Fuerte ante la barbarie

Uno de los momentos más impactantes sucedió cuando Evelina Cabrera vio que afuera de la cancha había una larga fila de cochecitos. Eran los bebés de las jugadoras. Muchas de ellas madres precoces y solteras. Evelina dejó la pelota de lado y se fue a buscar a una médica. Le rogó que les hablara a las jugadoras sobre cómo debían cuidarse en sus relaciones sexuales. Buscaron preservativos. Y bananas que hicieran de penes. Cuando llegó el dirigente de turno enfureció. Que quién se creía que era. Que se trataba de jugar al fútbol, no de otra cosa. Escupió a Evelina en la cara. “Vos no podés hacer esto en mi club”, le gritó.

Con el tiempo, me contó Evelina días atrás, envió a ese mismo club un regalo que le había dado alguno de sus patrocinadores. Pelotas. Envió pelotas para el equipo femenino, claro. Y también para el masculino. Ese dirigente que la escupió en la cara le agradeció el gesto. El otro momento más notable lo leo también en el libro flamante “Altanera”, que en tapa hace un juego con la letra “G” para que diga también “Altanegra”. Porque Evelina (el libro se trata de su vida) puede ser “altanera” y “altanegra”, por el “negra de mierda” con el que la han insultado más de una vez. El “negra” que ella toma como marca de orgullo.

El otro momento al que me refiero sucedió cuando Evelina dirigió por primera vez a un equipo de jugadoras ciegas. ¿Cómo fortalecerlas? ¿Cómo unirlas? No fue en una práctica y tampoco con una charla especial. Las llevó a bailar. Todas juntitas. Trencito tomándose de las cinturas una con otra. Incluídas las dos que se desprendieron luego para tomar una cerveza en la barra, desaparición de segundos que, por el susto, parecieron interminables. Se acostaron todas muy tarde. Bien de madrugada. Pero al día siguiente, más puntuales que nunca, estaban todas para entrenarse esa mañana a la hora pactada. Las chicas perdieron su partido. Pero esa noche fue inolvidable. Hay que escuchar cómo se entusiasma Evelina cuando la recuerda.

De infancia difícil (se fue de la casa a los 13 años, sufrió abusos, vivió en la calle, limpió autos, cuidó a prostitutas) Evelina encontró ella misma en el fútbol un camino para hacerse fuerte en la vida. Terminó hablando invitada en las Naciones Unidas. A los 33 años tiene una vida que parece de 80, de aquella anciana que cuenta sus memorias. Cansada del destrato hacia las mujeres que juegan al fútbol, Evelina creó la Asociación Femenina de Fútbol Argentino, que hoy funciona por fuera de la AFA pero como entidad que busca cuidar especialmente los derechos de las jugadoras.

El día y el homenaje

Evelina dirige también un equipo de jugadoras presas. En la primera práctica era tal la tensión que temió recibir un puntazo por la espalda. Es joven y bella. Y curtida. Nació en 1986, apenas después del Mundial de México que ganó Diego Maradona, su ídolo. Evelina trabajó hasta hace unos meses en Boca. Estoy escribiendo este artículo apenas horas antes de la definición de la Superliga. Del partido en la Bombonera, con la vuelta de Diego al templo boquense como DT de Gimnasia y Esgrima La Plata. Polémica incluída. El equipo femenino de Boca se negó finalmente a participar del homenaje a Maradona. Por el machismo de Diego, dijeron algunos rumores. Porque hoy domingo tienen que jugar un partido difícil y no quieren complicaciones. O porque, si era para recordar el 8 de marzo, las jugadoras preferían en tal caso que el homenaje no fuera exactamente para un hombre, por mucho que ese hombre se llame Diego Maradona.

Escribo este artículo también horas antes de un nuevo 8 de marzo. En un marzo que, como dijo una diputada, llevamos más mujeres muertas que días. Casi un femicidio cada 12 horas. El fútbol tal vez pueda aportar algo para frenar la barbarie. Mujeres como Evelina Cabrera lo saben.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios