Fútbol femenino: jugar con el anhelo de poder vivir del deporte

Fútbol femenino: jugar con el anhelo de poder vivir del deporte

Fútbol femenino: jugar con el anhelo de poder vivir del deporte

Las chicas de Atlético y de San Martín conocen bien los sacrificios de ser deportista amateur. ¿Hasta cuándo?

Camila Carceller
Por Camila Carceller 06 Noviembre 2019

Preparan la ropa, buscan las canilleras, agarran la botella de agua y limpian los botines que quedaron embarrados desde el último partido. Con el bolso listo al hombro y la vianda adentro, cada una sale a cumplir con sus obligaciones. Es que antes de ir al club, algunas deben llevar a sus hijos al colegio; las estudiantes, rendir un parcial; y el resto, ir a trabajar. La pasión por el deporte hace que no sea caótico organizar sus rutinas para poder ir a entrenar. Las jugadoras de fútbol femenino dejan sus vidas en el club por el anhelo de que llegue el día en que -gracias a su lucha- generaciones futuras puedan vivir de los colores, como no pudieron hacerlo ellas.

Entrega, dedicación y sacrificio, mucho sacrificio, son las aptitudes que en ellas mismas reconocen y que creen imprescindibles a la hora de lograr un objetivo tan grande como el que comparten: profesionalizar el fútbol femenino.

La disciplina llegó a Tucumán en los ’90, cuando un grupo de chicas aficionadas se reunieron y decidieron organizar el primer entrenamiento. María Soledad Villagra (39), coordinadora de fútbol femenino en San Martín, participó de la idea inicial y lo recuerda como si fuera ayer. “En el fútbol estoy desde que se fundó, en 1997. Por mi edad, actualmente soy la única de aquel grupo inicial que queda en actividad oficial“, comenta.

Fútbol femenino: jugar con el anhelo de poder vivir del deporte

Con sólo 16 años, Villagra fue una de las pioneras en épocas en las que sólo se imaginaba a las mujeres entrando a una cancha para lucir sus minifaldas y mover sus porras. “En ese momento se jugaba mucho en las semanas de los colegios, y entre las que participábamos nos hicimos amigas y nos juntamos para empezar a entrenar. Lo mismo pasó en Atlético”, recuerda.

Unos cuatro años más tarde, las chicas dieron otro paso adelante y entraron a la Liga Tucumana. San Martín comenzó con la organización de los torneos y los equipos empezaron a competir. Pero esa escena de los jugadores en fila subiendo al colectivo para trasladarse a jugar, todos con la misma ropa y el set de mate a cuestas, aún no logró replicarse en ellas. Para las “Decanas” y las “Santas” entrenar o ir a jugar no es tan simple: “nosotras tenemos que hacernos cargo de los gastos de árbitros, pasajes y alojamiento”.

El paso de los años trajo mayor apertura a los clubes, que comenzaron a brindarles un poco más de importancia, materializándola en recursos económicos y logísticos. “Ahora el club nos ayuda mucho más. La comisión directiva nos colabora con el costo de los entrenadores y preparadores físicos, algunos viajes y árbitros, nos da la ropa de entrenamiento y la de salida también. Es una colaboración importante”, agrega la “Colo”.

Fútbol femenino: jugar con el anhelo de poder vivir del deporte

Según las jugadoras, en Atlético la situación es similar. Diana Sevila, lateral por la derecha de la Primera, comenta cómo es su rutina cuando tienen que viajar: “en general vamos los domingos. Organizamos todo el viernes y vemos en qué viajar. Si algunas van en el auto, vamos todas juntas”.

Es inevitable pensar este deporte como algo externo a la institución que representan ya que, a pesar de compartir la disciplina con el plantel profesional masculino, las condiciones y el reconocimiento no son los mismos.

“A pesar de la envergadura que tiene el club, la vida de la futbolista es muy sacrificada”, menciona Sevila. Al igual que sus compañeras, la jugadora de 25 años vuelve a remarcar el sacrificio que conlleva seguir su pasión. “Lleva mucho esfuerzo porque es amateur. El club nos trata de dar todas las herramientas que necesitamos, pero hay que remarla”, añade la también futura periodista deportiva.

Cosas para cambiar

“Mientras no seamos profesionales, este será un deporte amateur como el hockey o el rugby. Tenemos más derechos que cualquiera de esos deportes porque avanzamos muchísimo, pero una vez que seamos profesionales nos tendrán que dar el mismo lugar que a los hombres. Para eso se necesita una organización más federal, y esa decisión viene de AFA”, opina Villagra. En pos de la federalización, las jugadoras le dan especial importancia a la difusión de su actividad: “hoy tenés que salir de la provincia para que te vean y te reconozcan. Tenemos varias chicas que salieron de acá y juegan en equipos de Buenos Aires, (como Rocío Correa en San Lorenzo), y les va bien. Si no nos conocen, no vamos a llegar a tener peso a nivel nacional”.

Además, las chicas apuntan a un cambio en la organización estructural. “Acá en Tucumán falta mucho. No sólo en Atlético sino a nivel Liga, estructural y dirigencialmente. Hay que avanzar hacia lo que tienen en Buenos Aires. Quizás ni yo ni mis compañeras vemos el cambio, pero luchamos por las más chicas, para que ellas algún día puedan vivir de esto”, acotó Sevila. 

“A nivel interior estamos muy lejos de lo que pasa hoy en el fútbol femenino de Argentina”, cerró Villagra.

Tucumana de selección

Guadalupe Luna tiene 15 años y vive en Las Talitas. La jugadora “santa” conoció el predio de Ezeiza a mitad de año, cuando fue convocada a la Selección -17. “Estuve una semana. Fueron muy duros los entrenamientos pero muy linda la experiencia”.

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