Cuatro de cada 10 víctimas de homicidio son menores de 29 años

Cuatro de cada 10 víctimas de homicidio son menores de 29 años

Unos 200.000 jóvenes mueren asesinados cada año. Las causas de la violencia juvenil y los roles del Estado y la sociedad en su prevención.

GOLPIZA. Un grupo de atacantes patea a una mujer. La violencia juvenil es un problema de salud pública. GOLPIZA. Un grupo de atacantes patea a una mujer. La violencia juvenil es un problema de salud pública.

La muerte de Fernando Báez Sosa, asesinado en Villa Gesell por un grupo de jóvenes de entre 18 y 20 años, generó conmoción y debate en el espacio público. Desde que se difundió un video que muestra cómo ocurrió el homicidio, los usuarios de las redes sociales y los columnistas de los medios de comunicación lo han observado y analizado. Y el detonante o la causa de este asesinato aparece, según quién lo mire, en diferentes lugares: por ejemplo, en el ambiente cultural del rugby, deporte que practican los acusados, o en una conjunción de predisposición a la violencia y abuso de alcohol.

Pero más allá de este caso, la violencia juvenil es un problema mundial de salud pública, según ha advertido en más de una ocasión la Organización Mundial de la Salud. De acuerdo con este organismo de las Naciones Unidas, cada año 200.000 jóvenes de entre 10 y 29 años pierden la vida en homicidios (y el 83 % de esas víctimas es varón). Además, estos muertos representan el 43 % del total mundial anual de asesinatos.

Lógica de la crueldad

Jorge Garaventa, psicólogo de la fundación educativa Sociedades Complejas, denuncia que en la comunidad se ha instalado la lógica de la barbarización de los vínculos y de la crueldad. “Mientras nos detengamos en los rugbiers, las drogas o el alcohol, estaremos en el campo de algunos detonantes, pero no en el de las causas primeras y últimas de las violencias. Cualquiera de los asesinos de Fernando puede haber tenido una educación diferente, pero no una composición especial. No son monstruos, son productos sociales a los que la sociedad ve circular como si nada hasta que se produce un estallido que alarma”, advierte.

Para Garaventa, el desarrollo de la psiquis no tiene muchos secretos: niños y niñas se estructuran en función de lo que ven, del trato, de los abrazos y las privaciones afectivas. Y por eso, según él, el aprendizaje del odio está al alcance de la mano. “¿Es pensable -se pregunta- una sociedad sin violencia juvenil cuando esta habita todas las etapas de la formación de las personas? ‘Decidieron matar a Fernando’, dijo la fiscal, pero también alguien del club dijo: ‘sabíamos que hicieron esto varias veces en Zárate, pero nunca habían llegado a tanto’. O sea, las golpizas en banda están dentro de lo tolerable”.

Mientras nos detengamos en los rugbiers, las drogas o el alcohol, estaremos en el campo de los detonantes, pero no en el de las causas (Jorge Garventa).

Tareas urgentes

Así, Garaventa no considera que el homicidio de Báez Sosa sea excepcional (“cada 26 horas, presenciamos impávidos un femicidio, y asistimos a diario al alarmante avance de la violencia contra la niñez, denunciado por Unicef el año pasado, y al preocupante crecimiento del bullying, que no es otra cosa que violencias entre niños y niñas”, alerta), y alienta a combatir los roles estereotipados: “es urgente desandar la formación de machitos y princesas, de machitos que no lloran ni expresan sus sentimientos y van acumulando rencor y resentimiento hasta el estallido”.

Políticas públicas

De acuerdo con Garaventa, la prevención de las violencias solo resulta posible si se parte de la base de que el único que está en condiciones de garantizarla es el Estado, aun cuando el concurso de la familia y el resto de la sociedad civil sea imprescindible. “No se puede argumentar falta de presupuesto, porque bien sabemos que estamos hablando de decisiones políticas, no económicas. Hay que desarmar la premisa social, hoy vigente, de que las diferencias se resuelven con la eliminación del otro, y para esto las políticas públicas continuas son las únicas con posibilidades de éxito”, argumenta.

Hay que trabajar para que los chicos salgan de la escuela y vayan a la sociedad civil con una cultura de empatía y de respeto al otro (José Luis González).

Aprendizaje social

En Tucumán, el Ministerio de Educación brinda desde hace dos años su Programa de Aprendizaje Social, que está orientado a erradicar las conductas violentas del ámbito escolar y, en consecuencia, del mundo adolescente. Con este fin, las escuelas tucumanas ya han acogido talleres artísticos, juegos de roles y charlas de concientización, entre otras actividades.

José Luis González, director de Asistencia Técnico-Pedagógica de esa cartera, cuenta que en la educación secundaria es donde más aparecen los hechos de violencia entre estudiantes y llama la atención sobre la necesidad de que toda la familia educativa (instituciones, docentes, alumnos y padres) participe en la promoción de la convivencia pacifíca. “Para convertir a nuestros jóvenes en ciudadanos tenemos que fomentar la buena conducta -reflexiona González-. Hay que trabajar para que los chicos salgan de la escuela y vayan a la sociedad civil con una cultura de empatía, de compañerismo, de respeto al otro”.

Y en la misma línea, el ministro de Educación, Juan Pablo Lichtmajer, manifiesta que la escuela debe ser el ámbito donde se enseñen la tolerancia y el respeto a la diversidad y a toda forma de identidad. “Buscamos que los alumnos no solo hagan hincapié en los contenidos curriculares, sino también en la formación en valores -transmite-. Solo así podremos formar a nuestros adolescentes en contra de la violencia”.

Temas Villa Gesell
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios