Ciencia y política en el mundo que se desvanece

Ciencia y política en el mundo que se desvanece

La ciencia no canta victoria, pero está expectante. Por primera vez en mucho tiempo, los equipos de investigadores están trabajando cabeza a cabeza con las universidades y los funcionarios de carrera y políticos para hallar los mejores modos de atenuar la pandemia del coronavirus. El ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza, tiene una mirada muy optimista: por un lado encuentra que se han hallado los caminos para coordinar con el mundo político –tal cual lo había señalado Atilio Castagnaro, titular del Conicet-Tucumán, cuando dijo hace tres semanas que íbamos “a un punto de inflexión en la manera de hacer ciencia en Argentina”-; y por otro lado celebra que se vaya a terminar la falacia de “ciencia útil-ciencia inútil”, puesto que las investigaciones de ciencia básica en previsión del futuro son un aporte sustancial en las emergencias como la actual. “La trinchera está en el Ministerio de Salud pero la solución está en los laboratorios”, sentenció.

Desde hace dos meses el mundo científico, al igual que la sociedad toda, está concentrado en la pandemia. Al revés que el hombre de la multitud de Edgar Allan Poe, que se veía desconcertado por la modernidad del siglo XIX, hoy la solidez de la modernidad se desvanece en el aire gracias a un virus. Es la ciencia la gran esperanza moderna, tras haber sido –al menos en Argentina- vapuleada hasta la parálisis por la mirada y la actitud pragmática de la gestión anterior, que la bajó de categoría, la desfinanció y la sometió al debate emocional popular con el argumento de que sólo sirve la ciencia “útil” y que los flâneurs y nefelibatas que estudian cosas que no son urgentes hoy sólo hacen naderías que cuestan plata. Salvarezza tiene en estos momentos la oportunidad de refutar esa falacia: “uno puede decir lo que necesita hoy, que es mirar la pandemia. ¿Pero sabemos qué es lo que va a necesitar la Argentina dentro de dos años en ciencia? Entonces, Argentina tiene que desarrollar todo su sistema científico”, dice, enfatizando que, con 2,5 científicos por cada 1.000 habitantes de población activa, estamos muy lejos del mundo desarrollado, que tiene entre 6 y 9 investigadores cada 1.000 habitantes, o de Israel, que tiene 14/1.000.

A toda máquina

En este contexto, se ha convocado a los investigadores, que presentaron 900 proyectos directamente vinculados con el coronavirus, y ahora se ha lanzado una convocatoria a las provincias (el plazo de presentación de trabajos vence pasado mañana) para apoyar proyectos “de alto impacto local frente a la covid-19”. Ya en el Conicet local se está trabajando desde marzo con siete proyectos en cuatro áreas diferentes –biobanco de plasma (en busca de anticuerpos de pacientes recuperados), ensayos con remedios, leche probiótica (del tipo de la exitosa leche Bio), aparatos de desinfección y para prevenir la propagación del virus y protocolos de acción en las poblaciones vulnerables. Hay otros trabajos (de los 900 del país) ya aprobados y con la convocatoria que vence pasado mañana habrá más. Salvarezza mencionó también las dos aplicaciones de celular vinculadas con el coronavirus, una de las cuales –“Cuidar”- nos ha hecho caer en cuenta de la facilidad con que somos observados por el Gran Hermano universal –no ya el Estado, sino Google y los que manejan la tecnología informática- que ya está en condiciones de seguir hasta nuestros gustos más recónditos.

Una cuestión casi inédita ha sido la petición a cientistas sociales para que en tres días –entre el 25 y el 28 de marzo- radiografiaran las condiciones subjetivas y estructurales de los sectores más vulnerables para implementar la cuarentena, “así como prever los principales problemas que se generaban o se podrían generar por el aislamiento”. Fueron 501 investigadores que consultaron a 1.487 referentes territoriales en el país. “Debía ser algo rápido, federal, sin contar con fondos y por supuesto en el marco del total acatamiento de las medidas de aislamiento”, dice el informe, entregado hace 10 días, con la intención de disponer “de una posible guía para elaborar nuevos relevamientos locales”.

En Tucumán respondieron 87 referentes a un cuestionario rápido. Esto permitió visualizar a nivel nacional cómo impacta la pandemia sobre las poblaciones con carencias estructurales de larga data, con la idea de visualizar los desafíos que genera esta situación que cambia (y acaso se agrava) constantemente.

