Sus ojos se apagaron, su luz no: Daniel Chocobar, un luchador que estudia música

Sus ojos se apagaron, su luz no: Daniel Chocobar, un luchador que estudia música

Perdió la vista a los 10 años, sin embargo su ceguera no es un impedimento. Cursa el nivel superior de profesorado.

EN CRECIMIENTO. Chocobar estudia para ser profesor de música. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ EN CRECIMIENTO. Chocobar estudia para ser profesor de música. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ

Dejamos un rato a Daniel con Diego Aráoz. Bah, en realidad, él solito acompaña al fotógrafo de LA GACETA y se copa con la producción de fotos, mientras yo meto la cabeza en una de las oficinas de la dirección y le consulto a una de sus directoras (regente) qué onda con esta nueva etapa en el Instituto Superior de Música de la UNT. “Es todo nuevo, pero vamos bien”, confía la señora y aclara que quien mejor podría hablar sobre el caso es la profesora de Daniel, Verónica Buriek. Volveremos, entonces.

Busco el botón de rewind mental y llego nuevamente al auditorio del instituto, donde me encontré por primera vez con Daniel Chocobar, un alma inquieta que no ha perdido los recuerdos de haber disfrutado de la luz pese a haber quedado ciego cuando tenía 10 años. Jamás vio demasiado, confía, pero con lo que vio está contento. Hoy es alumno de segundo año de la carrera de profesorado de música. “Soy el que abre el camino”, responde este chico amable de 27 años nacido en Anfama. “En alta montaña, departamento Tafí Viejo”, agrega por si fallara mi Google Maps interno.

Daniel bajó a la ciudad hace siete años. Fue justo después de terminar sus estudios primarios y de convencer a sus padres, Pastor y Griselda. A la fuerza, asegura. “No querían que yo me venga, pero yo me vine igual”.

Sus últimos destellos de cuando todavía veía datan de la infancia. “Recuerdo mi casa, los adornos, mi caballo; un vehículo, las pertenencias de mis viejos”, cuando se apagaron sus ojos comenzó una nueva etapa, quizás no tan novedosa, lamentablemente para Pastor y Griselda. Cuatro de sus ocho hijos padecen problemas serios de visión. Daniel la perdió después de una operación de córnea y de que le lubricaran mal los ojos, cuenta.

“Dios te quita y te da. Yo soy muy creyente, sigo el lazo familiar, la herencia de creer en Dios y la Virgen y en, por supuesto, nuestra Pachamama”, habla, entonces Daniel de la Madre Tierra y cuenta que un 1 de agosto, después de tomar el té de ruda en su casa cercana a la escuela de Anfama, emprendió la aventura de vivir en San Miguel de Tucumán.

Si llegó hasta acá fue porque ya era músico. “Desde los siete que toco la guitarra, tengo muchos amigos músicos como ser el Mono Villafañe, por ejemplo, y ellos aportaron para yo me venga. Todo lo que aprendí fue gracias a mi oído absoluto. Por eso te digo que Dios te da y te quita en la vida”.

A los 20 terminó el primario y ahora, a los 27, está aprendiendo a leer partituras en braille, después de cursar con éxito el secundario en El Nacional. “Aprendí mucho, con todo respeto lo digo. Pero quiero aprender más. Mucho más”, sonríe Chocobar. Este chico puede no ver, pero con la engería que tiene se puede decir que está en condiciones de conquistar el mundo si así lo deseara.

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PEZ EN ESTANQUE. Daniel sabe moverse por sí solo, sin ayuda de nadie en la escuela. PEZ EN ESTANQUE. Daniel sabe moverse por sí solo, sin ayuda de nadie en la escuela.

Si terminó tarde el primario fue porque a sus padres mucho no les gustaba la idea que vaya a la escuela. “Antes vivíamos en una casa precaria, de barro. Cuando perdí la visión, nos mudamos más cerca de la escuela. Igual, costó que me dejaran ir. Yo me sentía un inútil, no me dejaban hacer nada. Hoy puedo comprender que fui sobreprotegido, aunque en aquellos años pensaba que me habían apartado”, Chocobar debutó en un escenario en 1999. “En el cierre del año escolar. Ahí empezó mi carrera musical”, vuelve a reír Chocobar y exprime sus propios dedos de un apretón.

Siendo hombre de ciudad, y antes también, Daniel hizo -y hace presentaciones- con el acordeón. “A eso me dedico”, cuenta quien vive por la Moreno primera cuadra. “Es una casa del Prodis, vivo con otros cinco chicos ciegos más. Nos llevamos bien”. Ciego o no vidente, para él es lo mismo.

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Independiente, eso es lo que quiere ser Daniel. “Sí, 100%. A mí me gusta hacerme todo solo. Me costó cuando perdí la visión, pero me fui acostumbrado y haciéndome solito de nuevo, gracias a la ayuda de mi familia”.

