Documental: las contradicciones de un dictador desde la emotiva mirada de su nieto

Documental: las contradicciones de un dictador desde la emotiva mirada de su nieto

El boliviano Mauricio Ovando presenta “Algo quema”, filme que ganó el Gerardo Vallejo.

“ALGO QUEMA”. El documental de Mauricio Ovando genera fuertes discusiones políticas en Bolivia. “ALGO QUEMA”. El documental de Mauricio Ovando genera fuertes discusiones políticas en Bolivia.

Mauricio Ovando, el joven cineasta boliviano que ganó el premio mayor del Festival Gerardo Vallejo 2019, presentará hoy a las 20 una proyección especial de su documental “Algo quema” en la sala Hynes O’Connor (San Martín 251), con entrada gratuita.

El filme es la historia de su abuelo, el general Alfredo Ovando Candia, que fue tres veces Presidente de facto en Bolivia y una figura políticamente ambigua: por un lado persiguió a dirigentes comunistas, pero por otro incorporó gente de izquierda en su gabinete junto a militares. Ordenó el fusilamiento de Ernesto Che Guevara, pero también impulsó políticas progresistas, como programas de alfabetización, entre otras, y la nacionalización del petróleo.

La misteriosa muerte de un hijo del militar y tío de Mauricio, en 1970 (se sospecha que fue un atentado) interesó al cineasta en indagar sobre el tema y luego ahondar en las múltiples aristas de su abuelo.

- ¿La película suscita reacciones contrapuestas?

- Sí. Siempre. En Bolivia, a diferencia de la Argentina, no hay una tradición de revisión cinematográfica de la época de las dictaduras. Cualquier obra artística que toque el tema siempre va a levantar polémica. A mi película le ha ido bastante bien fuera de mi país porque es entendida como lo que es: una manifestación artística subjetiva de un autor, diferente a un documental televisivo que pretende contar “la verdad” sobre la historia. Yo nunca pretendía contar una historia única y objetiva sobre mi abuelo ni sobre las dictaduras a fines de los 60.

- ¿Qué cuestionamientos recibió entre el público de su país?

- En Bolivia se me cuestionó que no fuera riguroso en el revisionismo histórico, cuando en realidad es un documental subjetivo sobre una experiencia emocional respecto de las diferentes imágenes que he ido encontrando sobre mi abuelo y las diferentes versiones que escuché sobre los hechos históricos. En Bolivia se ha empezado a debatir sobre la figura de Ovando desde el punto de vista de las diferentes corrientes ideológicas y no tanto sobre la película en sí. Se habla de si estuvo bien o no lo que él hizo a nivel histórico, y a veces se pierde de vista lo cinematográfico.

- Hacer el documental fue una suerte de catarsis y también un descubrimiento. ¿Fue difícil manejar esas emociones?

- Sí. Lo que intenta la película es dar cuenta, precisamente, de esas emociones que son muchas y encontradas. No es cualquier figura histórica la que estoy tocando. Es, en primer lugar, mi abuelo. He querido humanizarlo y entenderlo, sin llegar a justificarlo ni mucho menos a homenajearlo.

- ¿Tuvo problemas para conseguir documentos y testimonios?

- No tuve problemas porque en mi plan siempre estaba utilizar los archivos que están disponibles públicamente. A diferencia de otras figuras, en el caso de Ovando existe un exceso de información sobre su gobierno y sus decisiones políticas. Traté de incluir todas las versiones públicas que hay sobre las cuestiones que le competían. Uno de los principales materiales que me interesaban son los archivos familiares, que pertenecían a mi padre y él no tuvo problema en entregármelos. No investigué ni traté de acceder a archivos clasificados, pero esa es una tarea pendiente para la sociedad, para los militares y el Estado.

- ¿Hay en Bolivia una política de apoyo a la producción cinematográfica?

- Todavía no, si bien está en proceso de reglamentación la nueva Ley del Cine, donde por fin se incluyen los nuevos formatos técnicos. En los 90, el fondo que había para la producción cinematográfica fue tomado por un grupo de cineastas que debían reintegrarlo al Estado. Era un préstamo con unos intereses muy altos, mayores que los bancarios, así que no lo pudieron devolver. Durante los últimos 30 años, los cineastas tuvieron que solventar sus propias producciones, muchas veces hipotecando sus propiedades de por vida. A su vez, la falta de fondos logró que emergiera un cine de producción austera que abrió paso a otro tipo de estéticas muy interesantes, donde rige la creatividad y la potencia de las imágenes a partir de no pretender igualar modos foráneos.

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