Entrevistas polémicas

El periodista Fernando Niembro le dice a Rafael Di Zeo, jefe de la barra brava de Boca: “Te vi a vos, una vez en Salta, sacarte más fotos que el mejor actor argentino. Es decir que hay mucha gente que los tiene a ustedes, no digo idolatrados, pero sí como una referencia”. Y el líder de La 12 le responde: “Actualmente me pasa lo mismo, ‘Fer’. No sólo en Salta, en Buenos Aires, en la Capital, todos los días donde voy me saco fotos con la gente. Quiere decir que algo bueno habré hecho en el mundo este de las hinchadas”.

El diálogo entre “Fer” y “Rafa” sucedió el jueves pasado en La Oral Deportiva, de Radio Rivadavia. Como si nada. Responde Di Zeo que él “nunca” le dio “bolilla a los negocios que hay alrededor de la cancha”, que “para nosotros no existe el término ‘barra brava’, lo puso un periodista en la dictadura militar”, que los “muchos hinchas millonarios” que tiene Boca “nos ayudan para ir a los partidos” y que, palabras más, palabras menos, la lucha contra la violencia de los barras en las canchas se solucionaría dejando entrar otra vez a los estadios a gente injustamente castigada como él, porque nadie como él, le dice Di Zeo a Niembro, puede entender mejor de qué se trata el problema.

“¿Vos decís que si a vos te habilitan entrar a la cancha muchos de los problemas que suceden no se darían?”, inquiere entonces el periodista. “Esto -responde Di Zeo- es como todo, como en el colegio: cuando la maestra se va los chicos hacen lío en el aula”. Por eso, siguió Di Zeo, tras la insistencia de Niembro, “las autoridades tendrían que manejarse con los que más entienden dentro de una hinchada de fútbol”. Y “los que más entienden”, claro, son los Di Zeo, cuyos abogados buscan que su cliente, que tiene condenas y procesos judiciales, pueda volver a las canchas. Imposible no vincular la reaparición de Di Zeo a los incidentes del martes pasado en la piscina de Boca, que provocaron el allanamiento a La Bombonera del viernes pasado, ordenado, según recordaron algunas crónicas, por Juan Bautista Mahiques, fiscal general porteño, con cargo en un tribunal de la FIFA, donde según cuentan llegó de la mano de Daniel Angelici, ex presidente de Boca, claro.

No debería haber entrevistados prohibidos. Tampoco entrevistas en bandeja. Pero ambas cosas suelen suceder. Recuerdo en la Semana Santa de 1987, un intento golpista contra la democracia naciente que lideraba Raúl Alfonsín, que hubo críticas a un periodista porque entrevistó a Aldo Rico, líder de la sedición militar de los “carapintadas”. Pero el periodista, con sus preguntas, desnudó al golpista. No estuvo mal. Diferente, en cambio, es si al entrevistado polémico no se le recuerda por qué su figura es justamente polémica. No con preguntas acaso punzantes, pero genéricas. Sino recordando al menos qué delitos se le han imputado, de cuáles ha sido condenado y por qué, con esos antecedentes, se supone que entonces puede ser autoridad para ayudar a solucionar un problema que él mismo alimentó a base de balazos, piñas y amenazas. Los Di Zeo no son la solución. Son parte del problema.

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