El dolor es más que un síntoma

El dolor es más que un síntoma

Hoy como cada 17 de octubre, es el Día Mundial del Dolor, por iniciativa de la OMS, que lo considera una enfermedad en sí mismo, y a su tratamiento, un derecho humano.

El dolor es más que un síntoma LA GACETA / FRANCO VERA

Desde su cama en terapia intensiva, José Ernesto Ortiz sonríe después de mucho tiempo. Por primera vez en años no le duele desesperadamente el lado izquierdo de su cara. La cirugía que le hicieron para tratar su neuralgia del trigémino fue un éxito; pero llegar hasta allí, un infierno.

Belén Jiménez Suárez (la jovencita que conocimos porque le habían robado la batería de su neuroestimulador) entiende perfectamente a don Ernesto: a ella la operaron tres veces desde 2013; tenía un desplazamiento de vértebras que le causaba dolores muy intensos en las piernas y en el glúteo. Los dolores no cedieron y -relata- ni en el Hospital Italiano de Buenos Aires pudieron darle una solución. Mal sobrevivía con dosis altísimas de codeína.

Historias como estas son mucho más frecuentes de lo que se piensa. “Recibimos todos los días personas que sufren dolor crónico, han pasado por muchos médicos y consumen todo tipo de sustancias; pero el dolor no se va” -cuenta Maximiliano Müller, coordinador del Programa Provincial de Dolor y Cuidados Paliativos-. Con frecuencia la solución no es el medicamento, pero los médicos solemos no saber dar otras respuestas”.

EL CARGADOR PERDIDO Y RECUPERADO. Belén recarga el sensor mediante un implante subdérmico, conectado con el estimulador que le produce el hormigueo salvador. EL CARGADOR PERDIDO Y RECUPERADO. Belén recarga el sensor mediante un implante subdérmico, conectado con el estimulador que le produce el hormigueo salvador.

De hecho -conviene recordar hoy, en el día Mundial del Dolor-, la OMS lo describe así: “El dolor crónico es una enfermedad, y su tratamiento, un derecho humano”. Sin embargo, muchos pacientes deambulan y los diagnósticos certeros se demoran años.

Belén debe su calidad de vida actual a que su mamá estaba viendo un programa de TV, en noviembre de 2018, y en él apareció Andrea Arcos, especialista en neurología funcional. A don Ernesto le sacaron tres muelas sanas, que -claro- no eran la causa de su sufrimiento. Y la doctora Arcos acaba de operarlo.

Hay dolores y dolores

“El dolor, cuando es agudo, cumple una función fisiológica de protección: da la alerta sobre un potencial daño físico y la lleva hasta el cerebro; el objetivo del dolor agudo es evitar o limitar daños”, explica Arcos. “Pero el dolor neuropático -añade-, ese que no da alertas y perdura en el tiempo, no tiene utilidad para el organismo. Por el contrario, es altamente discapacitante”. Tanto que don Ernesto llegó a decirle a su cirujana: “no puedo más; córteme la cabeza”.

Y Müller agrega: “las personas no percibimos el dolor del mismo modo; por eso es inadmisible una respuesta que con frecuencia oyen los pacientes: ‘las imágenes (de los estudios) no justifican ese dolor’. El umbral de sensibilidad es personal y se construye a lo largo de la historia de sufrimiento de cada uno”. Por eso -destaca- siempre es crucial el trabajo en equipo y en él, del psicólogo.

Las causas de esa historia de dolor crónico son diversas, pero el dolor se parece: se siente algo parecido a una corriente eléctrica, o quemazón o pinchazos con sólo rozar la zona, e incluso sin estímulo. Para enfrentar el dolor hay muchas alternativas, además de las medicamentosas: tratamientos kinésicos y otros mínimamente invasivos: como colocar anestésicos por medio de agujas, explica Müller.

Al quirófano

Pero hay veces que las alternativas parecen acabarse. Y algunas de esas veces la cirugía es una opción salvadora.

“En el caso de don Ernesto las imágenes fueron cruciales -cuenta Arcos-. Mostraban del lado izquierdo que el nervio trigémino, uno de los que inerva la cara, estaba siendo presionado por uno de los muchos vasos sanguíneos que lo rodean. Lo que hicimos fue cubrir el nervio con un stent, de los que se usan para abrir arterias muy taponadas, y lo aislamos, como si fuera un cable”. Pocas horas después don Ernesto despertó sin dolor alguno.

Lo de Belén fue un poco más complicado, y se basa en un principio de la fisiología del dolor. “Dicho simplificadamente -dice Arcos-, los nervios que nos dan la sensación de dolor tienen ‘transmisión lenta’. El objetivo de la cirugía es lograr un estímulo que llegue con la información antes al cerebro”. Para eso -sigue explicando- colocaron en la columna de Belén un estimulador sensorial que, cuando es necesario, provoca cosquilleos en las piernas y en el glúteo, con lo cual impide el acceso -por decirlo fácil- al estímulo doloroso. El aparatito está conectado a un sensor que ella tiene colocado bajo la piel del glúteo, y que alimenta de energía con el cargador que la habían robado.

ALIVIO DESPUÉS DE AÑOS. Don Ernesto puede tocarse la cara sin sentir dolor. ALIVIO DESPUÉS DE AÑOS. Don Ernesto puede tocarse la cara sin sentir dolor.

“Me cambió la vida -cuenta sonriente Belén-. Estoy bajando cada vez más las dosis de codeína y puedo hacer vida normal. Quisiera que todos los que sufren dolores así sepan que se pueden buscar alternativas. Que no se queden con un ‘no se puede hacer nada más’ como respuesta”.

Dolor: problema subestimado

“El dolor crónico es uno de los problemas de salud más subestimados en el mundo, pese a sus consecuencias serias en la calidad de vida de quienes lo padecen, y a que supone una carga importante en los sistemas de salud”. La frase de Harald Breivik, ex presidente de la Federación Europea de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, es más que elocuente. “En el consultorio y los hospitales manda el apuro, suponer que sabemos... Si los médicos escucháramos al paciente, podríamos actuar mejor”, señala Maximiliano Müller, especialista en dolor.

Cifras

- 1 de cada 5 personas padece dolor crónico de moderado a grave.
- 1 de cada 3 no puede mantener un modo de vida independiente debido al dolor.

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