Luciano Pons: la humildad de un goleador

Luciano Pons: la humildad de un goleador

La peleó bien desde abajo. Jugó en todas las categorías del fútbol argentino y en sus inicios hasta debió trabajar porque el sueldo de futbolista no alcanzaba.

Se dice que la personalidad está integrada por ciertos rasgos que conforman patrones en la forma en que un individuo percibe y se relaciona con el ambiente, las demás personas, consigo mismo y con el mundo. Siguiendo ese hilo, podríamos afirmar que el estilo de juego de Luciano Pons es un claro resumen de su vida.

El goleador se hizo bien desde abajo. Le puso el pecho a una infancia difícil, peleó con todas sus fuerzas también dentro de esos campos pelados del ascenso y logró hacer realidad su gran sueño: vivir del fútbol.

Pero antes de que “Lucho” anotara su nombre en la tabla de goleadores de la Superliga 2018/19 o de que diera pelea en la cima de la tabla de artilleros de la actual Primera Nacional; mucho antes, el ahora goleador se le plantó a una vida que nunca le fue sencilla y a un destino que le tenía preparadas lindas sorpresas, pero que no le iba a regalarle absolutamente nada.

“Disfruto mucho este presente”, jura Pons en el mano a mano con LG Deportiva con la misma seguridad con la que enfrenta a los arqueros rivales. El delantero, que la peleó desde muy abajo, que pasó por todas las categorías del fútbol argentino, que metió goles de todos los colores y que nunca bajó los brazos pese a chocar con mil y una contras, deja en claro que en San Martín encontró todo lo que soñó. “Cuando jugaba la D con Argentino de Rosario practicábamos en cancha sin pasto, dura y no había ninguna comodidad. Costaba mucho ir a entrenar. Me levantaba a las seis de la mañana, iba a trabajar, volvía a mi casa, tomaba un té y me iba en bicicleta al entrenamiento”, relata sus inicios con alegría; la misma que mostraba cada vez que tocaba una pelota. “Yo veía que mis padres eran felices viéndome jugar. Entonces le metía mucha pila, confiando en que en algún momento iba a poder vivir del fútbol”.

En aquel tiempo su idea parecía utópica. En las divisionales más bajas de nuestro fútbol el confort o el lujo son cosas inimaginables. Allí la bola rueda sólo por amor al deporte y los protagonistas deben ganarse el plato de comida en otra parte. “Yo trabajaba… En un momento hacía piletas de hormigón con amigos o con un primo; éramos ayudantes de albañil. Hacía cualquier cosa. En un tiempo, mi papá no tenía trabajo y salía a vender estatuas de yeso en las esquinas y yo iba con él y vendía alfajores. Son cosas que hoy valoro mucho porque pude salir de eso y pude también ayudar a mi familia”, cuenta y compara con orgullo su actual situación. “Hoy vengo a entrenarme en mi auto. En San Martín trabajamos en canchas hermosas, en el vestuario tenemos frutas, Gatorade (sic) y un montón de cosas a las que no estaba acostumbrado. Por eso hay que disfrutar esto y seguir creciendo”, agrega.

Luciano agradece siempre. Él luchó por amor a los suyos, pero considera que si hoy está donde está es gracias al aporte de sus seres queridos. “Logré mi sueño gracias a mi familia, a mi novia y a su familia. Por todos ellos pude afianzarme en Primera”, admite.

Y ese fútbol algo tosco pero altamente eficaz que Pons muestra dentro del campo es, de cierto modo, parte de su génesis. No da pelota por perdida, choca con sus rivales, corre, mete, y termina exhausto cada partido. Quizás, por su función pudiera evitar un poco el roce, pero él prefiere que no sea así. “El otro día hablaba con mi novia y me decía que no debía chocar tanto. Pero yo estoy tan acostumbrado al ascenso, a que te peguen, al choque constante, que siento que ese es mi estilo. En esta categoría me sirve y tengo que seguir así”, admite.

Con 11 gritos, no sólo es el goleador de San Martín sino que está a uno de Pablo Magnín, el capocannoniere de la categoría. Sin embargo, él pone lo grupal por sobre todas las cosas. “Obvio que quiero seguir haciendo goles pero prefiero lograr el ascenso. Acá hay un grupo hermoso, unido, en el que todos tenemos la misma meta”, remata el goleador incansable ese que por constancia, por empeño, pero sobre todo por amor, supo torcerle el brazo a una infancia difícil que lo marcó para siempre.

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