Por Jorge Figueroa
31 Marzo 2020
TIEMPOS MODERNOS. Un traje diseñado por el artista tucumano Pablo Iván Ríos, con su casco y armamento.
No es uno sino son centenares de sitios relacionados con el arte los que proliferan en Internet desde hace años. Hay numerosas galerías que exhiben y venden las pinturas u objetos de artistas, incluso tucumanos. El fenómeno no tiene menos de una década.
Como se ha escrito, no es nuevo ni reciente. Era una alternativa que, como tal, podía o no aceptarse, involucrarse, con vistas a un futuro que se avizoraba dominado por las tecnologías y las redes sociales.
Pero, en tiempos de confinamiento por coronavirus, hoy no existe otra posibilidad.
Incluso, el Ente Cultural ha informado que habilitará o construirá una galería virtual para los artistas locales en los tiempos de cuarentena. Se supone, se aguarda que sea algo más que un catálogo.
En toda esta historia, Instagram se ha convertido en el espacio preferido por los artistas para vender, para exhibir y para intervenir.
La argentina Amalia Ulman irrumpió con un relato contado en posteos, “Excellences and Perfections”, y con esa ficcion de 2014 expuso en Tate Modern y WhiteChapel Gallery, además de Nueva York.
Con ella, Instagram ingresó a los museos. Hace cuatro días, el experto Jasón Farago del The New York Times, recomendó “volver a mirar a Ulman”, al opinar sobre el futuro cuando pase la pandemia.
Para el pintor Pablo Iván Ríos, recluido en el Abasto, la red social es parte de su rueda: “en la totalidad de las actividades comerciales de mis pinturas interviene Instagram. Es más inmediato, informal y tiene un swing que no lo tiene la clásica página web. La gente ve, le gusta algo o le despierta algo y en el acto manda un mensaje. Funciona las 24 horas y el coleccionista gusta de hablar con el artista y posteriormente visitar el taller. Por esas razones no camina de la misma manera con otra persona”, describe el artista, quien aclara que facilita al máximo la operación (tarjetas, transferencias, Mercado Pago).
Pero hay atenciones especiales que prestar, dice: un buen registro fotográfico, el texto que acompaña la obra, los hashtags que usa y la brecha horaria en la cual se publica. “Jamás poner fotos comiendo una tarta en un bar o en casa, que no tengan que ver con la producción o las actividades propias de un artista”, recomienda. Al creador, cuya pintura se observa en una foto bastante difundida en los medios de comunicación en medio del gobernador Juan Manzur y el vice Osvaldo Jaldo, no le va mal. Desde octubre las transacciones no se han detenido. “Se está moviendo una banda. Tengo encargos de lo que hago”, aclara. Una pintura de tamaño mediano no baja de los $50.000.
“Directo, pues”
Víctor Quiroga parece asombrarse con las preguntas y responde que no sabe: “todavía en las redes sociales no vendí. Y desde antes que llegue esta peste”.
¿Y como vendés? “Siempre de hombre a hombre, directo, pues”, contesta quien desde diciembre pasado tiene sus obras en el Museo Timoteo Navarro en la muestra “No me le afloje la cola a la vaca”.
Basta recorrer algunas cuentas como la de Rubén Kempa, para tomar la temperatura de la realidad. En pinturas que subió el viernes, la clásica imagen de la enfermera aparece con un barbijo y no llevando su dedo a la boca pidiendo silencio.
Allí también exhibe sus fotografías intervenidas y editadas Alejandro Gómez Tolosa. “Los primeros combatientes del fin del de los tiempos - Crónica de una Pandemia” es el título de la serie que también sube a Facebook. Mundos distópicos y ciencia ficción antigua y contemporánea que podemos identificar, crea la postfotografía. Ficción tan cercana a la realidad.
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