El crimen del tenista, segunda parte: un homicidio que parecía resuelto, pero...

El crimen del tenista, segunda parte: un homicidio que parecía resuelto, pero...

MOMENTO CLAVE. Los hombres de homicidios detienen a Jorge Luis Borges en su casa. MOMENTO CLAVE. Los hombres de homicidios detienen a Jorge Luis Borges en su casa.

Dos días después de haber desaparecido, el profesor de tenis Pablo Aiziczon, de 40 años, fue encontrado sin vida en el interior de su vehículo en un pasaje del Barrio Horco Molle, Yerba Buena, en marzo de 2011. Con el correr de los días, los médicos forenses confirmaron cómo había fallecido. Primero le dieron un golpe artero en la cabeza y después le dispararon dos veces. El o los homicidas, lo abandonaron.

El homicidio tenía, a primera instancia, un aparente sello mafioso. Los autores, como si se trataran de verdaderos profesionales de la muerte, intentaron borrar todas las evidencias prendiéndole fuego al auto de la víctima con su cuerpo en el interior. Envolvieron el cadáver con una manta y después lo cubrieron con una mediasombra que es de rápida combustión. Pero también dejaron en claro que de química no sabían nada. Como si fueran amateurs, los responsables del hecho no dejaron abierta ninguna ventanilla del Susuki Swift, por lo que al no haber oxígeno necesario, el fuego se consumió rápidamente.

Esa situación descolocaba a los investigadores de la división Homicidios que actuaban bajo las órdenes de los comisarios Miguel Gómez y Hugo Cabezas -actualmente forman parte del Equipo Científico de Investigación Fiscal (Efic)-, dirigidos por el polémico fiscal Carlos Albaca, que por la pandemia no fue enjuiciado por el rol que cumplió en la investigación de la desaparición y el crimen de Paulina Lebbos. A los policías sólo les quedaba armar el rompecabezas para dar con los autores del hecho y determinar el móvil del crimen que espantaba a los tucumanos.

La provincia vivía momentos complicados. Los índices de inseguridad seguían elevándose. Los homicidios en situación de robo engrosaban las peores estadísticas. La posibilidad de que Aiziczon haya sido asesinado para quedarse con sus pertenencias fue la primera hipótesis que se descartó rápidamente. La víctima, cuando fue visto por última vez, sólo llevaba en su poder unos $ 5.000 (unos U$S 1.000 de la actualidad) que en ese tiempo no era una cifra importante, sus raquetas, el celular y un reloj Omega.

Tampoco era un empresario importante del medio. Subsistía dando clases de tenis en la Unidad Sionista y tratando de conseguir un ingreso extra para lograr hacerse de más dinero. “Era un laburante que buscaba la manera de conseguir dinero extra”; explicó Pablo, uno de sus amigos más cercanos. Por lo que la posibilidad de que haya sido víctima de un secuestro extorsivo también fue rápidamente descartada. Además, nadie se comunicó con la familia exigiendo algún tipo de rescate.

ELEGANTE. Pablo Aiziczon tenía 40 años cuando fue asesinado. Era muy conocido y respetado en la provincia. ELEGANTE. Pablo Aiziczon tenía 40 años cuando fue asesinado. Era muy conocido y respetado en la provincia.

Hubo dos situaciones particulares de la vida privada del profesor de tenis que despertaron la atención de los pesquisas. Cuatro días antes de su desaparición, Aiziczon había probado suerte en un nuevo rubro. Se había hecho cargo de la cantina que vendió bebidas y comidas durante el recital que Joaquín Sabina brindó en la provincia. ¿Podría haber molestado a alguien que incursionara en ese negocio? ¿Habría perjudicado a alguien? ¿Se habría quedado con alguna deuda por ese emprendimiento? Esa fueron algunas preguntas que se hacían los policías. “Estaba contento y entusiasmado porque le había ido bien en ese emprendimiento. Por ser la primera vez, le salió bien, ya que obtuvo ganancias y no se quedó con ninguna deuda”, aclaró Fernando Aiziczon, su hermano, palabras que fueron corroboradas por los hombres de la fuerza.

El detalle más polémico de la investigación surgió cuando el personal de la división Homicidios descubrió la agitada vida sentimental que llevaba el fallecido. Simpatico, “fachero” y elegante, Aiziczon, pese a estar en pareja con Virginia Marcolongo, habría tenido varias relaciones. Las amistades, públicamente no decían casi nada, pero dentro de las oficinas de la fiscalía de Albaca aportaban nombres de mujeres con las que se habría relacionado. Hasta la misma familia aportó un dato clave: el profesor de tenis había sido amenazado por un empresario (su nombre nunca trascendió) por haber conquistado a su mujer. Analizar toda esa información, tarea que estuvo a cargo del joven oficial Javier Hidalgo, generó escándalos y provocó alguno que otro divorcio. “Era una persona muy conocida en ambientes importantes de Yerba Buena y de la capital”, señaló Pablo.

