El crimen de Jorge Matteucci: una causa por evasión fiscal fue la punta del ovillo

El crimen de Jorge Matteucci: una causa por evasión fiscal fue la punta del ovillo

Un asesinato con tintes mafiosos conmocionó la provincia en 2010. Él había colaborado con información para desbaratar una organización delictiva.

El crimen de Jorge Matteucci: una causa por evasión fiscal fue la punta del ovillo

Una noticia sacudía el país en 2008. La Justicia Federal había desbaratado una organización que se habría dedicado a maniobras fraudulentas con créditos fiscales. Era una megacausa que había investigado el juez federal Daniel Bejas. El magistrado había ordenado la detención de varios de sus miembros, que operaban desde hace varios años en Salta, Rosario y Tucumán. Jorge Matteucci, la víctima del homicidio con tinte mafiosos ocurrido en diciembre de 2010, había sido uno de los apresados.

Él, cuando declaró, aportó numerosos datos sobre cómo actuaba el grupo. A partir de sus dichos, los investigadores, pudieron rearmar el rompecabezas que tenía, como fichas, el nombre de varias personas, empresas reales y también ficticias, y hasta exportadores. Por su colaboración, Matteucci fue el primero de los imputados en recuperar la libertad. “No ocultó nada porque tuvo una participación secundaria. Descarto que esta causa haya sido el móvil de su crimen”, opinó Ricardo Fanlo, que lo defendió en esta causa.

Eduardo Molinari, el acusado de ser el jefe de la organización que habría cometido evasión fiscal, se transformó en el principal sospechoso. “Me están perjudicando moral y económicamente. Yo no ando matando gente. Para las personas que me conocen quedo como un mafioso asesino”, explicó el empresario, que también fue mencionado en la causa por la compra irregular de títulos que derivó en la renuncia del juez federal Felipe Terán y en la que también fue juzgado el financista Jorge Rigourd.

En una entrevista publicada por LA GACETA en enero de 2011, el empresario contó detalles de la relación que mantenía con la víctima del homicidio. Molinari contó que conoció a Matteucci a través de sus hijos, quienes eran amigos. “Había una relación no sólo con él, sino también con su familia íntima, es decir su mujer y sus hijos”, comentó. Ese contacto les permitió también afianzar vínculos comerciales. El sospechoso reconoció, además, que realizaron varios negocios juntos.

El operador de granos, después de haber recuperado la libertad por la causa federal, se mudó a Salta y de allí a Rosario. Según comentó el empresario, Matteucci se dedicaba a la comercialización de granos, especialmente porotos. “Él viajaba a Salta y compraba ese producto. Luego nos vendía a nosotros, que a su vez lo vendíamos a exportadores. Todas fueron operaciones normales y concretas de movimiento de granos, con pago de la mercadería y justificación bancaria”, explicó.

Molinari también explicó que, antes de que él fuera detenido, Matteucci ya había cambiado de rubro. Según el empresario, la falta de cotización del poroto en bolsa volvió inestable el negocio y el comerciante cambió de rubro. “Comenzó a desarrollar otras actividades que no tenían que ver con lo nuestro, por lo que dejamos de operar conjuntamente”, aseveró.

La última vez que se vieron fue a fines de 2006. “Nos encontramos de casualidad. No hablamos de negocios, sólo cosas personales. Fui a su casa; me mostró que se había comprado una vivienda en la avenida Mate de Luna. Después me volví al hotel y no lo vi nunca más”, contó Molinari.

"Una persona de trato suave"

El empresario se declaró anonadado con la noticia de la muerte de Matteucci. “No pensé que una persona como él pudiera tener ese final. Era una persona que no levantaba la voz, de un trato suave”, recordó. Además, dijo que era respetuoso y que varias veces acudió para pedirle orientación para los negocios. “Jamás me dejó de decir ‘don Eduardo’. Era una persona que cuando necesitó un consejo, vino a pedírmelo. En su vida, desde que yo lo conocí, hasta que lo vi por última vez, jamás noté nada raro”, comentó.

El empresario, durante esa entrevista, se encargó despotricar contra las autoridades de la Administración Federal de Ingresos Públicos (se consideraba a sí mismo como un “perseguido” por el órgano recaudador) y contra la Justicia Federal, que lo había encarcelado durante más de un año sin que él, aseguraba, “tuviese nada que ver”.

Se lo acusó, en esos momentos, de haber realizado maniobras fraudulentas por unos $ 20 millones (por entonces, más de U$S 5,7 millones, que hoy equivaldrían a más de $ 350 millones según la cotización oficial de estos días). Esa causa, sin embargo, nunca habría llegado a juicio.

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