El crimen de "Doña Rosa": los detalles espeluznantes de una sangrienta trama

El crimen de "Doña Rosa": los detalles espeluznantes de una sangrienta trama

Tercera parte.

El crimen de Doña Rosa: los detalles espeluznantes de una sangrienta trama

“La clave fue la paciencia”, aseguró el comisario retirado César Mario Jiménez al explicar cómo hicieron para esclarecer el “Crimen de Doña Rosa”, uno de los hechos más resonantes de los últimos 50 años. Un caso que, si hubiera ocurrido en estos días, habría cubierto páginas de los diarios de todo el país y provocado una invasión de móviles de los canales de Buenos Aires y de otras provincias cercanas. Fue una obra criminal diseñada por Julio César del Valle Scarone y ejecutada por sus seguidores Miguel Horacio Ledesma y Ricardo Héctor Sosa. Bautizados como “El trío de la muerte”, los homicidas acabaron con la vida del albañil Oscar Rubén Rivero (diciembre de 1990), del artista Ramón Okón (febrero de 1991) y de Rosa del Carmen Díaz de Alvarado (mayo de 1991).

EL “TRÍO DE LA MUERTE”. Miguel Ledesma, Ricardo Sosa y Julio Scarone, fueron acusados de cometer los crímenes. EL “TRÍO DE LA MUERTE”. Miguel Ledesma, Ricardo Sosa y Julio Scarone, fueron acusados de cometer los crímenes.

De paciencia tuvo que armarse Osvaldo Nieva, periodista de LA GACETA que fue elegido por el director del diario, Enrique García Hamilton, para llevar adelante la cobertura del caso. “Me llamó una tarde a su despacho. Me dijo que quería que investigara la desaparición de esa mujer. Tenía mucha confianza con él y le dije que no jodiera, que estábamos trabajando con (Rubén) Rodó en la fuga millonaria de dólares de un ingenio. Pero no hubo caso, no logré convencerlo. Antes de retirarme de su oficina, me dijo: ‘vaya que este será un gran caso’”.

El cronista, que se caracterizó por sacarle agua a las piedras en materia informativa, no le quedó otra que cumplir con la orden. “Durante dos meses recorrí las calles de San Antonio del Bajo buscando datos de una historia increíble, apasionante por su trama y por los personajes que la protagonizaron. Lo hacía en mi auto particular o visitábamos la zona con Osvaldo Arrieta, que era el chofer del diario. Muchas veces LA GACETA logró ir un paso delante de la Policía y de la Justicia. Al final me di cuenta que ‘Harry’ García Hamilton no se había equivocado. Él tenía esas cosas. Lo volvió a demostrar cuando meses después me pidió que viajara a Catamarca a cubrir la muerte de una joven que no era conocida: María Soledad Morales”, respondió irónicamente Nieva.

TESTIGO CLAVE. Osvaldo Nieva en la entrevista que le hizo a Fernando Sosa. TESTIGO CLAVE. Osvaldo Nieva en la entrevista que le hizo a Fernando Sosa.

La pesquisa

“Doña Rosa” desapareció misteriosamente de su humilde casa el 2 de mayo de 1991. La familia pensó que había decidido visitar a sus familiares de Mancopa y se demoró al menos cuatro días en hacer la denuncia en la comisaría de Banda del Río Salí. Los responsables de esa dependencia no lo pensaron mucho y enviaron el expediente a la Dirección General de Investigaciones que era dirigida por Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra. Pero su gente, que tenía fama de ser grandes detectives, hizo poco y nada para resolver el caso.

Aldo Alvarado, hijo de la mujer desaparecida, era policía. Conocía muy bien los movimientos internos de la fuerza y no dudó. Sabía que Jiménez, con el que había trabajado en el Comando Radioléctrico, había sido destinado a la Brigada de Investigaciones Este. Le pidió que ellos llevaran adelante la pesquisa por que los hombres de “El Malevo” habían hecho poco y no tenían ni una pista. El comisario Antonio Martín Miranda aceptó el pedido, pero aclaró que “trabajarían desde afuera” (extraoficialmente) porque no quería tener problemas con Ferreyra. Y eso hizo.

CLAVE. La carta hecha con letras cortadas de revistas de Scarone. CLAVE. La carta hecha con letras cortadas de revistas de Scarone.

