Juicio sobre Monteagudo

Juicio sobre Monteagudo

El historiador Vicente López lo detestaba.

BERNARDO DE MONTEAGUDO. Estatua del tucumano, existente en la ciudad boliviana de Sucre. BERNARDO DE MONTEAGUDO. Estatua del tucumano, existente en la ciudad boliviana de Sucre.

Entre quienes detestaban al tucumano Bernardo de Monteagudo (1789-1825) estuvo el historiador Vicente Fidel López. En su tan conocida “Historia de la República Argentina”, da rienda suelta a sus juicios. Afirma que “era un alma opaca y soberbia, que tenía por dentro divagaciones malignas y crueles” Se “le había puesto entre ceja y ceja que se parecía a Saint Just” (el sanguinario tribuno de la Revolución Francesa), y profesaba sus doctrinas: “el regicidio y la matanza de los adversarios políticos en masa, hasta purificar la sangre nacional de las heces que le había dejado la tradición”. Poseía “una elevadísima idea de sí mismo y hacía sentir la superioridad de su genio”. Era el suyo “un talento adusto y formulista, inclinado al fanatismo y a los medios extremos en todos los incidentes de la vida”.

Lo describe. “La figura de Monteagudo correspondía admirablemente a su carácter. Llevaba el gesto siempre severo y preocupado; la cabeza algo inclinada al pecho, pero la espalda y los hombros tiesos. Tenía la tez morena y un tanto biliosa; el cabello renegrido y ondulado; la frente espaciosa y de una curva delicada; los ojos negros y grandes, entrevelados por la concentración natural del carácter, y muy poco curiosos. El óvalo de la cara agudo; la barba pronunciada; el labio grueso y rosado; la boca firme, y las mejillas sanas pero enjutas”.

Agrega que “era casi alto; de formas espigadas; la mano preciosa; la pierna larga y admirablemente torneada; el pie correcto como el de un árabe”. En fin, “Monteagudo sabía bien que era hermoso y tenía tanto orgullo de eso, como de en sus talentos; así es que no sólo vestía siempre con sumo esmero, sino con lujo y adornos”.

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