Gabinetes de adaptación
Gabinetes de adaptación

Cristina dejaría exclusivamente en manos de Alberto la integración del gabinete nacional, sin inmiscuirse en la definición de los nombres que pueda sugerir su compañero de fórmula, si es que ganan los comicios del 27. Manzur y Jaldo designarán conjuntamente al futuro gabinete provincial, dentro de un combo de nombramientos de autoridades que incluye también la composición de la conducción legislativa (lo resolverán en la semana previa a la asunción programada constitucionalmente para el 29). Alfaro pidió la renuncia a todos sus colaboradores y estaría pensando en formación de su gabinete municipal teniendo en cuenta también el nuevo panorama político que se le presentará si la dupla Fernández-Fernández le impide la reelección a Macri. Todas serán estructuras de adaptación a la crisis y al posible nuevo esquema político e institucional, para lo cual los perfiles buscados y cómo se pretenda gestionar serán claves para entender cómo quieren y van a jugar a futuro.

En el kirchnerismo, especialmente entre los ultraneocristinistas, no habría caído muy bien aquella decisión de la senadora -comunicada a un sector de leales-, destinada a no dañar públicamente y a fortalecer políticamente a Alberto para que pueda actuar sin ataduras en los primeros meses de gestión. Inplicaría que “la jefa” resolvió seguir manteniéndose en un segundo plano y, por ende, también tenerlos rezagados a sus simpatizantes en cuanto a protagonismo. No exigir espacios para gente de su confianza en el futuro gabinete nacional liberaría las manos al ex jefe de ministros de Kirchner y no lo mostraría como un títere de sus ambiciones. Una apuesta a que Alberto siga construyendo poder. Pero no sólo eso, Cristina habría resuelto no sugerirle ningún nombre a Alberto por más que este se lo solicitase. El gesto, en consonancia con el de exponer a su compañero de fórmula como el que va a tener las riendas del poder, habría provocado algunas caras largas entre aquellos que soñaban con un cristinismo avasallante y ocupando el centro del escenario político, porque se ya veían a sí mismos ocupando lugares expectantes en el nuevo esquema de poder que se armaría si se impone el Frente de Todos. Estos soñadores tendrían que esperar mejores tiempos o nuevas conductas de la parlamentaria. Lo que sí haría la ex presidenta, según se filtró, sería armar un equipo de seguimiento de la gestión nacional, un grupo de observación propio, o gabinete paralelo, pero que actuaría bajo su sombra sin entorpecer la tarea del futuro presidente. Se comentó que esto es lo que sucedió; la pregunta inevitable es si es lo que sucederá, porque no pocos vislumbran un futuro encontronazo entre el albertismo incipiente y los cristinistas puros, en una suerte de grieta interna en la coalición. O entre el peronismo moderado de derecha versus La Tendencia, como sugieren otros en una suerte de reedición de los conflictos setentistas en el espacio peronista. Todo está por verse, tanto como la independencia y la libertad de movimientos políticos de Alberto desde el poder, como el paso al costado que sugiere Cristina o como las posibles tensiones internas entre los referentes de los diferentes espacios que confluyen en el Frente de Todos. El peligro es que la crisis los devore prematuramente y que el país siga empeorando sus índices.

