Woodstock y Tucumán: Del show business a la contracultura, las fiestas de electrónica y el Limón Rock

Woodstock y Tucumán: Del show business a la contracultura, las fiestas de electrónica y el Limón Rock

Patricio García, Gabriel Fulgado y Tony Molteni se sumergen en la historia del festival y trazan el recorrido de todo lo que vino a continuación.

LIMÓN ROCK. En Tafí Viejo, un festival que guarda la esencia del rock. LIMÓN ROCK. En Tafí Viejo, un festival que guarda la esencia del rock.

Era el verano del amor en Norteamérica. Desde mediados del ‘67 habían comenzado a proliferar los festivales a cielo abierto y en esas congregaciones multitudinarias que duraban varios días muchos músicos comenzaban a parir la cultura del rock. “En agosto del 69, Woodstock fue simplemente uno más de los muchísimos festivales que se hicieron en Estados Unidos e Inglaterra. Pero se hizo muy famoso porque la película del festival fue un éxito en todo el mundo”, apunta el cantautor tucumano Patricio García.

Antes del verano del ‘67, las bandas de rock, sin una cultura propia, pertenecían al circuito del show business. “Básicamente, eran lo mismo que Frank Sinatra - describe García - , pero a lo largo de la década del ‘60 se fue construyendo una contracultura que encontró su expresión en eventos como Woodstock”.

El segundo verano

Después de la década del ‘70, los grandes festivales salieron de los límites del rock para enmarcar también otros géneros musicales. “A fines de los ‘80, cuando la música house llegó a Gran Bretaña, los ingleses la reinterpretaron como música psicodélica. En realidad, el house era funk norteamericano, música disco negra para bailar, pero en Inglaterra la asociaron a las drogas alucinógenas y la encontraron ideal para festivales multitudinarios”, narra García.

Las fiestas del house repitieron entonces la experiencia comunitaria de los hippies al punto de que la época de su explosión se convirtió en un nuevo verano del amor. Sucedía que las grandes reuniones de música electrónica continuaban la tradición contracultural de Woodstock y las demás congregaciones de los ‘60.

SHOW BUSINESS. Elvis Presley marcó el camino: rock para las masas. SHOW BUSINESS. Elvis Presley marcó el camino: rock para las masas.

El arribo a la Argentina

Pero los grandes festivales no se quedaron encerrados en los límites imaginarios de los países de habla inglesa. La película “Woodstock: 3 días de paz y música”, de Michael Wadleigh, se difundió en todo el mundo a lo largo de 1970 y ganó el Oscar al mejor documental.

“Yo tenía 17 años cuando salió la película y no puedo dejar de emocionarme al recordarme sentadito en la butaca del cine Capitol - rememora el productor tucumano Gabriel Fulgado - . Me acuerdo de cómo de repente empezó la película con “Long Time Gone”, un tema de Crosby, Stills, Nash & Young, y de cómo apareció en la pantalla el tractor que preparó el terreno donde se iba a hacer Woodstock”.

Tony Molteni, voz de Karma Sudaca, considera que Woodstock fue uno de los hechos que más influencia tuvo en la historia reciente de la música. “Algunos músicos de los ‘60 y ‘70 me contaron cómo empezó la movida en la Argentina -transmite Molteni - , donde la historia del rock es muy loca y hasta poética, porque unos tipos se juntaban en una pizzería, llevaban sus canciones y discutían sobre de qué tenía que hablar el rock. Ellos habían escuchado a los Beatles, se habían volado la cabeza y decían: ‘bueno, ¿cómo hacemos esto acá?’. Y de esas mesas salieron un montón de músicos: Moris, Miguel Abuelo, Tanguito, Litto Nebbia y muchos más. Y después quisieron hacer la locura de irse a la costa y decir: ‘vamos todos ahí y de ahí va a salir el rock’. Es algo muy poético y creo que generó una revolución en la música argentina. El rock de Argentina es magnífico. Yo escucho bandas y digo: ‘esto no es la versión argentina de tal cosa, sino que tiene una identidad propia’. No es un rock bananero. Es un rock nacional de verdad, con bandas de verdad. Y me parece que Woodstock, los Beatles y todos los demás les prestaron el ejemplo a los primeros rockeros argentinos para que buscaran su propia identidad”.

T IN THE PARK. El mayor festival de electrónica de Escocia desde el ‘94. T IN THE PARK. El mayor festival de electrónica de Escocia desde el ‘94.

Nuevas generaciones

Molteni define Woodstock como una “locura hermosa”: “ya desde el principio fue loco porque no se hizo en Woodstock, sino que se iban a juntar ahí y después no les dieron los permisos. Entonces un escritor convenció a un granjero que vivía por ahí para que les preste el lugar y lo hicieron muy a pulmón. Eran unos locos que creían en lo que estaban haciendo y que le metieron para adelante, lograron hacerlo y cambiaron la historia”.

