El fútbol debe ser el único protagonista del Superclásico

El fútbol debe ser el único protagonista del Superclásico

20 Octubre 2019

Los últimos antecedentes obligan a estar atentos y tomar los recaudos necesarios para que esta vez, la historia tenga un final feliz. El martes se define la serie semifinal de la Copa Libertadores entre Boca y River, un duelo caliente donde estará en juego mucho más que el resultado de los 90 minutos. El Superclásico se convirtió en cuestión de estado por la rivalidad que crece con el paso de los años y por la trascendencia internacional que alcanzaron los últimos enfrentamientos. Ganar la máxima competencia sudamericana se convirtió en una obsesión de los hinchas y tanta pasión, a veces, no es buena consejera.

Las dos últimas series entre Boca y River por la Copa Libertadores dejaron manchas que difícilmente se puedan borrar en la historia de los enfrentamientos entre los dos equipos más populares de esta parte del mundo. El 14 de mayo de 2015, el mundo futbolero conoció a Adrián Napolitano, alias el “Panadero”. Su fama trascendió las fronteras y llegó a los medios internacionales.

Ese día tenía que quedar en la historia por tratarse de un nuevo enfrentamiento internacional entre Boca y River, pero el bochorno arruinó la fiesta. Nadie imaginaba que sería una de las más negras de nuestra historia futbolera. Boca venía de ganar todos sus partidos de la fase clasificatoria y fue el mejor equipo del torneo en esa instancia. River, en cambio, entró con lo justo y favorecido por el triunfo de visitante de Tigres de México sobre Juan Aurich, de Perú, 5 a 4. Sin embargo, el “Millonario” ganó la ida 1 a 0 con un penal ejecutado por Carlos Sánchez, con un polémico arbitraje de Germán Delfino. La revancha no mostró nada interesante en el primer tiempo, pero el segundo no se jugó porque el “Panadero” arrojó gas pimienta a los futbolistas visitantes cuando regresaban del descanso.

Boca perdió el partido en la Conmebol. River avanzó envalentonado en el torneo y se consagró campeón venciendo a Tigres, en la final. Napolitano no pudo volver a pisar La Bombonera, pero el daño ya estaba hecho.

El año pasado se vivió algo parecido, pero en el Monumental. El micro que trasladaba al plantel de Boca fue atacado por hinchas de River que rompieron las ventanillas y provocaron lesiones a Pablo Pérez y a Gonzalo Lamardo. La tensión fue en aumento cuando la Conmebol presionó para que el partido se jugara. Finalmente se reprogramó para día siguiente, pero tampoco se jugó. Las autoridades de la entidad con sede de Paraguay decidió llevar el segundo partido a España. El negocio era muy grande para perder la oportunidad de ver a los dos colosos definiendo la competencia sudamericana. Ganó River y festejó, pero el fútbol argentino quedó otra vez herido.

¿La tercera será la vencida? El martes volverán a cruzarse en La Bombonera. River llega con la ventaja del 2-0 y Boca con la obligación de revertir la historia. Se montará un megaoperativo de seguridad que incluye dos helicópteros que seguirá el recorrido del plantel “millonario” hasta el estadio. También habrá una fuerte custodia para los responsables del VAR (Mauro Vigliano y Fernando Rapallini fueron durmente cuestionados por los hinchas “xeneizes”) y hasta se pensó en montar la estructura fuera del estadio, pero la idea no prosperó.

La preocupación por lo que pueda suceder llevó a las autoridades del Gobierno nacional a intentar postergarlo hasta después de los comicios del 27 de octubre, pero sólo quedó en una expresión de deseo.

Se viene otro Superclásico copero. Ojalá esta vez sólo se hable de fútbol. Los argentinos merecen volver a disfrutar de una fiesta que sigue sorprendiendo en otras latitudes. “Estos es único en el mundo. Cuidémoslos”, sostienen Juan Román Riquelme y Pablo Aimar en una publicidad. Y ambos de esto saben muchísimo.

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