Los cien años de Fernández Muro, un moderno intrépido

Los cien años de Fernández Muro, un moderno intrépido

Este es el último artículo que escribió el ex presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes, fallecido la semana pasada. Fue un destacado colaborador de este suplemento.

DE ALLÁ Y AQUÍ. Aunque nacido en España, Fernández Muro era argentino en el sentir, en el hacer y en su rebeldía. DE ALLÁ Y AQUÍ. Aunque nacido en España, Fernández Muro era argentino en el sentir, en el hacer y en su rebeldía.
18 Octubre 2020

Por Jorge Taverna Irigoyen

PARA LA GACETA - SANTA FE

Nació en España (1920) y terminó sus días en España (2014). Sin embargo, al artista José Antonio Fernández Muro se lo puede considerar argentino, más allá, claro está, de haberse naturalizado como tal a pocos años de llegar al país con su familia. Argentino en el sentir y en el hacer, en la forma de comunicar el arte, en la rebeldía sana y elegante. Y también en la manera de sufrir los cambios estéticos y las revoluciones interiores de las formas sin un grito.

Estudió en Buenos Aires con Vicente Puig y de la figuración partió tempranamente a una inconformista indagación de las formas. Así, en 1952 abandona definitivamente la figuración y entra con un ímpetu singular al mundo de la geometría. Muy buen colorista, esas otras formas netas le abren los ojos a otro universo.

La efervescencia artística porteña lo ubica en un grupo de Arte Moderno junto a protagonistas como Tomás Maldonado, Ennio Iommi, Lidy Prati y Sarah Grilo, quien será su esposa y compañera de vida. Con ellos y el crítico Aldo Pellegrini dialogan mucho y exponen en el país, Chile y Brasil. Después de compartir acciones durante un lustro, el grupo se disuelve en 1957.

La rueca de la vida

En 1960 obtiene la beca Guggenheim y se instala en los EE.UU. Al regreso a Buenos Aires en 1962, su obra es expuesta y cotizada en galerías como Bonino, Viau. Es el año en que, en la Bienal Internacional de IKA, Córdoba, obtiene el Premio Herbert Read.

En 1970 deciden con su esposa instalarse en Madrid. Y a poco, abren un segundo taller en París. Trabajan en las corrientes abstractas y sus obras se exhiben internacionalmente en las grandes salas del MoMA, el Guggenheim, el Museo de Arte Moderno de Cuenca. A esta altura de su quehacer, Fernández Muro posee una formación estética e intelectual sólida, conformada por estudios con el gran teórico Pierre Francastel y especialistas del Louvre.

Siendo director del Museo Nacional de Bellas Artes Jorge Romero Brest, se abre una gran muestra intitulada Grupo de los Cinco que integran, además del artista y su esposa, Clorindo Testa, Kasuya Sakai y Miguel Ocampo. La misma da pie a que el grupo continúe exponiendo con éxito en otros ámbitos del país. Son años en que participa de las Bienales de San Pablo y Venecia.

Obra con huella digital

En la abstracción lírica que conjuga ritmos y transparencias pueden auscultarse trasfondos de Vasarely. Y ciertas propuestas de Albers en la jerarquización del cuadrado. Pero los planos de Fernández Muro tienen su sello propio, su huella digital cromática: azules tímbricos, muy puros, rojos tenebrosos en su luz intermedia.

De pronto, en la materia quieta, la calificación de los graffitis, el sello de una letra, la formulación incierta de varios números. Es la rémora del mundo de la publicidad, la calle que grita. Otro espacio a indagar.

Y no es que el artista pase de un extremo al otro de la expresión. Sí en cambio la necesidad -necesidad imperiosa, en su caso- de retratar las dos caras de un universo/imagen en el que el orden y el equilibrio pueden compartir espacios con la ruptura y la fricción.

En su centenario, oportuno es ubicarlo como uno de los artistas que concibieron obra nueva y potente en el panorama del país.

© LA GACETA

Perfil

Jorge Taverna Irigoyen nació en 1934, en Santa Fe, y murió la semana pasada en su ciudad natal. Fue crítico de arte, periodista, escritor, investigador, profesor, médico cirujano y sanitarista. Auténtico humanista, ingresó a la Academia de Bellas Artes a los 28 años como académico delegado para convertirse años más tarde en académico de número y luego en presidente de la institución. Fue director de Cultura de la provincia de Santa Fe; presidente de la Asociación Santafesina de Escritores; fundador del Museo del Médico de Santa Fe; miembro y asesor de la  Asociación Internacional de Críticos de Arte de París, la Asociación Argentina de Críticos de Arte y la Fundación Miguel Lillo; y docente en  la Universidad Nacional del Litoral, la UCA y nuestra UNT.  Entre las múltiples distinciones que recibió, pueden mencionarse la designación de ciudadano ilustre de Santa Fe y los premios de Adepa, la Asociación Argentina de Críticos de Arte, Rotary Internacional, el Santa Clara de Asís y el Pablo Picasso de ensayo. Integró la redacción del diario El Litoral y fue colaborador de LA GACETA Literaria. Autor de una obra conformada por más de 30 títulos, trabajó hasta sus últimos días dejando en prensa, de manera póstuma, su último libro, Adiós a los últimos maestros del arte (Universidad Nacional del Litoral).

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