Mes Mundial de la Fertilidad: “En cuestiones de fecundidad, el tiempo es oro”

Mes Mundial de la Fertilidad: “En cuestiones de fecundidad, el tiempo es oro”

Especialistas y padres cuentan la experiencia de abordar problemas de infertilidad. Lo físico, lo emocional y lo cultural. Prevención.

SE CUMPLIÓ EL SUEÑO. Entre los brazos de Mariana y Marcelo, Amaro  celebró ya sus tres años en diciembre. SE CUMPLIÓ EL SUEÑO. Entre los brazos de Mariana y Marcelo, Amaro celebró ya sus tres años en diciembre.

No es un castigo ni una condena; no tiene por qué ser una tragedia; tampoco motivo de sentimientos de culpa ni de vergüenza (pero lo es)... La infertilidad ha sido reconocida como condición de salud, y su abordaje está reconocido por la Ley de Reproducción Médicamente Asistida (26.862).

Lo sabe, lo vivió y lo agradece Mariana Ruiz (39). Por eso, en este Mes Internacional de la Fertilidad, dedicado a crear conciencia sobre su cuidado, las posibilidades de lograrla y los derechos al respecto, aceptó compartir su historia. Cuenta que durante unas vacaciones en Córdoba se enamoró de Marcelo García. Ella tucumana y el de Santa Fe, al principio su relación se basó en viajes de ida y vuelta, hasta que Marcelo se vino a Tucumán en 2014. “En septiembre de 2015 nos casamos”, cuenta feliz (y manda una foto por Whatsapp).

Soñaban con ser padres, pero sabían que probablemente no fuera fácil. A ella le habían sacado quistes de un ovario y tenía una sola trompa de Falopio. Así que cuando el tiempo pasó y el bebé no llegó no dudaron. No tenían obra social, así que acudieron a la Maternidad, donde desde 2013 (año de la sanción de la ley), funciona el Servicio de Medicina Reproductiva. “La consulta a tiempo es la mejor decisión -recomienda el ginecólogo Pablo Oliva, a cargo del servicio-. Hay que pensar que en cuestiones de fecundidad, el tiempo es oro”,

Definamos “tiempo”

“Empecemos por aclarar conceptos. Se considera que se está ante un caso de infertilidad cuando pasó un año y no se logró un embarazo a pesar de haber mantenido relaciones sexuales sin usar métodos anticonceptivos”, resalta Oliva y destaca que lo primero que se tiene en cuenta como causa es la edad de la mujer.

“Esto porque los ovocitos tienen la edad de su portadora; se formaron dentro del útero de -digamos- ‘la abuela materna’ del futuro bebé”, explica Federico Bonilla, especialista en embriología y director del Laboratorio de Baja y Alta complejidad del servicio. “Por eso el tiempo de espera antes de planearse “por qué no podemos” se reduce a 6 meses si la mujer es mayor de 35 años”, agrega Oliva.

“Sucede que con el paso del tiempo, la reserva ovárica disminuye no sólo en cantidad sino también en calidad”, resalta, y Bonilla agrega: “después de los 38 años, el 80 % de los ovocitos puede tener alteraciones cromosómicas”.

“Pero la edad de la mujer no es la única causa, y a los varones nos cuesta mucho aceptar esta idea: también podemos ser quienes necesitamos el tratamiento”, advierte Bonilla y resalta: “entre los varones, el esperma es más sano antes de los 41 años”.

Cómo cuidar la fertilidad

“Son cruciales los controles ginecológicos anuales desde la adolescencia, y en especial desde que se inicia la vida sexual”, destaca Oliva. Además de cuidar la salud y prevenir posibles problemas, es una instancia importante para la planificación familiar. Estos controles anuales permitirán también detectar problemas (como los quistes de Mariana) y tratarlos.

“Y en estos tiempos en los que las mujeres con frecuencia deciden postergar la maternidad, estas charlas con el especialista permiten también la posibilidad de pensar en la vitrificación de óvulos”, añade Bonilla.

Ambos explican que los problemas para concebir pueden ser asimismo una cuestión de peso: la obesidad (o estadios anteriores de sobrepeso) pueden alterar la ovulación. Y también con lo que llaman hábitos tóxicos: consumo de alcohol, tabaco y anabólicos, y/o exposición a agroquímicos y pesticidas pueden producir alteraciones en la espermatogénesis.

Y hay también opciones para que las personas que tiene cáncer no se vean obligadas a renunciar a los hijos.

“Congelamos ovocitos de pacientes jóvenes con algún tipo de neoplasia y los resguardamos durante el tratamiento oncológico”, explica y agrega: “incluso podemos proteger la fecundidad de las niñas prepúberes en caso de cáncer. Se toma tejido de la corteza ovárica y se congela. Cuando la niña termina su tratamiento, la corteza se reimplanta, y los ovarios recuperan su función hormonal y reproductiva”.

La técnica más moderna, van explicando a dúo, se llama vitrificación; es utlrarrápida y se utiliza nitrógeno líquido a -196ºC. “Todos los tejidos preservados se mantienen el tiempo que sea necesario, porque el procedimiento detiene el proceso metabólico”, agrega Bonilla.

¿Por qué no podemos?

Como Mariana y Marcelo, en Argentina (y en el mundo) el 15%  de las parejas tiene algún tipo de trastorno de fertilidad. “Y las causas están repartidas: en  40 % de los casos son masculinas (contra lo que el imaginario supone), en otro 40% son femeninas; en un 15 % de los casos son mixtas y hay un 5% sin causa aparente”, resalta Oliva.

En los varones, las causas más frecuentes de infertilidad son baja cantidad de espermatozoides, pero también que estos sean lentos o -como explicamos- que tengan algún daño morfológico. “Algunos varones no liberan espermatozoides por la uretra, sino que los expulsan hacia la vejiga (retroeyaculación)”, explica Bonilla y destaca que lo más grave es la azoospermia (no hay gametos en el semen), que ocurre en el 3% de la población masculina.

En las mujeres, además de la edad, influyen la obstrucción de trompas, trastornos endocrinológicos... y, como también le pasó a Mariana (en ella la edad no  era problema), una enfermedad llamada endometriosis, que tiene  una prevalencia cercana al 10%.

Es crónica y a menudo progresiva; se debe a que tejidos y glándulas endometriales aparecen fuera de la cavidad uterina, y afecta los ovarios, pero también el peritoneo, los intestinos y la vejiga”, explica Bonilla. “Puede causar dolor al menstruar, durante las relaciones sexuales, la ovulación y/o al orinar; sangrado uterino... e infertilidad”, agrega.

No se puede curar, y por eso -señalan ambos especialistas- es clave saber que se da hasta en el 50% de las mujeres infértiles.

“Detectarla rápido y tratarla permite atenuar efectos e impedir que evolucione; se usa tratamiento hormonal, y en casos muy severos, cirugía”, agrega.

Mariana lo sabe bien. Entre la endometriosis y el tratamiento de fecundación invitro recibió, además de anticonceptivos orales para normalizar los períodos, 67 inyecciones de hormonas (“sí, las tengo registradas; como cada paso de este camino”, cuenta); camino que fue largo y con muchos altibajos. “Por suerte -destaca- el equipo de la Maternidad fue maravilloso”. “Por suerte -insiste- porque la ansiedad era terrible. Y el miedo...”. Pero no se queda ahí, y enumera otras emociones que -destaca Sofía Casella, jefa de la Unidad de Salud Mental de Maternidad y especialista en Psicología de la Reproducción Asistida de la Sociedad edad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer)- se asocian al hecho de querer concebir y no poder: incertidumbre, angustia, ansiedad, tristeza, culpa, frustración.

“Uno llega a pensar ‘que se busque otra mujer que pueda tener hijos’”, agrega Mariana, y recuerda lo importante de la ternura y las palabras de Marcelo: “no llores hasta que no te digan que no”.

“Desear un hijo y no poder tenerlo es una experiencia considerada estrenaste para el 90% de las personas implicadas. Y el impacto llega a diferentes esferas de la vida: social, económica, sexual y emocional”, explica Casella. “Es importante reconocer estos cuadros como propios de un desajuste emocional, y no como alteraciones psicopatológicas”, agrega.

“Dados mis antecedentes fui directamente a tratamiento de alta complejidad”, va cerrando el relato Mariana y su voz crece en emoción. El 5 de abril de 2017, por fin, todo estuvo listo y se hizo la transferencia de embriones.  Tuvo que hacer reposo, resistir a unos primeros resultados  de laboratorio y a un sangrado que acrecentó los miedos. “Después supe que puede ocurrir; lo llaman sangrado de implantación”, cuenta. Pero el segundo laboratorio dio bien; muy bien. Y ese día le dijeron: “a partir de aquí, este es un embarazo normal”. Así fue: el 16 de diciembre de 2017 nació Amaro. Y entonces, todo el miedo, la frustración y la culpa desaparecieron


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