Cartas de lectores

Cartas de lectores

En recuerdo de Jesús Amenábar.

- Dolidos pero orgullosos

Hoy nos conmueve profundamente el fallecimiento del doctor Jesús María Amenábar, distinguido profesional y gran persona. Es reconocida su trayectoria docente en el ámbito académico de la Facultad de Medicina y su vocación de servicio, lo que evidenciaba en el trato a sus pacientes. Entregó su vida en lucha heroica y desigual en una pandemia que nos enluta. La partida de este médico admirable nos convoca a la reflexión e imaginamos la desazón de todo el personal de los hospitales que día a día está al pie del cañón en una lucha heroica y sin tregua para salvar vidas. Ellos merecen nuestro reconocimiento y una respuesta del Gobierno, que tiene la obligación de proteger la salud, atender la educación y garantizar la justicia y la seguridad; si esto se cumpliese evitaríamos pérdidas irreparables en estos ámbitos, encaminándonos hacia una república seria y creíble, y donde la corrupción que hoy nos agobia fuese sólo un mal recuerdo. La muerte del doctor Amenábar nos hiere profundamente en nuestra sensibilidad de tucumanos y a la vez nos enorgullece su accionar de hombre de bien y excelente profesional. Vaya esto como humilde homenaje para él y mis condolencias junto a mis oraciones para su familia.

María del Valle Zelarayán


Avenida Sáenz Peña 81
 - San Miguel de Tucumán


- No politizar las honras

Me ha producido una gran tristeza e indignación los proyectos de los legisladores para homenajear y honrar al doctor Jesús María Amenábar, coincidiendo en el homenaje, pero no en el hospital. Considero inadecuado utilizar esta situación para politizarla. El doctor en su vida práctica, ha realizado lo mismo que dejó en su carta de despedida el Dr. Favaloro: “quizás el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario, se castiga”. Solicito dejar que los homenajes y las honras; las hagamos desde el afecto, humanísticamente, los colegios de profesionales de la salud y las instituciones donde tanto sembró: Facultad de Medicina y su querido Hospital Centro de Salud Zenón Santillán, entre otras.

María Margarita Vece de Reynaga


- Dar medios y no desinformar

El mejor homenaje que le podemos hacer doctor Amenábar es luchar por la vida de los argentinos. Escuché decir que pedía que no le pongan el respirador; ello me hizo mucho ruido por cuanto el ministro de salud Ginés González García se obsesionó por comprar muchos respiradores y así fueron dados creo a nuestra provincia; ¿Pero por qué usted pedía ello? Es que así leí también que el 90 % de los pacientes que fueron a respirador murieron por el borotrauma. Si Miroli hubiera sido ministro de Salud otra hubiera sido la historia; y repito, gracias doctor Miroli por decirnos la verdad: el virus es gordo y perezoso, cae al metro y medio y muere con agua y jabón. En lugar de comprar tantos respiradores, ¿por qué no se informa? ¿Sirven o no los respiradores? Señores ministros de Salud, para salvar vidas se debe saber, no basta solo con comprar respiradores, es necesario informar y enseñar, así como nos enseñó el doctor Miroli. “Una persona estornudó, cayó el virus a un metro y medio pero yo vengo dentro de tres días y toco ese pasamanos y podría estar el virus. Es por eso que el lavado de manos es esencial antes de llevarlas a la boca, los ojos o la nariz, porque el virus por la piel no penetra”. “Jabón, jabón”.Es necesario información, limpieza, equipamientos, remedios, dar medios a los sanatorios, asistencia media a los enfermos por covid. Por el doctor Amenábar, quien dio su vida, es nuestro público homenaje y mi repudio a los que nos desinforman.

María Ofelia Sal
maria


- La grieta

Llevo a cuestas 76 abriles, 45 de los cuales pasé frente a los claustros universitarios poniendo mi granito de arena para formar ingenieros. Han pasado por mis retinas gobiernos de distintos colores como así también dictaduras, pero nunca he visto a mi Argentina partida en dos -por no pronunciar la tan utilizada palabra grieta-. A tal punto que hasta lo incluyeron al Dr. Amenábar, de cuya hombría de bien nadie duda -en eso concluyen tanto el oficialismo como la oposición-. Pero... la grieta está en quién gana la puja de cuál será el hospital que lleve su digno nombre. Y eso queda en manos de la Legislatura. Por un lado el oficialismo argumenta que es el Hospital Zenón Santillán el que debe llevar su nombre, debido a que el eximio profesional allí ha desarrollado su tarea (¿acaso el Dr. Kirchner lo hizo en el hospital que lleva su nombre?). Nuestro ex Presidente lleva su nombre en numerosas calles, plazas, centros culturales a lo largo y ancho del país, por lo que no sería una deshonra retirar su nombre y reemplazarlo por el de Amenábar. Caso contrario, habría que desplazar el nombre del Dr. Zenón Santillán, tucumano e intendente de nuestra ciudad y que como único recordatorio está el hospital que lleva su nombre. Por ello pido a los legisladores que no voten por solidaridad partidaria sino pensando en héroes tucumanos -anónimos para otras provincias- y dispongan del nombre de Dr. Jesús Amenábar al hospital Kirchner. Con esa actitud habremos contribuido a cerrar una pequeña porción de la grieta.