EL LUGAR. La vivienda del barrio Ciudad Parque donde fue asesinado a balazos el profesor de tenis. EL LUGAR. La vivienda del barrio Ciudad Parque donde fue asesinado a balazos el profesor de tenis.

Duro trabajo

Los días avanzaban y el hermano de la víctima aportó un dato clave. Descubrió que uno de los últimos llamados que había realizado Pablo era a una tal Claudia, una mujer a la que no conocía ni había sentido nombrar. Fernando Aiziczon se comunicó con ella y, después de haberse identificado, le cortó y luego le apagó el teléfono. No dudó un instante y aportó el número a los pesquisas.

Homicidios era una de las últimas divisiones que se habían creado en la fuerza. Allí prestaba servicio el novato oficial César Agüero, el primer especialista en temas informáticos. A él lo “encerraron” en una habitación con una computadora para encontraran datos que le permitieran encontrar a los autores del hecho. El primer jefe de la división de Delitos Telemático de la Policía, quien ahora miembro del Ecif encontró lo que estaba buscando. El profesor de tenis se había contactado a través de un programa de chat llamado Mirc con una masajista que al parecer se llamaba Claudia y que le había dado un turno para que fuera atendido. Ahora sólo faltaba corroborar todo esa información.

Los investigadores decidieron realizar un trabajo de inteligencia en el lugar donde vivía la sospechosa. La tarea recayó en el subcomisario Jorge Dib. El ahora director de la Dirección General de Investigaciones, se instaló en una casa de Ciudad Parque, el barrio donde residía la supuesta masajista. Las primeras informaciones que consiguió fueron bastantes confusas. Ella, en el barrio era conocida como Claudia o Karina y en el trabajo se hacía llamar Vanesa, pero su verdadero nombre era Linda Martínez. Vivía junto a un hombre que, aunque parezca mentira, se llama Jorge Luis Borges. La única información certera que había conseguido el pesquisa era que la pareja había abandonado la vivienda el mismo día de la desaparición.

Dib se quedó en el lugar. Siguió indagando en el vecindario. La pareja tenía problemas económicos. Martínez, divorciada con tres hijos, había instalado un quiosco en el barrio con el que no le fue bien y tuvo que salir a trabajar en una peluquería. Borges, en cambio, era un buscavidas. También separado y con hijos, al no poder cumplir con su sueño de ser Policía, desarrollaba numerosas actividades para llevar algo de dinero a la casa. En el vecindario se rumoreaba que Martínez era algo más que una masajista, pero nada se pudo probar en el expediente. Lo que sí generaba sorpresa era por qué Aiziczon decidió contratar un servicio de masajes si su pareja era kineseóloga y no le sobraba el dinero.

La caída

La intuición de Dib no le falló. En la madrugada del 27 de marzo, la pareja volvió al domicilio de Ciudad Parque. Pretendían hacer una rápida mudanza. Pero no sabían que los policías estaban tras sus pasos. En cuestión de minutos, la manzana fue rodeada y los sospechosos detenidos. Estaban sorprendidos. Jamás se imaginaron que el hecho fuera resuelto en tan poco tiempo.

Todas las sospechas comenzaron a confirmarse cuando los investigadores ingresaron al domicilio. En la pieza de la pareja, descubrieron que a la pared la habían recubierto con durlock y que el piso había sido pintado con una pintura oscura. Al removerlo, se dieron cuenta que había varias manchas de sangre que las pericias confirmaron que pertenecían al profesor de tenis. En el fondo de la vivienda, encontraron los restos de la ropa y la mochila que pertenecían a la víctima y que habían pretendido quemar. Otro hallazgo que no fue menor: ubicaron juguetes sexuales y decenas de preservativos.

En un primer momento, los acusados del crimen, prefirieron no hablar. Pero después de varios días, rompieron el silencio. Borges confesó que él había matado al profesor de tenis. Según sus dichos, Aiziczon habría intentado abusar de su pareja mientras le realizaba masajes. Contó que, fuera de sí, lo golpeó en la nuca con un elemento contundente y después le disparó dos veces. Lo demás es historia conocida: ocultaron el cuerpo y trataron de borrar todas las huellas para no ser incriminados.

El caso parecía resuelto, pero no. En Tucumán nunca hay que decir nunca. Pese a que la Justicia ya tenía al confeso autor del homicidio, todavía quedaba un largo y polémico camino por recorrer.

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