarse con los hijos y la naturaleza.

Tres historias marcadas por la búsqueda de un mundo mejor

“Poder elegir lo que queremos consumir, ser conscientes de lo que ponemos en el plato y educar a nuestros hijos sobre esto es importantísimo”, sostiene Lami, que es biotecnóloga, doctora en Ciencias Biológicas y especialista en fitorremediación. Tiene un emprendimiento familiar desde donde enseña a hacer huertas ecológicas.

También es vicepresidenta de la Asociación Agroecológica. En ese espacio, junto a otros productores y artesanos locales, organizan un mercadito agroecológico y apoyan todo tipo de proyectos relacionados al cuidado del medio ambiente. Ella dicta charlas a niños y niñas de distintas edades para enseñarles cómo se hace una huerta en casa y cuál es su importancia.

“Mi deseo es que todas las frutas y verduras que podamos llegar a comer o consumir sean saludables, libres de sustancias como los agroquímicos”, resalta Jesús. Considera que en ese mismo camino es fundamental educar a sus hijas para que les guste todo tipo de alimentos sanos. Por eso, cada día le prepara un jugo verde que contiene frutas y verduras. También utilizan cosmética natural y clasifican los residuos.

“Creo que educar sobre el respeto al medio ambiente es fundamental y más cuando se puede hacer desde casa. La conciencia te lleva a hacer las cosas bien, uno va incorporando conceptos ambientales muy sencillos, como la generación del compost o aprender a consumir alimentos de estación. Sobre todo, esto sirve para ir reconociendo la importancia del impacto que tienen las acciones individuales”, evalúa la profesional.

Aunque le preocupa la crisis ambiental, Jesús tiene mucha fe en los chicos. “Veo un cambio en los jóvenes y niños. Ellos están cada vez más involucrados con las causas ecológicas. Sí me aflige en ellos la mala alimentación; los padres debemos involucrarnos más para lograr un cambio saludable en ellos”, opina.

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