Grito silencioso para llamar la atención de todos

Grito silencioso para llamar la atención de todos

El resultado de las PASO aceleró los ensayos y los cálculos sobre los posibles nuevos roles que asumirían desde diciembre algunos dirigentes, si es que finalmente en octubre se ratifica la voluntad mayoritaria expresada en las urnas. Especialmente de Manzur y de Jaldo, quienes en un prudente y calculado silencio niegan que vayan a modificarse sus papeles institucionales a causa del resurgimiento del peronismo. Guardan los trajes. Si bien la crisis impone enfocarse en enfrentarla, las previsiones personales existen, es de manual. El tranqueño puede convertirse en gobernador antes de tiempo. Además, el PRO y el radicalismo a nivel nacional deben analizar cómo ejercerán sus roles desde la oposición, aunque con diferentes intereses: el líder de los primeros perderá su capital político y tendrá que rehacerse desde el llano -si tiene voluntad- y desde allí resurgir como conductor del multiespacio. Fracasar en la reelección es un mal paso en esa línea, es una caída en desgracia, cualquiera osaría disputarle la jefatura. A mirar entonces a los que podrían mantenerse en pie en la Capital Federal. Los radicales deberán enfrascarse en lo que más los caracteriza: el internismo, pero para dirimir nuevos liderazgos; y tal vez analizar la ruptura de la coalición para rearmarse como fuerza alternativa y no seguir siendo accionistas menores del ex Cambiemos. El desafío en el partido de Alem es doble, para Macri sólo es un reto personal.

Severo llamado de atención

Aunque las primarias dejaron a unos más cerca de ocupar nuevos roles y a otros más cerca de la desaparición política, cabe detenerse en esa silenciosa mayoría ciudadana que aturdió a la dirigencia el domingo pasado, a toda, sin excepción. Porque la diferencia de 15 puntos entre los Fernández y Macri, al margen de las interpretaciones políticas sobre la grieta polarizadora, se puede traducir como un grito desesperado para amonestar principalmente al Gobierno, pero destinado a sacudir la sensibilidad de todos, de oficialistas y de opositores. Una especie de “aquí estamos”, “esto decimos”, “escúchennos”, “atiéndannos”. Fue un duro castigo para el Presidente, al que le enrostró hasta sacarlo de las casillas que los despreció -en el discurso de lunes eso fue lo que hizo-, pero también implicó un severo llamado de atención para aquellos a los que usó para abofetear a Juntos por el Cambio. No pueden hacerse los distraídos. A unos les trasladó el malestar por no pensar en ellos y a otros les advierte que tendrán que privilegiarlos a la hora de los diseños de las políticas económicas y sociales en tiempos de crisis.

A través de una elección desnaturalizada desde lo institucional -sólo se elegían candidatos pero la votación terminó encumbrando virtualmente al próximo Jefe de Estado-, la mitad de la ciudadanía envió un contundente mensaje a la dirigencia con responsabilidades de conducción: tienen que pensar en nosotros. Los obligó a salir de la trampa de la grieta, del no diálogo, para hallar juntos y pese a su antagonismo, salidas para los millones de argentinos que la están pasando mal. Se necesitó de una elección con tremendo resultado para que muchos se dieran cuenta de los padecimientos de los trabajadores, de los sueldos que no alcanzan, de las Pymes que se cierran, de los miles de desocupados, de los millones de pobres. Estaban, no los veían. Porque eso fue lo que puso en evidencia tamaña diferencia de 15 puntos; un empate técnico tal vez habría invisibilizado peligrosamente el drama social y cada grupo habría seguido con sus discursos proselitistas para romper la polarización. Un grito silencioso, enancado en millones de sufragios, hizo aflorar una dolorosa realidad para que se debata, pero sobre todo para que se actúe.

He aquí el drama político que sobreviene a la revelación: que esas acciones conjuntas deben desarrollarse en medio de un proceso electoral que impone a los adversarios a seguir diferenciándose entre ellos. El Gobierno nacional tiene que hacerlo con el Presidente como candidato, pergeñando medidas de corto plazo -hasta el fin del mandato-, ya sea para tratar de revertir el resultado de las PASO, para acometer un tiempo en modo transición incómodo e inaceptable, o para abandonar el poder con la mejor imagen posible. Por las razones que sea debe actuar, gobernar, dejando el alma o con la resignación romántica del que cabalga hacia una batalla sabiendo que va a perder, y que no puede evitarla. Tampoco es fácil la misión para Alberto Fernández, por más que tenga más razones para sonreír, ya que desde la oposición debe actuar con la responsabilidad de no afectar la gobernabilidad. Difícil hacerlo cuando por delante tiene una batalla electoral clave, y querrá ganarla.

Si bien el pragmatismo peronista suele sentenciar que cuando el enemigo viene cometiendo errores no hay por qué frenarlo, desde el Frente de Todos tendrán andar con la prudencia de no mostrarse desestabilizadores. ¿Cómo ayudar desde la condición de contendiente del Gobierno? Tiene que enfrentarlo y a la vez sostenerlo. Relación con complicaciones que anticipa idas y vueltas, acercamientos y distanciamientos que van a distraer del sentido de tamaña diferencia porcentual de 15 puntos con el que la ciudadanía dejó en claro qué piensa y qué quiere. Macri dijo que entendió el mensaje -un poco tarde- y que en dos meses tratará de hacer lo que no pudo en toda su gestión para llevar tranquilidad a la sociedad, como si esta fuese a darle una última oportunidad para que demuestre que no se equivocó. Si lo consigue será un milagro, pero si no lo logra, el peronismo retornará al poder después de cuatro años de haberlo abandonado, habiendo sigo castigado también por una ciudadanía harta de un estilo de conducción.

