La temible sífilis

La temible sífilis

Alberto Navarro y el Instituto Antiluético.

DOCTOR ALBERTO NAVARRO. El destacado médico en una fotografía de 1948, cuando era ministro de Salud Pública. DOCTOR ALBERTO NAVARRO. El destacado médico en una fotografía de 1948, cuando era ministro de Salud Pública.

El miércoles último, LA GACETA informó sobre un aumento de los casos de sífilis en Tucumán. El inquietante dato hace oportuno recordar la auténtica cruzada que, contra esa enfermedad, realizó en Tucumán uno de nuestros grandes médicos, el doctor Alberto Navarro (1892-1957). El distinguido profesional catamarqueño se desempeñó, además, como titular de la Dirección Provincial de Sanidad, y fue el primer ministro de Salud Pública de Tucumán, cuando se creó esa cartera, en el año 1948.

En 1928, durante la intendencia de Juan Luis Nougués, fue fundado el Instituto Antiluético, que funcionaba en la segunda cuadra de la calle Laprida. Se denominaba así porque uno de los nombres eufemísticos de la sífilis era “lues”. La llamaban “avariosis”, o “enfermedad específica”.

El doctor Navarro había motorizado la creación del Antiluético y estuvo a su frente. En una evocación, el doctor Alberto Di Lella recordaba que, entre los años 1930 y 1940, “la sífilis era una verdadera plaga, un drama individual, pero con terribles secuelas sociales”, frente al cual “Navarro se estremecía de impotencia”. Eran las épocas en que “una enfermedad venérea tenía, como principal problema, la vergüenza, el sentido de humillación del paciente”. Frente a todo eso, “la labor del doctor Navarro en el Antiluético fue titánica, de una calidad humana y científica sin medida”, que en la época actual no tenemos capacidad para valorar.

Recordaba el mismo testigo que el Antiluético “funcionaba como una máquina. Todo era perfecto. Se comenzaba la atención a las 6 de la mañana. Pero Navarro ya estaba a las 5.40”. Se instalaba en la puerta “tres minutos antes de la hora de entrada y sacaba su reloj de bolsillo. Lo balanceaba como un péndulo y no decía una palabra. Pero si algún empleado o médico llegaba tarde, se sentía muy mal: era como si hubiese recibido una recriminación violenta. Ese péndulo era un elemento demasiado acusador”.

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