Cosecha de campaña
Cosecha de campaña

Doble es la tarea que ocupa las horas del gobernador. Juan Manzur se encuentra públicamente enfrascado en la campaña presidencial de Alberto Fernández. Y, al parecer, está abocado también a una cosecha política personal.

La última puntada de este hilvanado es el reciente fallo de la Corte de la Nación que les da la razón a las provincias en el planteo contra la afectación de impuestos coparticipables (alícuota cero para el IVA y Ganancias) por parte de la Nación. Aunque todo es leído por estas horas con un extraordinario maniqueísmo político, la sentencia hace caer un decreto que versa sobre materia tributaria, cuando lo fiscal es uno de los terrenos vedados para esos instrumentos.

Manzur brindó tres veces por el pronunciamiento judicial. Primero, porque es un revés para el macrismo. Segundo, porque él (como lo publicó oportunamente LA GACETA) fue el anfitrión de los gobernadores de otras 17 provincias en el encuentro del 21 de agosto en el Consejo Federal de Inversiones (CFI). En total, 15 provincias accionaron contra la Nación a la semana siguiente. Manzur, personalmente, junto con el fiscal de Estado Federico Nazur, viajó el domingo 25 para presentar el escrito en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En tercer lugar, porque el superior tribunal nacional manda a la Nación a acordar con las provincias políticas fiscales de esa envergadura. Durante este Gobierno… y el que viene. La buena respuesta de los mandatarios a las invitaciones del tucumano convierte ese apartado casi en un fallo dentro del mismo fallo para la gobernación provincial.

Brotes de primavera

Aquí, precisamente, se ven la campaña y la cosecha de Manzur en una acabada sinergia. A la vez que el médico recibido de político “opera” para Fernández, cosecha las relaciones políticas que supo sembrar como ministro de Salud (2009-2015) del kirchnerismo. Durante ese gobierno que abrió una grieta que aún nadie viene a cerrar, Manzur era el funcionario de primera línea que asistía federalmente y concurría personalmente a los gobernadores “amigos” y también a los que no lo eran. Invocaba, ante los reproches presidenciales, que la salud pública era un asunto muy delicado, susceptible de trágicas equivocaciones, como para aplicarle coladores políticos. Su buena relación actual con su par Juan Schiaretti se explica en esa clave: Manzur viajaba a Córdoba con cierta regularidad. Incluso, por temporadas, con más asiduidad que a Tucumán, donde su predecesor, José Alperovich, rara vez lo invitaba a entregar los bienes o a inaugurar las obras que el ministro gestionaba desde la Nación.

De esa siembra, uno de los brotes más notables es Oscar Herrera Ahuad, ex secretario de Salud de Misiones y hoy gobernador electo. Fue (junto con el vicegobernador santiagueño José Emilio Neder y con el ex gobernador jujeño Eduardo Fellner) uno de los tres mosqueteros del tucumano en los Estados Unidos.

A término

Ese viaje es otro ejemplo de la cosecha: Manzur jamás dejó de ir a EEUU desde 2009, cuando juró en la Nación. La Organización Panamericana de la Salud fue la razón (¿o la excusa?) para acudir regularmente a Washington. Un par de años después, los contactos que fue cultivando en la capital política le abrieron una escala en la capital financiera: Nueva York.

Cuando llegó a la gobernación, la cuestión se intensificó: viajó cuanto menos dos veces en 2016, en 2017 y en 2018; y, pese a lo electoralísimo de 2019, lo hizo una vez más este año.

Esta vez, Manzur fue en campaña a profetizar el nacimiento del “albertismo”, en un pesebre al que los gobernadores concurren como reyes magos a ofrendar diputados y senadores nacionales “leales”, para conjurar una eventual hegemonía de Cristina Fernández de Kirchner y de su hijo Máximo en el Congreso de la Nación. Además, predicó la racionalidad y la mesura de Alberto Fernández en cuanta audiencia pública y reunión privada mantuvo.

Pero también fue a concretar una cosecha sutil, aunque nada menor, a fin de mostrar lo que tiene para ofrecer. Mientras concretaba la primera avanzada “albertista” en Estados Unidos, le mostraba al candidato del Frente de Todos que él podía viajar para firmar un acuerdo histórico con la Organización de Estados Americanos en Washington; y para ser recibido por Susan Seagal en el Council of Americas en Nueva York. Entre una y otra escala, además, podía organizar una nueva cumbre de gobernadores en Mendoza, para el 24 de septiembre (el día siguiente de su arribo a Tucumán). Todo ello, una semana después de haber reunido en la provincia a las autoridades de la UIA con la CGT y los gobernadores.