El apartado sobre Tucumán alcanza dos páginas y media. Describe los sectores con menor acatamiento de la cuarentena (marginales de la capital, como Los Vázquez o La Costanera) y áreas rurales como Ampimpa y El Pichao, los problemas de las comunidades indígenas (la cuarentena les afecta su modo de vida) y también advierte sobre la “cultura de la desobediencia” en los sectores marginales urbanos, el hacinamiento, la falta de equipamiento y las características de la economía informal que atenta contra el aislamiento (Costanera, Banda del Río Salí, Alderetes, El Manantial). Destaca que hay tendencia a ruptura del aislamiento en Santa Ana, Leales, Ranchillos y Tafí del Valle. Este último lugar está hoy aislado por una combinación entre comunidades indígenas y la intendencia, que están cortando la ruta 307, y sobre los cuales es ineficaz el poder estatal que sí ha efectuado un poderoso control social sobre comunidades pobres. También se mencionan los problemas de conectividad a internet y de estructura hogareña para incorporarse a los desafíos tecnológicos.

El informe señala los problemas derivados de la cuarentena: escasez de dinero, paralización de trabajo, carencia de alimentos y sobreprecios; agudización de la pobreza (se ve en el aumento de la demanda de los comedores y merenderos) y de los problemas de adicciones al alcohol y las drogas. Endeudamiento familiar, dificultades de acceso al agua segura, aglomeraciones, dificultades para realizar trámites y para la atención médica por fuera del coronavirus. También se vislumbran los problemas que surgirían de extenderse la cuarentena, entre ellos aumento de precios, descontento social, incremento de la violencia y hasta posibilidad de saqueos.Aunque en la parte nacional se advierte sobre abusos policiales, falencias y necesidades de capacitación de la fuerza de seguridad, en el capítulo Tucumán apenas se menciona “la violencia policial” como problema en sectores urbanos marginales.

Por otra parte, se destacan hechos positivos, como el fortalecimiento de liderazgo de referentes locales para la organización comunitaria, las nuevas formas de control ciudadano, la organización para reparto de provisiones y hasta los cambios obligados de tareas y desarrollo de capacidades de los padres en cuarentena con sus hijos.

Las políticas que faltan

¿Hacia dónde va todo? Una próxima etapa sería evaluar qué está pasando ahora, un mes después, y a pocas semanas de la llegada del pico de la pandemia (en cuanto llegue el frío se pondrá todo a prueba). Pero ya se debería estar generando políticas a partir del primer informe. Por ejemplo: se señala que WhatsApp se ha fortalecido para el control ciudadano. Efectivamente, en la Dirección de Comercio Interior se han recibido 1.500 denuncias por cobro de sobreprecios y abusos de almacenes de barrio con respecto a la tarjeta Alimentar (que es la que reciben los sectores vulnerables). Sin embargo, “no se llega a la clausura del negocio para evitar cerrar fuentes de trabajo”, explica el director de Comercio, Francisco Nader. Es decir, detectado el problema, aún falta articular la respuesta traducida en una política efectiva.

El psicólogo Emilio Mustafá dice que anteayer se reunió por primera vez un comité de crisis en La Costanera. Ahí el pánico ya está haciendo estragos, no sólo porque han estado cerrados los sitios de contención de adictos (los Cepla) sino porque comienzan a verse síntomas preocupantes por encima de las carencias estructurales. En ese barrio hay 136 casos de dengue, un 10% de los detectados en toda la provincia. “Además, el sistema se ha preparado en el aspecto de salud para enfrentar el coronavirus, pero no en la prevención sanitaria barrial. Si se desarrolla covid en barrios vamos hacia una bomba sanitaria”, dice. Y agrega: “Es un momento en que todo está en el aire; el tema es cómo va a caer y cómo va a quedar el tablero”.

Todo lo sólido sigue desvaneciéndose en el aire. Los vaticinios para cuando termine la cuarentena –aunque está resquebrajada, podría acentuarse cuando estalle el pico de la pandemia- son apocalípticos: quiebras económicas, más precarización laboral, hambre. El mundo de la ciencia apuesta a que su tarea sirva para hallar la solución a la covid-19 y acaso a otros desafíos que vayan surgiendo, como el hambre. También aspira a que cambie de modo práctico la mirada de la política sobre la ciencia y que esta no siga dependiendo de migajas ocasionales para hacer su trabajo. ¿Se logrará esto en un contexto incierto, en el que se agravaron las condiciones de una sociedad con un 40% de pobreza? Mustafá, que recuerda que los problemas de la pobreza afectan a toda la sociedad, no sólo a los pobres, advierte que “hay que planificar de aquí a 10 años porque el daño que va a quedar no se va a revertir fácilmente”.

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