Antonio Francisco García


- Un monumento

Leo que continúan las discusiones en cuál sería la mejor forma de efectuar el homenaje al Dr. Amenábar. Si acepto las críticas vertidas por el lector Arturo Zelaya en cuanto a que le parece fuera de lugar e ingenuo –hasta le agregaría de ignorante– mi pretensión de esperar a que se construya un nuevo hospital para recién homenajear con el nombre del doctor a este nosocomio. Sí me parece bien que se aproveche algún CAPS sin nombre para honrar su memoria. Me dicen que su carrera como médico fue en el hospital Centro de Salud Z. Santillán; cambio mi propuesta de un hospital (hasta que algún día se construya) por un espacio (10 m por 5 m o algo aproximado) a la entrada de este nosocomio donde se pueda levantar un monumento en su memoria, que puede ser un busto del doctor o algo simbólico que lleve su nombre, incluso con una “llama votiva” como lazo de unión del pensamiento de los tucumanos y/o que también sirva en homenaje a todos los profesionales de la salud (médicos, enfermeros, etc.) que dejaron su vida por esta pandemia. Cuántos arquitectos o artistas que conocieron al doctor estarían dispuestos a confeccionar el proyecto de este monumento, el cual ya no sería tan costoso como la construcción de un hospital. Además, reitero el ofrecimiento de mi anterior carta.

Jorge Demetrio Assis


- Jesús y la bioética

Jesús Amenábar se fue. Un hombre completo y genuino a la vez que polifacético. Como médico, hizo lo que debía hacer, lo hizo bien y en demasía. Como hombre se mantuvo fiel a sus creencias y valores hasta el último momento de su vida. Supo, parado en la realidad, de la desaparición progresiva del hombre de la medicina y la política e hizo todo lo posible para tratar de evitarla o, al menos, retardarla. Y lo hizo hasta las últimas instancias. El avance que ha experimentado la medicina las últimas décadas ha planteado al médico, fundamentalmente a nuestra generación, nuevas formas de ejercerla y enfrentarse a problemas distintos para los que se nos había formado y hemos vivido otros problemas, enfrentándonos a los que teníamos otra idea del hombre, a tener que mirarlo a él y a su circunstancia de otra manera, apareciendo desde hace unos 30 años atrás a la presencia de la Bioética, que se preocupa de la integridad que lo rodea social, económica e ideológicamente. Jesús tuvo siempre en claro estos problemas que trascienden holgadamente al ser y su patología y que habían hecho del hombre un ser completo y comparativamente incomparable. De allí su peculiar forma de atender, operar y curar (o no, muchas veces como parte del vivir médico, personal y político que hicieron de él un ser que se ocupaba de la integralidad de aquellos confiados a su cuidado, los hombres y mujeres que son la razón de ser de nuestro desempeño. Se enfrentó a ese ser imponderable que constituye la persona, con sus sufrimientos, sus parientes, sus esperanzas, en fin, con la persona que cada uno de nosotros somos, rodeados de los que nos hacen serlo y que el sabía comprender personal, profesional y socialmente. No nos tratamos con frecuencia, salvo algunas palabras en los pasillos del sanatorio o en los ámbitos del quirófanos, enfrentados a los juicios de valor material, médico y espiritual que comprenda cada acto quirúrgico, pero aprecié su solvencia, su formación y su habilidad. Siempre entendió el alto valor que tiene una buena relación médico paciente en el entorno de ese proceso patobiográfico que es la enfermedad del otro y que muestra al menos cinco órdenes de realidad, que son el orden psicoorgánico (la enfermedad), el social (la familia, el sistema y el medio), el histórico (qué nos pasa, por qué nos pasa y qué queremos cambiar). Un factor fundamental en esta medicina que le gustaba disfrutar era “el del otro” (la política, la economía, el sistema, las necesidades sociales y laborales); en fin, la vida toda de los demás, como lo demostró hasta el ultimo momento de su vida. Por ello los “momentos” de su vida fueron el deber profesional frente a los enfermos, el deber social frente a la población de su país y el deber íntimo frente a sus actitudes, creencias y desempeño social y profesional. Fue un hombre cirujano que trató al paciente como “el sujeto” de la medicina y no un objeto de satisfacción personal, una patología rara o un caso rutinario más. Un hombre inmerso en la vida, que se hace permanentemente preguntas básicas e importantes a pesar de ser cotidianas; un cirujano que enfrentó a la naturaleza humana haciéndose preguntas que puedo resumir en cuatro: ¿Qué puedo pensar? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre? Te espero más allá del mundo de los hombres para poder hacernos estas preguntas y ver cuánto estamos de acuerdo en lo que un cirujano debe ser para ser “luz de la montaña y sal de la tierra”.

Armando M. Pérez de Nucci

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