Miranda formó un grupo de jóvenes oficiales para realizar esta tarea. Entre ellos estaba Francisco Picón, que llegaría a ser subjefe de Policía. “Lo primero que hicimos fue entrevistar a los miembros de la familia, los vecinos y las personas allegadas a la mujer. Encontramos varias piezas sueltas y nos llevó un tiempo colocarlas. Les decía a los muchachos que había que trabajar tranquilos, a paso lento, pero firme”, relató el ya retirado investigador. Giménez confirmó su versión y con tono de vergüenza, agregó: “en esos tiempos se trabajaba de otra manera. Había que conseguir resultados como sea y de manera urgente. Por eso este trabajo fue distinto”. Y los buenos resultados se obtenían, básicamente, a base de torturas. Un método que “El Malevo” llegó a imponer entre sus subalternos.

Entrevistas

Los hombres de la Brigada Este se presentaban en la casa de “Doña Rosa” y en la de sus vecinos. Así descubrieron un importante detalle: a la mujer le gustaba salir bien arreglada y cada vez que lo hacía, le avisaba a una mujer que vivía al frente de su casa. Pero ese 2 de mayo no hizo nada de eso. No se comunicó con la mujer y en su mesa de luz había dejado el reloj que siempre se ponía. Algo raro estaba pasando. Y esa sospecha creció cuando descubrieron que Rivero, el albañil que alquilaba un cuarto, que supuestamente se había marchado a Salta por cuestiones laborales había dejado su ropa y el documento en casa de “Doña Rosa”.

“Pensábamos que algo malo estaba pasando en el seno de esa familia. Y esos indicios crecieron con el correr de los días. Descubrimos que Scarone hablaba maravillas de ‘Doña Rosa’ cuando estaba con Amanda, su mujer, pero cuando ella no participada de la charla, le decía ‘viaja diabla’ y contaba todos los problemas que tenía con su familia política”, comentó Miranda.

El crimen de Doña Rosa: los detalles espeluznantes de una sangrienta trama

Cuando los investigadores pensaban que transitaban por el camino que los llevaría a esclarecer el caso, se presentaron dos insospechados obstáculos. La cartera con varias pertenencias de “Doña Rosa” fueron ubicadas en una desolada calle de Yerba Buena. Días después, en Lastenia, una vecina encontró una pistola con una carta envuelta. La misiva, que había sido escrita con letras recortadas de revistas y diarios, era nada menos que un pedido de rescate para liberar a la mujer. “Quedamos helados. Eso nos desubicó por unas horas, pero luego descubrimos que esas habían sido maniobras para desviar la pesquisa”, comentó Miranda en una entrevista con LA GACETA.

Alvarado, el hijo policía de la mujer desaparecida, se presentó en la Brigada Este. Allí confirmó que el arma que había aparecido con la carta era suya y que él se la había entregado a su madre para que se protegiera. También se apuró en aclarar que nunca nadie le había dicho que había sido robada de su casa. Otra vez los investigadores pusieron su atención en el círculo íntimo de la víctima. Otra vez se presentaron en la vivienda del barrio San Antonio del Bajo. “Fuimos con una sola misión, encontrar algo que vinculara a Scarone en la causa. Fuimos tres, me quedé hablando con él y los otros, después de pedir autorización, se fueron a su taller. Nunca me olvidaré que en ese momento me dijo que él consideraba que los policías tucumanos no éramos suficientemente inteligente para resolver este hecho. Pero lo que no sabía era que mis hombres habían encontrado las revistas donde recortaron las letras para armar la carta”, detalló. Después siguió la aprehensión de los integrantes del “Trío de la muerte”, la confesión de los tres crímenes y, por último, el hallazgo de los cuerpos.

El reportaje

Nieva, el periodista de LA GACETA, que realizó una investigación del caso, logró un importante acierto: entrevistar a un discípulo de Scarone que contó cuáles eran los verdaderos planes del sospechoso. “Una tarde de junio de 1990, después de la merienda, el señor me reveló que su suegra, doña Rosa, y su esposa Amanda habían querido matarlo y que Rivero tenía alguna relación turbia con ellas. ‘Tu deber –me dijo- es ejecutar a los tres. Primero tiene que ser la vieja. Como es muy andariega y vuelve tarde, es fácil seguirla. Cuando cruce el puente Lucas Córdoba, le das un golpe en la nuca y la tirás al río. Si no, la seguís de noche por el parque 9 de Julio. Nadie te verá’”, relató con voz serena Fernando Sosa, que estuvo cinco meses viviendo en la casa del artista.

Pero había más. El testimonio del joven que en ese tiempo tenía 20 años, continuó. “Después le tocaría el turno a Amanda y a Rivero. Planeaba llevarlos al altillo y simular que habían tenido una relación sexual. ‘Vos debés matarlo a tiros’, me ordenó. Le pregunté si tenía un arma, y respondió que podía conseguir una o dos pistolas”, agregó el joven que sería clave para esclarecer el hecho. Pero todavía quedaban muchos interrogantes por responder.

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