El triunfo de la resistencia

El triunfo de la resistencia

Los Springboks, que antes se habían coronado en 1995 y en 2007, son el primer equipo que en un mismo año se consagró en el Mundial y en el Rugby Championship.

LOCURA VERDE. El capitán sudafricano, Siya Kolisi, levanta el trofeo, acompañado por sus alborozados compañeros. LOCURA VERDE. El capitán sudafricano, Siya Kolisi, levanta el trofeo, acompañado por sus alborozados compañeros.

Y el Mundial de Rugby de Japón cerró con  Shosholoza, “Ir hacia adelante”, la canción triste pero dulce y emotiva de la resistencia contra el apartheid, palabra zulú que recuerda también al tren de vapor al que le cantaban los mineros explotados de Rodesia, hoy Zimbabue. Shosholoza, himno de la Sudáfrica posapartheid, venció al “Swing Low Sweet Chariot”, al “dulce carro”, el himno de la selección inglesa que fue derrotado ayer en Yokohama, acaso porque agotó fuerzas y emoción siete días atrás, cuando sorprendió ganándole la semifinal al haka de los All Blacks. La que sorprendió ahora fue Sudáfrica, que dominó a Inglaterra en una final intensa, puro atletismo moderno, pero definida con una herramienta del rugby de otros tiempos: el viejo scrum.

Increíble que la Inglaterra del entrenador australiano Eddie Jones, que venía trabajando el Mundial a la perfección, saliera al campo tan errática, cometiendo inclusive algunos errores básicos. El deporte moderno trabaja la cabeza del jugador, cómo resolver ante la presión, la visión periférica que permite elegir la mejor opción, y muchos otros detalles. Pero el jugador, aún el del siglo 21 sigue ofreciendo, afortunadamente, su humana vulnerabilidad. El jugador se pone nervioso porque define una final. Motivo de peso. Y los nervios le hacen cometer errores inesperados. Son errores provocados también muchas veces cuando enfrente hay un rival dispuesto a todo, que juega sintiendo que representa algo más que un equipo. Que representa a una nación. Y la presión, sabemos, suele ser siempre mayor para el favorito. Sacó ventaja de ello Inglaterra contra Nueva Zelanda. Y sacó ventaja ahora Sudáfrica contra Inglaterra.

Leo crónicas desde Johannesburgo hablan de fiesta en las calles. De gritos porque “le hemos ganado al colonizador”, como dice un título del diario The Guardian. No lo viví así en pleno Mundial de fútbol de 2010, cuando Holanda, colonizador también, llegó a la final. Sudáfrica era primer anfitrión africano de la Copa de la FIFA. Pero la fiesta podía quedar en manos de su viejo dominador, porque colonos holandeses (“afrikaans”) habían impuesto terror y explotación en su tierra. Pensé que por eso los sudafricanos alentarían por España, finalmente campeona. Pero no. “Queremos que gane Holanda”, me decían casi todos. “Los holandeses son algo así como nuestros primos”. Ahora, es cierto, había una diferencia: el viejo colonizador, en este caso el inglés, era rival directo en la final.

El fútbol sigue siendo el deporte más popular en Sudáfrica. Pero el rugby es su deporte más exitoso. Los Springboks son tricampeones mundiales. Ahora lo son con capitán negro. Wingers negros que marcan tries decisivos. Pilares negros que son demoledores en el scrum. Los Springboks reflejan mejor el cambio de la Sudáfrica sin apartheid. El país todavía sufre otras deudas. El primer capitán negro, claro, es Siya Kolisi, cuya historia conmovedora recorre estas horas las páginas de la prensa internacional. El pibe sin madre desde los quince años, que comía salteado, sin TV en su casa, y que tenía que ir a un bar para ver de qué modo los Springboks ganaban en 2007 su segunda Copa Mundial de rugby. El capitán cuyo padre subió por primera vez a un avión en su vida y salió por primera vez del país para alentarlo en la final de Yokohama.

“¡Qué historia! Viene de un pueblo muy, muy pobre. Soy un gran admirador de él”, dijo días atrás Francois Pienaar, el capitán mítico que levantó la primera Copa de 1995. Pienaar dijo inclusive que este Mundial de 2019 tiene aún más valor que el de 1995 “porque ahora tenemos más seguidores negros”. Es cierto. Pero difícil de compartir si recordamos que aquella primera Copa tuvo otro simbolismo. Fue la primera gran fiesta popular de la Sudáfrica sin racismo legal. Sin apartheid. La fiesta que lideró una figura que sí será inmortal: Nelson Mandela.

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