Estando en altura, Chocobar fue discriminado, confiesa. “Me han tratado mal. Uno lleva heridas en el corazón para siempre, pero ya está. Así lo veo yo. Como cuando digo que el ciego es el que no quiere ver y no porque haya perdido la visión”.

Ya en la ciudad, y desafiando la lógica de la señora que cocina a diario en su casa, Daniel preparó un guiso solito que alcanzó para cuatro porciones, una para él y el resto para sus compañeros de la pensión. Todo a hurtadillas. “Compré las cosas y me mandé. También sé hacer ensaladas, cosas fritas. Pero lo del rico guiso ese no me lo olvido más. Fue en 2016”, cada momento inolvidable de Daniel es una efemérides con relato en primera persona. En mi caso, tuve la suerte de escuchar varias, además de constatar su gran destreza en el piano. Cosa de locos.

“He aprendido mucho en la escuela, pero me falta, me falta todavía más”, es medio perfeccionista este Daniel cuyo sustento económico proviene de una pensión por discapacidad. “Lamentablemente, no me alcanza con eso. Me gustaría tener la posibilidad de conseguir un trabajo digno y de poder seguir estudiando. Ese es mi sueño. A mí no me gusta que me regalen las cosas”, los pequeños gustos de la vida que suele darse se resumen en un “desayuno o merienda” por la zona del instituto. “Hasta ahí puedo”.

“Yo siempre he amado esto, he amado la música. Yo soy uno de los primeros en estudiar música acá. Tengo compañeros, colegas que me ayudan a transcribir las partituras”, su experiencia en braille está en pleno vuelo. “Y se lo debo al instituto y a la Escuela Especial Taller de Ciegos Adultos Luis Braille, que me está ayudando con el equipo de integrante”, aplaude.

En braille se lee al revés ¿Y el alfabeto, cómo es? “la A, un puntito; la B, dos puntos; la C, dos puntos en fila; la D, tiene tres puntos, dos en fila y uno más abajo. La E, dos puntos pero en curva. Y así…”.

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DE A POCO. Chocobar sabe leer braille y está aprendiendo lectoescritura musical en braille. DE A POCO. Chocobar sabe leer braille y está aprendiendo lectoescritura musical en braille.

“Nací con poca visión. A los 2 años me hicieron la primera operación. A los cinco otra, y a los 7 tuve un accidente de mi córnea derecha. Me operaron y me lubricaron mal. Fui pasando por cosas fea y buenas en mi infancia…”.

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El instituto Superior de Música es como un cuento de hadas, para el desconocido. Por fuera no dice nada, pero cuando cruzás la segunda puerta que da hacia la zona de las aulas de la planta baja, como que el entorno te seduce. Esta vieja casa reciclada con techo renovado tiene la calidez propia de un lugar donde se va en busca inspiración. Chocobar lo ratifica en su caminata solitaria. No necesita que nadie lo acompañe a subir ni bajar las escaleras, menos que le sigan el paso cual lazarillo. Es un hombre independiente dentro de sus limitaciones.

Su oído absoluto hizo que disponga de una facilidad envidiable para tocar diferentes instrumentos, “piano, acordeón, guitarra, bombo, timbal”, y su carisma hizo que toda la escuela lo admire y quiera. En charla con Buriak, ella revela una cuestión no menor. Se podría pensar que Daniel es un ancla para sus siete compañeros del curso, sin embargo, lejos estamos de eso. “Al contrario, los potencia y ayuda, como ellos lo han sabido contener a él en su momento. Es un grupo  que viene junto desde el nivel medio”.

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Cuenta Daniel que no ha conversado con Cupido. Algo debe haber, por su sonrisa tímida. No da hurgar donde no se debe. Prefiere enfocarse en sus estudios y en la música, sostiene. Y como para cambiar el tema viajamos nuevamente hacia a Anfama. “Lo hice a caballo al camino siendo ciego ya, y también a pie. Caminando demoré siete horas y media, desde Raco”.

A su primera guitarra se la regaló una fundación.

"Extraño las flores, cosas de mi casa..."

Es un prodigio Chocobar. A rasguido limpio, oyendo y tocando sin equivocarse, Daniel encontró en las melodías que reproducía una vocación.

Chocobar no le tema a la oscuridad, convive con ella recordando lo linda que fue la luz, mientras pudo disfrutarla.

Y siendo ciego ya, jugó con fuego. “Claro, me encanta tirar cohetes en las fiestas. Se manejar la pirotécnica, tiro bombas y todo”, suena peligroso.

Si el riesgo no es un problema, su visión tampoco. "Quiero ayudar a otras personas como yo”, y por ese camino de luz camina. 

EL PIANO, SU PASIÓN. Daniel tiene nueve hermanos, ocho por parte de padre. Cuatro de ellos sufren de problemas de visión. C EL PIANO, SU PASIÓN. Daniel tiene nueve hermanos, ocho por parte de padre. Cuatro de ellos sufren de problemas de visión. C
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