El juego de desconfianzas ya deja heridos

El juego de desconfianzas ya deja heridos

La dirigencia peronista observa con preocupación los ruidos entre el gobernador y su vice.

Manzur Jaldo Manzur Jaldo

No hay Manzur sin Jaldo ni Jaldo sin Manzur. Eso lo tienen en claro los dos. El intendente de Famaillá, José Orellana, puso en palabras públicas lo que muchos dirigentes piensan en privado: un quiebre en la dupla gobernante puede incidir en el resultado electoral del año próximo y, peor aún, en el de 2023. El “Mellizo” fue más allá aún: está bien que Manzur y Jaldo tengan sus aspiraciones, pero cada uno tiene que tener la paciencia de un oriental para no perder. Decodificando, les lanzó un mensaje a ellos y a muchos adelantados que ya se ponen el traje de candidato para las parlamentarias del año próximo y a la dupla gobernante, que precozmente empezaron a armarse para la batalla provincial.

La dirigencia peronista observa con preocupación los ruidos entre el gobernador y su vice. Principalmente porque entienden que ambos adelantaron demasiado los tiempos. El mandatario, al tantear con sus alfiles el tema de la reforma electoral en la Legislatura. Y Jaldo, al empezar a desconfiar y armar estructura propia seguro de que podrían arrebatarle la candidatura que considera suya por derecho.

También los inquieta, como advirtió Orellana, que ese juego de desconfianzas se transforme en quiebre y el peronismo ya sabe que la ruptura es la mejor estrategia electoral para la oposición. Justamente, la clave de la dupla reelecta para conseguir el triunfo el año pasado estuvo en la unidad. Si no lo lograban, José Alperovich habría podido quebrar la potencia en las urnas del PJ y ofrecerle mejores chances a Juntos por el Cambio. El encolumnamiento del Justicialismo detrás de Manzur y de Jaldo dejó lejos al resto tras el conteo de los votos.

Existe además una visión bien distinta de cómo manejar “lo político” entre el gobernador y su compañero de fórmula. Manzur se mueve como si fuera un alto ejecutivo de una multinacional: su poder se basa en el pragmatismo propio del mundo de los negocios. Por eso se rodea -y se codea- con quienes comparten ese código que identifica a toda una camada relativamente nueva de dirigentes. De ahí también su personalismo para actuar y para tomar decisiones.

Jaldo también ejerce el poder con un alto grado de individualismo, pero su concepción pasa por las estructuras. El vicegobernador se encargó durante años de tejer relaciones con punteros y dirigentes de todo el interior provincial. Ello a base de “favores” políticos y de promesas de que podrían llegar en algún momento a cargos electivos. Un ejemplo claro es el de Darío Monteros, que pasó de eterno dirigente de Banda del Río Salí a comandar el municipio, de la mano del vicegobernador.

Los peronistas de la vieja escuela prefieren el modo de conducción del tranqueño y anhelan que pueda ser quien conduzca el “movimiento” en 2023. Desconfían de Manzur y del desdeño con que trata a la dirigencia, a las bases y hasta a los líderes territoriales.

Los más jóvenes, en cuanto a pensamiento sobre cómo manejar el poder político, comparten los modos y la visión de Manzur. Por ello lo apuntalan o más bien el mandatario se rodeó de ellos.

Ese choque de visiones se evidencia, por ejemplo, en la Legislatura. Cuentan que antes de la sesión de la semana pasada, un legislador muy cercano a Manzur recibió un estate quieto, luego de que se moviera como si él y no Roque Alvarez condujera el bloque. Las tensiones se observan en todo ámbito y como resultado comienzan a aparecer algunos heridos.

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