La virtualidad desmotivó a los estudiantes universitarios

La virtualidad desmotivó a los estudiantes universitarios

Jóvenes tucumanos dan testimonio de las dificultades que deben afrontar para continuar el curso de su carrera de modo virtual.

La cuarentena, el aislamiento y los distintos protocolos que impuso el coronavirus implicaron, entre otras cosas, una disrupción en el sistema educativo que, sin tiempo para ensayos o pruebas, obligó a estudiantes y docentes a aggiornarse a la nueva modalidad.

Si bien, a priori, muchos jóvenes destacaron la posibilidad de continuar con sus estudios de forma virtual, a más de un año de la pandemia expresan una sensación generalizada de desmotivación y estrés asociado con esta nueva modalidad de cursado.

Según describen los estudiantes, las percepciones se conjugan en un ciclo que inicia por la ansiedad que implica seguirle el ritmo al nuevo sistema, donde luego aparece una sensación de estrés que se combina con la frustración por no alcanzar las metas básicas del cursado. El proceso final está signado por una desmotivación generalizada.

“Por un lado, agradezco tener la posibilidad de seguir cursando y rindiendo. Por el otro, siento que el contexto actual influye a la hora de cursar, porque no es algo que elegimos, sino que se nos impuso. Además, no se sabe cuánto va a durar esta incertidumbre, si nos vamos a recibir sin volver a pisar la facultad y miles de cosas que uno piensa generan desmotivación y desinterés”, reconoce Eliana Ysa, estudiante de Comunicación Social. Agrega: “es angustiante la situación, me encantaría poder compartir con mis compañeros y profesores, es distinto lo que se vive en el aula. Nunca me adapté al 100% a la virtualidad”. “Cursar a distancia me produce angustia, ya que no logro concentrarme, es muy fácil perder el hilo y la atención en la virtualidad”, subraya Eliana.

Decenas de archivos que se “apilan” en la computadora, entregas que se vencen y listas de reproducción de videos académicos que extienden cada vez más son algunas de las preocupaciones entre los universitarios.

Sofía Lescano, estudiante de Biotecnología, coincide: “La ansiedad y el estrés estuvieron presentes desde el inicio de la pandemia. Situaciones como conocer las extensas condiciones para regularizar una materia de forma virtual, los métodos evaluativos, la cantidad de contenido entre videos, PDF y libros así como la falta de tiempo para poder realizar otras actividades que permitan despejarme ha impactado demasiado en la salud mental. No es fácil pasar más de 12 horas sentada frente a una computadora”.

Para sofía, la dificultad principal fueron las evaluaciones virtuales. “Rendir más de 30 preguntas en 10 o 15 minutos ha sido casi imposible, no todas las materias se han manejado de esta forma, sí la mayoría, más que una evaluación de conocimientos es una carrera contra el tiempo”, afirmó.

“Lo más difícil es estar frente a una pantalla tantas horas por día. En mi caso, curso mañana y tarde, así que mi día empieza y termina frente a la computadora. También complica la falta de intercambio con compañeros y docentes. La videollamada ocupa ahora el lugar del cursado cotidiano, del encuentro en el taller, en las galerías, en los patios o en el bar de la facultad, y siento que esta nueva modalidad no podrá sustituir la sensación de estar verdaderamente presentes”, sostuvo Virginia Ávila, estudiante de Arquitectura. Ávila considera que la ansiedad y el estrés se deben al encierro y a no ver a otras personas.

Por su parte, Germán Agudo, de 22 años, alumno de la licenciatura en Química de la UNT, describió que uno de los grandes retos fue cursar en soledad. “Eso me da tristeza”, dice. “Sentí mucha ansiedad y estrés por la virtualidad cuando estaba cursando una materia en la que no entendía las explicaciones, tal vez porque los docentes no estaban preparados para estos cambios rotundos, y no nos podían brindar las herramientas adecuadas”, contó. “Mi experiencia es, dentro de todo, buena, pero nunca va a llegar a igualarse con el sistema presencial”.

Elementos claves

El psicólogo Lucas Haurigot Posse, especialista en adolescentes y jóvenes, explica que lo que describen los estudiantes se relaciona con dos elementos claves: la exigencia de la concentración y el cansancio emocional.

“Las clases, reuniones o cualquier otra actividad virtual genera un cansancio mayor que cualquier actividad presencial. En la virtualidad uno debe estar más atento, más concentrado y teniendo en cuenta un montón de otros factores, como la conexión a internet, el dispositivo, la modalidad de la plataforma, la conexión de la otra persona, si la clase se traba, se congela, etcétera. Es decir, a todas esas cuestiones contextuales que lo hacen a veces un momento de extremo estrés”.

“Sumado a que muchas veces no se cuenta con lugares en la casa con cierta privacidad o en donde los otros integrantes de la familia no distraigan. Son muchos elementos a tener en cuenta y todo esto repercute en el rendimiento”, agregó. Y advirtió: “Esta virtualidad nos pone en un estado de constante alerta, de estar conectados todo el tiempo y estar atentos en cualquier horario a que nos manden información, trabajos y/o requerimientos. Esto provoca un gran, reitero, cansancio emocional que mucha veces se traduce en desmotivación, enojo frustración y gran fatiga”.

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