Ahora bien, si Macri pierde -y se va a vivir fuera del país, como parece que deslizó-, ¿quién será el referente de la oposición con la que el nuevo Gobierno deberá negociar? ¿Rodríguez Larreta? Siempre y cuando gane en Capital Federal. Pero, más que nada habrá que preguntarse qué pasará con el radicalismo. ¿Con quiénes la UCR se reconstruirá como espacio de poder a nivel nacional después de haber sido ninguneados por sus socios del PRO, y especialmente por Carrió? El Congreso aparece como el lugar desde donde el centenario partido puede rearmarse. Será complicado para el resto de las fuerza políticas si el 27 de octubre se ratifica el “peronazo” del domingo pasado, que pintó de celeste casi todo el país, con la excepción de Córdoba y de la Capital Federal. Si se repiten los valores de las PASO, por ejemplo, en Tucumán ingresarían cuatro diputados por el Frente de Todos y uno por Juntos por el Cambio. La rareza estaría en que, de ser así, en la Cámara Baja, ocho de los nueve representantes tucumanos serían peronistas y uno radical (José Cano). Un “peronazo” desde otra perspectiva, que abre las puertas a futuras negociaciones, al reinicio de nuevos diálogos, a nuevas sociedades producto de la reconfiguración del poder en el país y a posibles retornos al viejo redil justicialista.

¿Cambios de gabinete producto de la crisis? Sí, los que ocurrirán en Tucumán el 29 de octubre. Será interesante conocer los nombres de los que lleguen al Ejecutivo si es que finalmente Manzur se suma al núcleo de colaboradores de Alberto Fernández, en caso de que el candidato del Frente de Todos gane los comicios presidenciales. Más aún, cabe preguntar si en ese caso será Jaldo el que designará a los integrantes ya que él quedaría al frente del Gobierno en caso de la licencia especial (inciso 27 del artículo 67 de la Carta Magna) que debería otorgarle la Legislatura al mandatario. O bien la integración será definida por los dos, lo que ocurriría en función de cómo ambos se vienen moviendo en tándem; una sociedad en la que uno mira y juega fuerte en el escenario nacional y el otro se responsabiliza por el armado territorial provincial del peronismo.

Movimientos en el horizonte

Al gabinete, por lo menos deberían incorporarse tres nuevos nombres a partir de que ocupen las bancas legislativas que ganaron Regino Amado (ministro de Gobierno), Carolina Vargas Aignasse (secretaria de Gobierno) y Gabriel Yedlin (ministro de Desarrollo Social), aunque si este último sigue en la cartera el que podría llegar es quien lo secundó en la lista capitalina del Frente Justicialista por Tucumán, el ministro de Desarrollo Productivo, José Luis Fernández. Y si permanecen ambos en el gabinete, en la nómina para acceder a la Cámara les sigue Sandra Marcela Tirado (Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia).

Si Manzur se va a Buenos Aires a respaldar a Alberto en nombre de todos los gobernadores ante un eventual distanciamiento interno con los camporistas de Cristina, ¿quién ejercerá en los papeles, entonces, el rol de vicegobernador? Claro que será el presidente subrogante de la Legislatura, un cargo para el que varios se están anotando ante la eventualidad de que el gobernador reelecto arme las valijas para sostener políticamente a Alberto. No es menor que el candidato presidencial del Frente de Todos saliera a cuestionar la eliminación del IVA en los productos de la canasta básica, en defensa de las provincias que perderían de recibir varios millones de dólares por la decisión del Gobierno nacional. Otra forma en la que Alberto muestra en quiénes se quiere respaldar a futuro: en los gobernadores peronistas. Si quiere ese aval debe salir en defensa de sus intereses. Cada cual jugando su juego, ante la mirada atenta de una ciudadanía que dio una sorpresa el 11 de agosto y que, si los que deben garantizar la gobernabilidad y atender sus necesidades no se comportan como la hora crítica les exige, podría provocar otro terremoto en octubre. Los perjudicados de hoy a alguien distinto pueden perjudicar mañana en las urnas.

Detalle en medio de la crisis nacional: a la sombra de la atención que concita el drama social, en la provincia pasaron cosas como una exhalación. Ejemplo, la designación de la nueva vocal en la Corte Suprema de Justicia desde lo más pragmático de la acción política, que aconseja acelerar decisiones que en tiempos de bonanza no podrían pasar tan inadvertidas. Los padecimientos de los bolsillos, la inflación y la suba de precios pesan más en la atención ciudadana que cualquier medida institucional polémica. Lo reflejaron las urnas el domingo pasado, lo económico por sobre cualquier cosa; incluso por encima del martilleo permanente sobre la corrupción que ejercitó el Gobierno nacional. Además, porque a los números del oficialismo legislativo no hay con qué darles.

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