Nuestro trabajo en la era de los robots

Nuestro trabajo en la era de los robots

13 Octubre 2019

Por Andrés Oppenheimer

Hay dos factores que van a cambiar todo en los próximos años. Los robots son cada vez más baratos y son cada vez más inteligentes. Un robot industrial en una fábrica industrial en China hace ocho años costaba el equivalente a 5,4 años del costo laboral de un trabajador. Hoy cuesta menos de un año de costo laboral. Hace diez años un robot era una máquina individual; hoy los robots están conectados a la nube y aprenden de sus errores y aciertos. Los robots trabajan tres turnos seguidos, no chatean en horario de trabajo ni se toman vacaciones.

Esto cambiará el mundo mucho más rápido de lo que pensamos.

Muchos pensarán que esto pasa en China o Estados Unidos pero que tardará mucho en llegar a nuestros países. Pero tenemos en marcha el fenómeno contrario. Los países más afectados por la robotización serán los países emergentes y manufactureros como México o Argentina. Porque lo más simple de reemplazar por robots es el trabajo mecánico, repetitivo, manual y previsible.

¿Soy un pesimista que piensa que se viene el apocalipsis? Para nada. Pienso que, a la larga, todos estaremos mejor porque finalmente la tecnología crea más trabajos de los que elimina. Pero en el corto plazo será muy traumático. Los tiempos se aceleran. Cuando éramos cazadores, en la Edad de Piedra, tuvimos miles de años para convertirnos en agricultores. Cuando éramos agricultores tuvimos otro tanto para convertirnos, con la Revolución Industrial, en trabajadores fabriles. Luego unos cientos de años para convertirnos en proveedores de servicios. Hoy en pocos años podemos quedar fuera del sistema laboral.

Todas las semanas almuerzo con mi hijo cerca del edificio donde trabaja y dejo mi auto en un estacionamiento cercano. Cada jueves una señora cubana que atendía la caja, y veía mi programa, me hacía comentarios sobre la última emisión. Era mi ‘focus group’ individual para intentar medir la reacción del público a cada emisión. Hace poco, fui un jueves y había desaparecido la señora y la caseta desde la que me atendía. Había una máquina que te daba el ticket y cobraba a la salida. Esa señora no tuvo tiempo para adaptarse.

Durante la Revolución Industrial la gente quemaba los telares porque pensaba que todos quedarían sin trabajo pero las máquinas hicieron ropa más barata, dejó más dinero a la gente para comprar más ropa y terminó habiendo más trabajadores textiles que antes. Cuando salieron los automóviles, los fabricantes de carretas quemaban autos. El auto requirió carreteras, talleres mecánicos, nuevos y más trabajos y servicios. Ahora los tiempos se acortan y nos metemos en una transición traumática.

* Fragmento de la charla del autor de ¡Sálvense quien pueda! en la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, en Coral Gables.

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