El fútbol es una apuesta

El fútbol es una apuesta

Independiente se salvó del incendio el jueves por la noche en Avellaneda. Si Fortaleza anotaba el empate que perdió de modo increíble en el final, estas horas tendrían otro color. El fútbol es una apuesta cotidiana. Por un lado, Independiente parecía el nuevo equipo sensación después del 5-0 a Central. La caída en el clásico contra Racing con dos jugadores más, pesada claro, cambió todo. Y contra Fortaleza todo pudo haber sido distinto por cuestión de milímetros. De segundos. Como el match point de la película de Woody Allen. Esa pelotita que baila sobre la red hasta que cae hacia uno u otro lado. Y marca victoria o derrota. Los ritmos dirigenciales tienen tiempos acaso algo más lentos. Pero igualmente implacables. Lo pueden atestiguar hoy los Moyano, votados por casi el noventa por ciento de los socios un tiempito atrás, hoy ellos mismos bajo el infierno. Cuestionados, dicen algunos críticos, porque le dedican más tiempo a la política que al “Rojo”. Como si justamente esa no hubiese sido también una de las razones por las cuales fueron elegidos. Por su peso político, sus influencias, su poder.

También sufre la nueva dirigencia de Boca. Veinticuatro años de macrismo cimentaron un poder que tejió y mantiene redes en buena parte de la prensa. Así, cada error de la nueva conducción, cada medida que toma, queda expuesta bajo escrutinio público, casi con más voz para los opositores que para los oficialistas (que además hablan poco y no siempre del mejor modo). El inevitable recambio de técnicos en las inferiores, con las protestas de los excluídos casi en cadena nacional, marcó el primer desgaste. Hasta La Bombonera otra vez pintada terminó en tragedia, con la muerte de un obrero que, según parece, trabajaba en condiciones más que precarias. La partida precipitada de Alexis Mac Allister a Inglaterra fue el último episodio.

Gran jugador, MacAllister, confirmó calidad en 23 partidos y 3 goles su permanencia de seis meses en Boca. Su muy buen trabajo, goles y pases, en el Preolímpico de Colombia agrandó su figura. Y empujó definitivamente una trasferencia que ya tenía forma. El jugador ya había sido comprado por 10 millones de euros en enero de 2019 por el inglés Brighton, pero problemas de visado complicaron el viaje y así surgió el préstamo a Boca, que lo incorporó por un año sin cargo y sin opción. Boca sirvió entonces de trampolín perfecto, vidriera inmejorable, para que Mac Allister primero fuera convocado a la Selección y cumpliera luego los requisitos de la visa que le permite desembarcar en la Premier League. Le debe mucho a Boca. Si bien todavía bajo contrato, Boca no tenía mucha chance de retenerlo. Brighton, dueño del pase, lo quería ya. Y Mac Allister, dice Boca, quería irse. El jugador alegó que fue Boca el que precipitó su salida. Y mencionó a Juan Roman Riquelme.

El Riquelme dirigente ve así ahora que los jugadores estrella, tal como él lo fue, tienen sus intereses igual que los tenía él. Mac Allister está a años luz de lo que hizo Riquelme para Boca. Pero Riquelme ya no juega. Mac Allister sí. A la puja, hay que decirlo, se añadieron otras cuestiones. Carlos “Colorado” Mac Allister, padre y representante, se encontró con otra dirigencia en Boca, ya sin sus viejos amigos macristas. No fue casual que Marcelo Delgado, hombre de Riquelme, devolviera las estocadas mencionando como representante de Alexis a Ezequiel Arribas, hijo de Gustavo Arribas, ex capo de la Agencia Federal de Inteligencia (socio supuesto y hasta denunciado como “testaferro” de Mauricio Macri cuando el ex presidente mandaba en Boca). El fútbol, sabemos, no es sólo una pelota y once contra once. Es negocio y también es política. Y resultados. También son resultados. Sirven para apagar incendios. Para tapar la basura. Y para que la memoria se haga corta.

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