El tutor de nuestra Historia

El tutor de nuestra Historia

ORADOR. Una imagen típica de Páez de la Torre. El micrófono y su diálogo con el público. la gaceta / archivo ORADOR. Una imagen típica de Páez de la Torre. El micrófono y su diálogo con el público. la gaceta / archivo

Carlos Páez de la Torre integra la más selecta nómina de personalidades que enriquecieron a este diario y que hicieron desde aquí, como también desde otros espacios, un invalorable aporte a la provincia y al país.

Acompañó a LA GACETA durante más de la mitad de sus 107 años. Desde su ingreso en 1962 pasó por casi todas las secciones. Escribió notas policiales y sociales, críticas de cine y hasta una columna de moda. También empezó a colaborar tempranamente en LA GACETA Literaria, que había fundado mi padre en 1949, pero que juntos, a lo largo de varias décadas, convertirían en uno de los suplementos culturales más reconocidos de habla hispana.

En la Redacción, cuando le encargaban notas sobre fechas patrias, descubrió su interés por la Historia. Particularmente por la tucumana, sobre la que, en esos años, había pocos trabajos de investigación. Él se encargaría de llenar esa laguna.

Páez de la Torre se transformó en el gran tutor de la Historia tucumana, a través del rescate infatigable de personajes y pasajes corroídos por el olvido, o de la mirada amplia que integró las pequeñas historias dentro del gran recorrido provincial y nacional.

También fue tutor de la historia de distintas instituciones de la provincia. Desde notas y suplementos especiales, o libros como “LA GACETA, un siglo de historia”, reconstruyó la trayectoria de este medio. Preservó la historia del diario y, simultáneamente, desde sus páginas conectó a los tucumanos con su propia historia. Fue el periodista que publicó la mayor cantidad de notas firmadas en LA GACETA y quien convirtió al diario en el único medio argentino con una nota diaria de tema histórico. Tomando distancia del vértigo del presente y de la volatilidad de nuestras pasiones, sus columnas nos ayudaron a procesar los componentes de nuestra identidad y a encontrar las raíces de lo que nos pasa como sociedad. “Internarme en la historia de mi provincia y de mi país -dijo, al recibir el premio Sarmiento del Senado de la Nación- me ha hecho quererlo profundamente, ya que para alentar un sentimiento por algo es preciso conocerlo”.

Félix Luna lo impulsó a escribir libros. Dentro de una obra de más de 30 títulos, se destacan, entre otros, su “Nicolás Avellaneda”, “La cólera de la inteligencia” (sobre Groussac) y su ineludible “Historia de Tucumán”.

Páez de la Torre fue el gran historiador de Tucumán y uno de los más brillantes de nuestro país. Adicto a los documentos, obsesivo con las erratas y las cursivas en sus notas, era un historiador a tiempo completo. Su cabeza no se detenía nunca en la constante identificación de conexiones en nuestro pasado que cubrían puntos ciegos de su trama u ofrecían explicaciones acerca de su rumbo. Hasta el final dedicó las fuerzas que tenía a terminar la columna para LA GACETA del día siguiente. A sumar un trazo más a ese monumental mapa, compuesto por decenas de miles de páginas redactadas a lo largo de más de medio siglo, que nos ayudó a entender de dónde venimos para pensar, con mayor claridad, nuestros posibles destinos.

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