Por Guillermo Monti
07 Abril 2020
SUPERVIVENCIA Y PODER. Dolores (Evan Rachel Wood) y su nuevo aliado, Caleb (Aaron Paul), van por todo.
EXCELENTE
SERIE / por HBO
Cuatro capítulos alcanzan para sopesar el rumbo que ha tomado “Westworld” en esta tercera y determinante temporada. La metáfora del laberinto que los showrunners Jonathan Nolan y Lisa Joy vienen empleando desde el primer momento se resignifica: ya no son los anfitriones -los robots- los que se plantean las dudas existenciales; ahora esa pelota está en el campo de la humanidad y se resume en el formidable episodio que tiene como protagonista a William, lo que representó además el triunfal retorno de Ed Harris a la trama. El juego se ha invertido, porque en esta nueva instancia de “Westworld” las inteligencias artificiales son las que llevan la iniciativa, mientras lo que tambalea es la confianza -básicamente la identidad- de los seres humanos.
La abanderada de esta revolución sigue siendo Dolores (Evan Rachel Wood), lejos ya del parque temático de Delos y decidida a mimetizarse en el mundo futurista que plantea la serie con una doble misión: asegurarse la supervivencia como “especie” en su condición de inteligencia artificial y obtener, de paso, un poder absoluto. Hay muchos puntos de contacto en esta gesta con la lucha de los replicantes que encabezaba Roy Batty en “Blade Runner”. Nuevos actores, producto de la propia tecnología humana, que se autoperciben y reclaman su lugar en la sociedad. Con su propia moral, por supuesto.
El ritmo narrativo es más vertiginoso que en las temporadas anteriores. Hay nuevos y atractivos personajes (Caleb, el nuevo aliado de Dolores -Aaron Paul- y el magnate Serac -Vincent Cassel-), y no faltan, con roles redefinidos, los históricos Maeve (Thandie Newton), Bernard (Jeffrey Wright) y Charlotte Hale (Tessa Thompson). Hasta aquí el resultado es excelente.
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