La urgencia de pensar

La urgencia de pensar

Siempre ha sido vano el intento de explicar la muerte porque ella es inexplicable: una realidad que nos atraviesa íntimamente y, al mismo tiempo, nunca será, cabalmente, nuestra.

05 Abril 2020

Por Cristina Bulacio

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Dante escribió en la Puerta del Infierno: Abandonad toda esperanza. ¿Debemos hacerlo? No. Somos esperanzados por naturaleza. Sin embargo hoy, cifras frías, anónimas, revelan los tiempos aciagos, difíciles, desconcertantes, que vivimos. Es necesario pensar sobre la muerte que sentimos tan cerca. La muerte ¿es una experiencia de la vida o se trata del límite de toda experiencia y de toda vida? Aquí comienzan las contradicciones a las que nos somete esta realidad excesiva, el morir. Porque el asunto a dilucidar no es la muerte, que está ahí, pegada a nosotros, dentro nuestro, sino el sentido de ella. Lo inquietante y enigmático es que sea un componente natural de la vida y también un testimonio de las paradojas que nos habitan.

Siempre ha sido vano el intento de explicar la muerte porque ella es inexplicable: una realidad que nos atraviesa íntimamente y, al mismo tiempo, nunca será, cabalmente, nuestra. Son inútiles las argucias de la razón para salir airosa de esta empresa. La muerte es la clausura de todo sentido; el definitivo límite de toda esperanza; la presencia de lo desconocido, más allá de la vida. Y, al mismo tiempo, es la culminación de la vida –vivir indefinidamente sería aterrador–. La muerte está marcada en nuestros genes, es el rostro de nuestra finitud, pero la experimentamos como lo sorpresivo, lo inesperado.

De nuevo el sinsentido. Si bien la muerte es silencio y el hombre es palabra que lo abre a un universo de sentidos, nunca pudo encontrar una palabra mágica que la aniquilara. Ella no acepta subterfugios ni dilaciones; un día cualquiera, como ahora, de repente, nos pone ante la fundamental nihilidad de la persona y su radical desamparo; como un vidrio oscuro, no podemos ver hacia el otro lado. La clausura de toda posibilidad es lo que caracteriza a la muerte, justamente porque la vida es lo contrario, un mundo de posibilidades. Nos acechan las contradicciones: ella es lo más definitivo de nuestro ser y, sin embargo, aún sabiéndolo, soñamos con la inmortalidad. Pensarla conduce al orden del misterio, de lo no racional, amenaza la vida con el absurdo y, al mismo tiempo, la recubre de sentido.

La urgencia de pensar radica, entonces, en la necesidad de reconocer nuestra finitud, abrir nuestro corazón a la solidaridad y aceptar la muerte como parte inevitable de la vida. Ello ayudaría a disminuir la soberbia humana que ya alarmaba a los dioses griegos. La prudencia y la lucidez –que ponen límites al sentimiento de poderío–, serán la garantía de la sobrevivencia de nuestra especie y por tanto la posibilidad de apostar al futuro y a una cierta felicidad. Escuchemos al Maestro:

El hilo se ha perdido, el laberinto se ha perdido también […]. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad”. J. L.Borges

© LA GACETA

Cristina Bulacio – Doctora en Filosofía, profesora consulta de la UNT.

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