Aunque a los festivales de rock ya les pasaron los años, cinco décadas después de la gran congregación hippie todavía se pueden localizar los rastros de aquellas reuniones románticas en los festivales de hoy: para Fulgado, aunque el fenómeno se ha industrializado, mantiene algún tipo de matiz cultural. “Yo no podría ser tan reaccionario como para decirte: ‘ahora es solamente un hecho comercial y antes era sociocultural’ -explica-. No, no creo que sea así. Lo que ocurre es que, así como hizo con tantas otras expresiones culturales, el capitalismo tomó el rock y a una gran parte de él la transformó en un ladrillo más, en una pared, como muy bien lo dijo Roger Waters. Y un ladrillo en una pared no tiene belleza. O sea, yo la diferencia que veo entre mi generación y la de ahora es la que puede haber entre un día de sol en el campo, como un intento genuino de regreso a la naturaleza, y otro que no deja de ser una reunión, que no deja de tener sus valores, pero donde está la mano del hombre industrializándolo”.

Los festivales de hoy

Cuando piensa en las fiestas musicales de la actualidad, la primera que viene a la cabeza de Fulgado es el festival Lollapalooza: “paradójicamente, nació con todo el instinto revolucionario de un festival que presentaba bandas totalmente desconocidas, donde vos ibas a escuchar la música de los próximos 10 años. Y hoy Lollapalooza es una marca tan emblemática y aplaudida como la de un jean o la de un perfume. Lo cual no significa que yo no pueda ir a Lollapalooza con mi nieta a disfrutar de los Red Hot Chili Peppers y a descubrir que hay algunas cantantes que tienen algo nuevo para aportar. Como Camila Cabello, por ejemplo. Creo que un festival es seguramente la muestra de una época y de un cambio de época. Si yo en este momento no estoy encontrando la intencionalidad, es porque ha pasado el tiempo y hay otra generación que tomó la posta. Pero los festivales aún son expresiones genuinas de jóvenes que tienen ideales tan nobles como los que teníamos nosotros”.

Molteni, por su parte, cree que hoy existen “festivales y festivales”: “algunos se han comercializado mucho, son un producto donde vale más el nombre del festival que el artista que está tocando, donde tenés que entrar con pulserita y hay un rincón de tal marca y un escenario de tal otra y qué sé yo… Pero también hay festivales que tienen una identidad muy propia y muy marcada. Una identidad que te permite decir: ‘este es un buen festival y la gente que está ahí vive una fiesta’”.

Sin ir más lejos, Karma Sudaca el año pasado tocó en la primera edición del Limón Rock de Tafí Viejo, donde Molteni vivió “la esencia de lo que debe ser un festival de rock”. “La gente abajo estaba en una fiesta, tenía cosas para hacer más allá de las bandas. Estaba el lugar para los skaters, estaba el lugar para los artistas plásticos, estaba el lugar para las comidas. Había una contracultura. No sé, me pareció que estaba muy bueno y me gustó que sea tucumano”, expresa.

El rock y la contracultura

Hace años, en una entrevista, a Wim Wenders, el director de “París, Texas”, le preguntaron qué opinaba del rock. Contestó: “para la inmensa mayoría de la gente, el rock fue un tema de los Beatles, alguno de los Stones y otro de The Who. Sin embargo, por primera vez en la historia de la humanidad toda una generación tuvo la sensación de que había nacido algo nuevo, algo no heredado. En un solo momento, en cualquier lugar del planeta, un fenómeno cultural ocurría de la misma manera. Y teníamos la sensación de que así era”.

Fulgado siente que esta definición del rock se plasmó en el Festival de Woodstock: “todas esas ideas que soñábamos simultáneamente por primera vez todos juntos encontraron un lugar y un escenario en ese festival maravilloso. Fue un sello que nos marcó, que nos hizo felices, que nos permitió imaginar que un mundo mejor era posible, aunque después la realidad se encargaría de acomodar las cosas de otra manera”.

En este sentido, para Molteni Woodstock reivindicó una nueva contracultura en el mundo occidental: “Jimi Hendrix hizo un solo del himno yanqui en protesta por la Guerra de Vietnam -ejemplifica-. En el festival ellos gritaron lo que pensaban que era la justicia. Y creo que a partir de ahí la música empieza formar parte de la justicia: ya la música no sólo es diversión, sino que también participa de la esencia de la sociedad. La música reclama, grita, pide auxilio”.

La transmisión oral

El pacifismo de los ‘60 y ‘70 y la contracultura hippie son dos ideas que Fulgado ha querido compartir con sus nietos: “lo que yo les digo cuando trato de explicarles la importancia de los Beatles, que también se puede aplicar a Woodstock, es: ‘mirá, si hace 50 años hubiéramos podido sacar una foto color de una cancha de fútbol, habríamos visto que los colores eran grises, azules o marrones y que sólo había varones, porque a esa cancha sólo iban varones y todos andaban vestidos con esos colores opacos. En cambio, todos los colores que hoy ves en una cancha, todos los distintos peinados, todos los tatuajes y todas las actitudes tienen, aunque no lo parezca, que ver con los Beatles y con Woodstock’. Porque ahí aparece la cultura de los ‘60 y ella trae el cambio permanente y el rescate del cuerpo, más allá, obviamente, de los valores musicales que aportaron esa generación y este fenómeno al mundo”. 

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