A quien sí incomodaría un posible triunfo de los Fernández será al intendente capitalino, pues obligaría a Alfaro a realizar un trabajo de orfebre para recomponer relaciones políticas e institucionales frente al nuevo esquema de poder desde su rol de opositor, de principal dirigente opositor local a partir de su área de influencia política y territorial, como lo es gobernar San Miguel de Tucumán. Desde esta perspectiva vale interpretar que haya solicitado la dimisión de todos los funcionarios municipales, pues debería adaptarse a los tiempos por venir y, en ese marco, todo gesto o designación de nuevos colaboradores irá en línea con sus preocupaciones de gestión y de sus aspiraciones políticas como referente opositor en el plano provincial. Sin embargo, la inquietud del jefe municipal no sólo se reduce a que el peronismo se quede políticamente con el Gobierno y a que él pierda la poca o mucha  tranquilidad que le daba la continuidad de Macri al frente de la Nación, sino que también debe preocuparlo que una eventual derrota de Juntos por el Cambio haga implosionar a esa coalición, tanto a nivel nacional como provincial. Doble preocupación a enfrentar: no tener el paraguas de los operadores del macrismo, con los que había tendido puentes en el Gobierno nacional para obtener respuestas a sus inquietudes de gestión, y tener que reconstruir el tejido opositor en Tucumán. En su haber personal cuenta con un partido político de distrito, el Partido por la Justicia Social (PJS), sobre el cual puede pivotear como eje de la oposición, gobierna la Capital, tiene concejales y legisladores propios, y a su esposa, la diputada nacional Beatriz Ávila, para instalarse en el escenario nacional. De hecho, la parlamentaria podría integrar un bloque de diputados construido bajo la influencia de Monzó y de Frigerio; una suerte de espacio más racional y de apertura respecto del peronismo -si el PJ triunfa en la elección- para desarrollar una gestión políticamente menos conflictiva y más dialoguista desde la institucionalidad, en un duro de tiempo de crisis económica por soportar. Esta visión supone la existencia de un grupo opositor más duro, residual de la sociedad UCR-PRO-Coalición Cívica, con cuya mirada de abierta confrontación al justicialismo no coincidirían. Privilegiarían el consenso. Alfaro tiene responsabilidades ejecutivas como dirigente opositor, tiene que gobernar y administrar en la crisis, lo que no es lo mismo que ser oposición legislativa; él  necesita dar respuestas a los vecinos y eso requiere de negociaciones con los que abren puertas o están en el poder mismo. La integración de su futuro gabinete tal vez diga algo en ese sentido, porque las necesidades y las expectativas no serán las mismas que las que tenía en 2015. Habrá que ajustarse a nuevas realidades, adaptarse a nuevos actores y a cumplir nuevos roles políticos. En 22 días el intendente iniciará su segundo mandato y les tomará juramento a sus nuevos colaboradores. En eso está concentrado, tal vez más que en la campaña electoral. Recuérdese que no lo dejaron competir con lista propia en las primarias abiertas. De todas formas, está claro que se mantendrá en la oposición, a nivel nacional así lo expresará su esposa al integrar ese posible bloque moderado de diputados filoperonistas -se menciona que podrían ser más de una docena-; de hecho, mañana, Beatriz Avila estará en la plaza Independencia, en el acto del “sí se puede” de Macri. No así el jefe municipal. Señales son señales, cabe interpretarlas en función de lo que se viene en el país.

Los que sí están metidos de lleno en la acción proselitista son Manzur y Jaldo. No descuidan el estado de movilización de las huestes peronistas, por lo que tienen dos y hasta tres actos por día para mantenerlos en modo de clima electoral. Están tan concentrados en esa acción que han pospuesto las definiciones sobre la integración del futuro gabinete provincial para la última semana previa a la asunción, la que será dos días después de los comicios nacionales del 27. La definición de los colaboradores en el PE va atada a la resolución de la composición de la mesa de conducción de la Legislatura. Y como no se ha resuelto si los ministros que han sido electos como legisladores finalmente irán a la Cámara o si seguirán en el Ejecutivo, las decisiones se han postergado. Cuando se aclaren algunos de estos aspectos se avanzará en la diagramación del gabinete y de la conducción legislativa, lo que será decidido en conjunto por el gobernador y por el vice. Este gesto apunta a mostrar que la sociedad funciona a pleno y en consonancia de intereses comunes; pero también desnuda que en esa espera, colateralmente, incide el resultado de la elección del 27 y quiénes serán los posibles colaboradores de Alberto. Todos los gabinetes, finalmente, serán de adaptación a la nueva realidad política e institucional; la que surja a fin de mes, sea la que sea. Todos tendrán que reacomodarse.

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