Un virus que genera la esperanza de un cambio

Un virus que genera la esperanza de un cambio

Se afirma que el poderoso coronavirus que afecta una buena parte del planeta podría lograr modificaciones en el rumbo de la sociedad

PLANTEO. Se viene diciendo que esta plaga podría desembocar en la unión de los argentinos, que podría ser un paso para borrar la grieta. ¿Será así? PLANTEO. Se viene diciendo que esta plaga podría desembocar en la unión de los argentinos, que podría ser un paso para borrar la grieta. ¿Será así?

“Esto no da para más”; “si no se toca fondo, no se sale”, “hay que buscar una vuelta de tuerca…” Palabra repetida. Luego de un fracaso. Ante un peligro incontenible. Frente a una situación límite que pone a prueba al ser humano, en lo individual y en lo colectivo, cuando no se avizoran soluciones urgentes. Hay que inventarlas. Inseguridad. Desprotección. Pavor. En un caso extremo, pánico. Paranoia. Sensaciones. Virus. Pandemia. Peste. El poder económico no alcanza para torcerles la muñeca. Riesgo de extinción. Democracia pura. Ricos y pobres, juntos en la bolsa de la muerte. Palabra que implica temor a lo que vendrá. Más vale viejo conocido que nuevo por conocer. Miedo a que alguien saque ventaja. A nosotros mismos. Desde los tiempos primordiales, el verbo cambiar acompaña a este bípedo implume, que se “horroriza” por la desigualdad, el hambre, la miseria milenarias, por ese 40% de la población mundial que carece de agua potable, esencial para la vida. La hipocresía nos delata. Nos avergüenza o debería hacerlo. Palabra sin acción. Deseo sin acto. Lejos está el cambio. Quizás la esperanza es posible si el mentado “querer es poder” abraza a toda la sociedad. El destino está en nuestras manos.

El avance del flagelo del coronavirus ha mostrado que ni los sectores más poderosos de la sociedad estaban preparados para enfrentar a este invasor desconocido que anda desparramando víctimas en su camino, evocando a las temibles pestes que nos azotaron a lo largo de los siglos. De todas ellas, se logró “zafar”, sin embargo, esas nefastas experiencias no sirvieron para lograr cambios estructurales significativos a nivel social. Se viene diciendo que esta plaga podría desembocar en la unión de los argentinos para combatir a este enemigo común, que podría ser un paso para borrar la grieta que nos divide. ¿Por qué cuesta tanto cambiar? ¿Qué se necesita para dar un timonazo y modificar este destino signado por el desencuentro? ¿Seremos capaces de hacerlo? ¿Cómo lo haríamos? Alexei Tolstoi afirmaba: “todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”, mientras que Albert Einstein aconsejaba: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

“Si soy así”

Silvia Neme de Mejail

Escritora

El tango “Si soy así”, tan bellamente cantado por Gardel, en sus primeras dos estrofas dice: “si soy así, qué voy a hacer…” Muchos toman esta frase como una premisa cuando se le propone un cambio de actitud o de vida: “si soy así, qué voy a hacer, que me quieran tal como soy”, responde la mayoría. Grave error. Somos seres imperfectos, pero en nuestra naturaleza radican las cualidades espirituales para lograr, día a día, nuestro perfeccionamiento. Somos un proyecto vital capacitado para forjarnos nosotros mismos en cada uno de nuestros actos. No se es el mismo a los veinte años, que a los 40 o a los 60. Los seres humanos somos perfectibles. Emmanuel Mounier, filósofo francés, en su libro “El personalismo” dice que el proceso evolutivo del hombre lo debe llevar a ser “persona”, partiendo de la instancia del “individuo”. Es un arduo camino, pero se puede -con mucho esfuerzo- lograr lo que propone Mounier. Entonces: ¿Por qué el hombre se resiste al cambio muchas veces? ¿Tal vez por amor propio y no ceder? ¿O por sentirse cómodo en su posición y someterse a un cambio sería complicado? También por miedo, el cambio implica miedo a lo desconocido, un salto al vacío. Además puede haber de por medio atavismos heredados. Otro motivo sería la falta de confianza en sí mismo, o sea baja estima. Pero al margen de lo que sugiere el tema, pienso que después de esta pandemia todos vamos a cambiar, ya nunca más seremos los mismos de antes.

Las alimañas

Arturo Botelli

Músico-docente

La fauna silvestre y/o salvaje estaba dando vueltas por ahí, en algunas reservas con mayor libertad, y los “sueltos” vi en algún country... por ahí en las barriadas van a parar a la olla como cuando éramos changos. El hecho es que por distintas razones del hoy (marzo del 2020) han reaparecido con total desparpajo en el cemento, en las orillas, en los country... albricias. Sin embargo, algunas alimañas sobrevivieron a la Peste de Camus, y aún están entre nosotros y nadie o muy pocos nos dimos cuenta... si hicieron fuerte al DDT, incluso al glifosato... y a las urnas. ¿Hasta la victoria siempre?

Botella al mar

Marcela Conticello

Actriz

Miro a mi alrededor detrás del barbijo sugerido para salir a comprar lo “necesario” y vislumbro una cultura tejida con la trama de la dominación y el consumo. Respetando la distancia, avanzo lenta en la fila del supermercado, viene a mi mente la voz de la señorita de segundo grado que nos decía: “¡tome distancia! Derechita, calladita y bien formada”. También llegan otras voces lejanas de docentes maravillosas, como la señorita de música y dentro de mí comienzan a sonar esas melodías, esas coplitas que aprendí y que hoy me acompañan escondidas en mis rincones, tarareo bajito. La cajera me mira detrás de su vestimenta de astronauta. Creo que estoy soñando o soy parte de una película de Carlos Alsina. Pero no es así, estoy en el súper, con guantes, barbijo reglamentario, bolsitas y alcohol en gel. Pienso en mis alumnos, hermanos, sobrinos y en los hijos que no tuve. Siento que hay una barrera cerrada a las posibilidades de las nuevas generaciones y eso me preocupa y ocupa. Necesito creer en una nueva pedagogía enraizada en la vida, emancipadora, liberadora y de cambio profundo. ¿Cómo llevar adelante la utopía de ser con los otros? Desaprender tal vez sea el primer paso para aprender nuevos paradigmas redescubriendo procesos históricos (como lo que nos está tocando vivir ahora) donde la conciencia humana sea el centro de la existencia. Tal vez de la mano de una “educación diferente” donde la empatía y la otredad sean la base, podremos embarcarnos y aunque el Titanic naufrague, tal vez una botella lanzada al mar llegue a la orilla de un mundo en el que todo deba comenzar de nuevo, nadie sabe cuándo, ni si es demasiado tarde.

Paradigmas mutantes

Rodolfo Campero

Médico-Escritor

La historia de la humanidad es la del cambio y la transformación constantes. No obstante, aun superando las pestes históricas, las mudanzas de hábitos cuestan demasiado. Cada vez se debate más sobre la resistencia al cambio. El ser humano, disimulado bajo etiquetas de pereza, miedo, negación o inseguridad, prefiere quedarse inmóvil que mudar de aires, incluso desde antes de Copérnico o que Darwin retara a la Iglesia con su teoría de la evolución. O que Salman Rushdie afectara al Islam con “Los versos satánicos” debiendo refugiarse para que no le cortasen la cabeza. El personaje trágico que hoy nos ocupa no es Edipo, de Sófocles, o el rey Lear, de Shakespeare, es la humanidad. La posibilidad de su extinción no debe sorprendernos. Ejemplos silenciosos y pertinaces de agravios suicidas son la depredación del ambiente y el impacto climático. También otros potenciales cataclismos, como que un meteorito se estampe contra nuestro planeta extinguiéndonos sin que nada podamos hacer. Hoy nos azota una brutal pandemia. Y de ser fuente directa de devastación, la humanidad pasó a ser el sujeto de una hecatombe. Como primicia, ante esta embestida del coronavirus hemos irrumpido contra aquel habitual estado de molicie y no aceptamos con ligereza desaparecer como especie. Nos defendemos con uñas, dientes y la sacrificada solidaridad de unos hacia otros. Podría parecer desconcertante, pero esta tragedia puede dar lugar a una fortuna: que muten favorablemente los paradigmas más profundos de la conducta humana porque supimos abrir los ojos a una nueva realidad, aunque no lo queramos. Cumplamos con la inspiración de Churchill, “nunca se debe desperdiciar una buena crisis”.

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