La pregunta que Manzur quiere que el país político se haga, obviamente, es qué otro gobernador tiene esa “capacidad de agenda” en la actualidad.

Precisamente, la actualidad, el “hoy”, no es un detalle secundario. Manzur es en estos momentos el mandatario del más importante distrito peronista alineado con el Frente de Todos. Su predicamento con los otros mandatarios tiene que ver con lo sembrado en sus años ministeriales, pero también con esta circunstancial hegemonía de Tucumán en la geografía peronista de la Argentina. En contraste, a fin de año, nada menos que Buenos Aires puede pasar a manos del kirchnerismo. Para entonces, ya habrá asumido el peronista Omar Perotti en la gobernación de Santa Fe. Y Schiaretti seguramente recordará su afiliación justicialista. De modo que lo que fuere que Manzur esté planeando, lo está tramando para ahora mismo.

El flete...

En ese vértigo en el que Manzur viene anotando tantos aciertos, también comete errores. El más estridente ha sido el empleo del avión oficial para traer a la intendenta de la Matanza, Verónica Magario (su compañera de gabinete en ese partido cuando el tucumano era secretario de Salud del intendente Alberto Balestrini) a la cumbre de industriales, sindicalistas y gobernadores del 18 de septiembre. El oficialismo machaca con que la Ley 8.350, que regula el empleo de las aeronaves del Estado tucumano, prevé que “se considerarán vuelos oficiales” aquellos afectados al “traslado de funcionarios nacionales, legisladores nacionales, provinciales y/o autoridades de otras provincias”. La oposición, en cambio, sostiene que por sobre las normas provinciales está el Código Penal y denuncia presunto peculado, es decir, la distracción de un bien público para un beneficiado privado.

Evidentemente, para contar en el encuentro con quien tiene muchas chances de ser la futura vicegobernadora de Buenos Aires, el tucumano decidió pagar el costo político (salvo que sea declarado un vuelo privado y se lo pague de manera particular, como también permite la ley, el costo económico corre por cuenta de los tucumanos). Y, en campaña, el Gobierno aplicó la doctrina del “apoyo cerrado al mandatario”. En privado, hay una expresión de cuatro palabras que recorre los despachos oficiales para admitir el paso en falso: “hicimos una de más”. En público, el gobernador ha minimizado el asunto. En todo caso, ha tomado nota de que a mayor exposición nacional, menor margen de error provincial. A renglón seguido, nadie menos que el vicegobernador Osvaldo Jaldo salió a bancar la parada: en “Panorama Tucumano”, el ciclo televisivo de LA GACETA, pidió que no se juzguen cuatro años de gobierno por un solo acto.

Frentes de tormenta

Manzur no pasó por alto el gesto de su socio político tucumano. En EEUU, donde tomó nota de que el crecimiento de la economía y la caída del desempleo hacen que Donald Trump lidere toda encuesta, a pesar de los escándalos políticos y hasta institucionales que detonan a su alrededor, también anotó que el norteamericano ejerce un “liderazgo político altamente transaccional”. Es decir, recompensa automáticamente los alineamientos. Así que el miércoles, a una semana del aval público sin atenuantes que le diera el tranqueño, el gobernador promulgó la Ley de Narcomenudeo, a la que tantas fichas apostó el vicegobernador.

Manzur no quiere para este año fisuras políticas internas. Ya tiene suficiente con las externas. En Tucumán y en Estados Unidos pregonó, a diestra y siniestra, y a republicanos y demócratas, que Alberto Fernández es el nuevo jefe del peronismo y que será él quien gobierne junto con los gobernadores, y no Cristina. La senadora, seguramente, no debe estar muy de acuerdo con esas apreciaciones. Por el otro flanco, el lunes vuelve a la provincia el presidente Mauricio Macri. Por decimotercera vez en su gestión. Y por segunda vez, en menos de un mes, durante la campaña. Después del fallo de la Corte en los casos promovidos por los gobernadores reunidos por Manzur en el CFI, no hace falta ser mal pensado para suponer que el jefe de Estado no va a venir a hablar bonito del mandatario tucumano, precisamente.

Octubre promete ser tan largo…

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