Singularidades de la atracción

Singularidades de la atracción

16 Febrero 2020

Por Inés Páez de la Torre. Psicóloga.

Paul Bloom, profesor de Psicología de la Universidad de Yale, plantea una afirmación más que esencial: cuando nos enamoramos, lo hacemos de personas determinadas, no de sus cualidades. Dicho de otro modo –y tal como lo prueban distintas investigaciones- no nos sentimos atraídos exclusivamente por rostros o cuerpos, tampoco por la personalidad o la inteligencia de nuestro objeto de amor. Lo que nos atraen son personas concretas que casualmente poseen estas características.

Nuestro arraigado hábito de apreciar todo a título individual no sólo se limita al amor. También en relación a las obras de arte, productos de consumo y objetos de valor sentimental: si un coleccionista posee un cuadro de Picasso, por ejemplo, no admitiría en absoluto –y más allá del valor monetario- que alguien se lo cambiara por una reproducción, incluso si no pudiera distinguir la diferencia entre ambos. Quiere poseer y contemplar esa obra en particular, única, no una idéntica. La misma lógica explica el hecho de que una cartera Louis Vuitton o un Rolex de imitación sean menos valiosos que sus originales, por muy buenas que sean las copias. Y cuando a los chicos se les cambia el objeto de apego –una manta, un muñeco- por otros iguales –algo que se ha hecho en el laboratorio- no les gusta en absoluto.

Bloom se explaya respecto de esta característica en el amor: “Piense en la persona a quien más quiere. Imagínese que existe en el mundo alguien cuyo aspecto es prácticamente idéntico al de esa persona especial, hasta tal punto que la mayoría de la gente no sabría diferenciarlas: un gemelo o gemela idéntica. Si lo que le atrae a usted fueran las cualidades de la persona, y no la persona en sí, entonces el gemelo o la gemela deberían ejercer buena parte de esa misma atracción”. Pero, ¿qué es lo que pasa? Curiosamente, los estudios realizados con personas en pareja con gemelos revelan, una vez más, que esto no ocurre: sentimos atracción romántica hacia la persona en particular, no hacia sus cualidades.

Con el deseo sexual pasa lo mismo, aunque en esto puede haber sorpresas. Así lo refleja una obra de teatro del escritor polaco, Premio Nobel de Literatura, Isaac Bashevis Singer, donde se hace referencia a un “tonto” que se marcha de Chelm, su aldea, y se pierde, pero termina volviendo al mismo lugar, aunque, como está confundido, cree que se ha topado con otro pueblo, cuyos habitantes son idénticos a los del suyo. Entonces ve a su esposa, de quien se había aburrido hace tiempo y, creyéndola otra, se excita considerablemente. Desde un punto de vista estrictamente perceptivo, ella le resulta familiar, por supuesto. Pero, como asegura el profesor Bloom: no somos seres eminentemente perceptivos.

Por esto mismo es que en Internet abundan páginas que se jactan de tener imágenes de personas famosas desnudas sacadas de películas o, en algunos casos, robadas. Es obvio que lo atractivo no es la experiencia visual en sí –que muchas veces resulta borrosa e irreconocible- sino el hecho de saber de quién se trata. Si esos consumidores de pronto pensaran que la fotografía corresponde a otro, el interés se reduciría. De ahí que los medios paguen fortunas por la foto de una celebridad desnuda y ni un centavo por la de alguien muy parecido.

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