¿Cómo gestionar esta situación traumática?

El minúsculo coronavirus ha conseguido herir el narcisismo del hombre y poner en duda el poder de su civilización. En este contexto, lo más útil es abordar la situación en grupo. Aquí algunos consejos

SOLEDAD. Una mujer utiliza un pañuelo a modo de barbijo durante la lluviosa mañana de ayer. El aislamiento social puede tornarse mental. la gaceta / foto de Analía Jaramillo SOLEDAD. Una mujer utiliza un pañuelo a modo de barbijo durante la lluviosa mañana de ayer. El aislamiento social puede tornarse mental. la gaceta / foto de Analía Jaramillo
03 Abril 2020

Por María Margarita del Valle Tomás -  docente de la cátedra Teorías e Intervenciones en el campo grupal y comunitario de la facultad de psicología (UNT)

Freud menciona que son tres las heridas que sufrió el narcisismo humano durante su evolución. La primera llegó de la mano de Copérnico, quien afirmó que la tierra no era el centro del universo. El hombre había creído que los astros se movían alrededor de la tierra. Copérnico, en el siglo XVI, demostró que la tierra giraba alrededor del sol.

El segundo golpe lo provocó Darwin cuando formuló la teoría de la evolución. El hombre se había considerado superior al resto de los animales. Darwin, en el siglo XIX, demuestró que es un animal más, que no es más que cualquier otro animal. Poco después Freud afirmó: “no somos dueños de nosotros mismos”. Nos mostró así que la razón no lo es todo. Existe el inconsciente, que nos determina y se ordena por una lógica que no es la de la conciencia.

Podemos pensar que el nuevo coronavirus también es un duro golpe a nuestro narcisismo: el hombre posmoderno, con su creencia en el mundo globalizado y la tecnología, ve caer su poder en cuestión de horas. ¿Cómo lidiar con la caída de la estructura que nos organizaba y daba un sentido? ¿Cómo afrontar este nuevo acontecimiento que nos obliga a pensar otras formas para continuar? Podemos pensar que el coronavirus es un acontecimiento traumático de alcance social. Produce la vivencia de pérdida, dejándonos con una sensación de indefensión y desamparo.

Como trauma compartido, si fuera bien gestionado en comunidad, podría favorecer su metabolización en el plano simbólico mediante la puesta en palabra de las angustias y temores. Por el contrario, si la gestión se hiciera en forma individual, podríamos quedar desprotegidos y sujetos a que surja lo peor de cada uno. A continuación propongo algunas acciones que permiten una mejor gestión de esta situación traumática que nos atraviesa.

Recuperar la confianza

La autoconfianza es algo construido a través de nuestra vida, en el pasado, presente y futuro. A diferencia de lo que creemos, alguien con autoconfianza tiene posibilidades de revisar sus acciones y rectificar caminos. Poco podemos cambiar si nos sentimos víctimas de la situación o si tenemos la certeza de que siempre actuamos bien.

El desafío es hacer una autocrítica y pensar qué no hicimos bien hasta aquí. También podemos pensar qué cosas hemos consumido o adquirido sin que signifiquen una auténtica necesidad o deseo, posicionándonos como sujetos consumidores y endeudados, tal como lo afirma Deleuze. Es hora de cuestionar auténticamente algunos de nuestros hábitos para asumir una actitud más responsable con el medio ambiente.

Romper la lógica del capricho

Hay que pasar a la lógica de la argumentación y fundamentación del bien común. En este momento no es una buena consejera la lógica del capricho, donde cada uno hace lo que considera adecuado acorde a su criterio. Hay claridad acerca de los cuidados físicos que debemos tomar en forma personal y con las personas con las que compartimos.

Mantener nuestra salud mental

Los psicólogos sabemos que la salud mental está vinculada con nuestra capacidad de trabajar, amar y crear. En la mayoría de los casos, el trabajo cambió radicalmente, y para algunos esta situación ha significado su pérdida y una caída de la autoestima. Frente a esto nos quedan dos caminos: buscar lo imposible (quejarnos por lo que nos pasa) o proponernos lo posible en estas circunstancias. Pensar quién quiero ser desde los valores, desde mi palabra, desde mis emociones y desde mi actitud frente a la vida. Tener una actitud ética, es decir, ser consistentes con lo que pensamos, hacemos y decimos.

Ver la vida como un valor

Lamentablemente, vemos a algunas personas que niegan la realidad, lo que las lleva a creer que no se van a contagiar. Considero que en este momento hay que invertir la negación y pensar: “puedo contagiarme”. Esto pondrá en funcionamiento la capacidad que las personas tenemos de anticiparnos y prevenir, la que a su vez nos ayudará a aplicar el sentido común y no caer en medidas extremas y obsesivas que nos desgastan inútilmente. Recuperar la vida como un valor implica apostar a la pulsión de vida, constructiva y positiva, y no quedar atrapados en algunos mensajes que solo nos conducen al pánico y la parálisis.

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