La nacionalización de la provincia

Con las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, Tucumán vive una campaña electoral que se ha nacionalizado de una manera inédita. Los principales cuestionadores del gobernador Juan Manzur y del vicegobernador Osvaldo Jaldo ya no son ni el precandidato a diputado Domingo Amaya, ni el diputado José Cano, ni la senadora Silvia Elías de Pérez, sino (y esto es lo inusual), el precandidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto; el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; y el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich.

Este escenario trafica una situación particularmente compleja (maquillada por la lógica de que se trata de comicios nacionales): salvo contadas excepciones, están en campaña los que no son candidatos. Y resulta que “proselitismo” y “gestión” son términos que, aunque simpaticen en la teoría, suelen ser incompatibles en la práctica. Lo cual sirve para entender por qué hay tantos problemas coyunturales que se tornan crónicos en estas tierras de campaña permanente; y por qué las urgencias más cotidianas se abordan no desde la búsqueda de soluciones sino desde la discusión para ver quién tiene razón. En la Nación y en la Provincia.

La “nacionalización” de los comicios, además, explica por qué la agenda de Manzur, aunque se ejerce en Tucumán, viene siendo netamente nacional. Esta semana no será la excepción. Hoy recibirá a las autoridades de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) y seguramente las agasajará en su propia casa (la del mandatario es una de las contadas residencias tucumanas de una familia de “gentiles” con una cocina diseñada para elaborar comida “kosher”).

El papel de anfitrión federal continuará mañana, cuando reciba en Tucumán a senadores y diputados del NOA para aunar propuestas y consensuar discursos en favor de la fórmula Fernández-Fernández (o viceversa). Esta cita, por cierto, solapa dos planos. Por un lado, Manzur declinó la invitación de Alberto Fernández para que lo acompañe esta semana a Santa Fe (la semana pasada fue La Rioja) porque, a 10 días de las PASO, debe enfocarse en terminar de pulir los detalles para esa jornada, además de atender compromisos de Gobierno (mañana hay sesión y si Manzur se ausentase, obligaría a Jaldo a asumir en el Ejecutivo y a no presidir la deliberación en la Legislatura). Como compensación, Manzur le “arma” el NOA al porteño.

Por otro lado, Manzur va a mostrar mañana la punta del ovillo de su trabajo de proyección regional. Como se dijo, el aplastante triunfo con el que logró su reelección (la mitad más uno de los votos, 300.000 votos de diferencia sobre la propuesta del macrismo, 400.000 de distancia respecto de su predecesor, el senador José Alperovich) lo consolidó como el jefe del peronismo tucumano. Ahora va por el posicionamiento como el referente de los “compañeros” del Noroeste Argentino. Lo ayuda, internamente, por transición, la ausencia de internas de poder en su distrito. Y lo alienta, externamente, la coyuntura. José Manuel Urtubey sacó los pies del plato y es el compañero de fórmula de Roberto Lavagna en Consenso Federal. En La Rioja es áspera la pelea política entre el gobernador Sergio Casas y su antecesor, Luis Beder Herrera. En Santiago del Estero, Gerardo Zamora apoya a la fórmula Fernández-Fernández (o al revés), pero es radical. En Jujuy, el gobernador Morales es otro Gerardo “correligionario”, en este caso alineado en Cambiemos. Y la catamarqueña Lucía Corpacci no se ha anotado en la liza electoral con la misma decisión que Manzur. De hecho, la prensa nacional anota al tucumano como el principal pilote en que se apoya la campaña de Alberto Fernández.

Manzur, justamente, se dedica a “construir” en el peronismo del NOA, para su precandidato a Presidente… y también para sí mismo. Son insistentes las lecturas respecto de que, en el escenario hipotético del triunfo presidencial del peronismo, el tucumano aspira a ser jefe de Gabinete. En todo caso, y para decirlo en términos peronistas, Manzur trabaja para ser “el elector” del próximo jefe de Gabinete. Ya sea que se elija a sí mismo o que incline la balanza en favor de un tercero. Pero sea cual fuere el resultado de octubre o noviembre, extender su influencia en la región (sueño trunco de Julio Miranda y de Alperovich) le sirve para el presente, para 2023 y para cualquier momento intermedio.

Ahora bien, que Manzur sea el mandatario que más decididamente se ha mostrado a favor del postulante del Frente para Todos abre una pregunta que alimenta la ansiedad justicialista: ¿cómo van a jugar los otros gobernadores peronistas? ¿Los que sonríen para la foto, pero no mucho más? ¿Cómo se comportarán los que reniegan de la “macrisis”, que afecta brutalmente a los gobernados? ¿Impulsarán el regreso de Cristina? ¿O ahora, cuando se solazan de la prodigalidad de los recursos coparticipables durante la gestión de Cambiemos, que les permitió sanear las cuentas y gobernar con un margen inimaginable durante el kirchnerismo, tienen reparos de una vuelta al esquema anterior?

Té para cinco

Al macrismo también le inquieta cómo jugarán sus líderes territoriales. Y por ello, la visita de la semana pasada de Pichetto y de Frigerio incluyó una cerradísima reunión, en el hotel Garden Plaza, entre ellos dos, el intendente capitalino Germán Alfaro, la diputada Beatriz Ávila y el legislador electo Walter Berarducci. Fue un encuentro educado, pero sin “dorada de píldora”. No hubo acobardadas ni heroísmos, sino un frío cruce de facturas de ambos lados. Un clearing de cheques políticos impagos. Alfaro recriminó que se le impidiera competir con candidatos propios en las PASO. Los visitantes objetaron que todo Tucumán y la Argentina supieran de sus diferencias con la estrategia de la Casa Rosada. Pero al final, Pichetto le dejó el número de su teléfono más personal “para hablar sin intermediarios”. Y Alfaro ratificó su compromiso de que hará votar por el senador y por Macri. Fin de la oración.

La provincia nacionalizada por la campaña, dentro de dos domingos, responderá federalmente muchas preguntas del macrismo y del kirchnerismo.

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