“Adultos, somos el futuro”

“Adultos, somos el futuro”

> ANÁLISIS

Cuando abrimos la puerta del Hogar Santa Rita (uno de los doce institutos para niños que funcionan en la provincia), el sonido de sus voces -y risas- me envolvió. Fue lo primero que escuché. Eran lejanas, venían del fondo. Había que atravesar un pasillo largo con paredes pintadas en colores estridentes, aunque un tanto derruidas. Afuera, el sol calentaba la siesta de invierno. “Maena”, la directora, ingresó en primer lugar al salón, pidió silencio y nos presentó. “¡Hola chicos! Ellos son de LA GACETA y vienen a filmar nuestro hogar”, dijo en voz alta la mujer a quien los chicos y chicas también llaman mamá.

Inmediatamente todos nos miraron y en cinco segundos corrieron hasta nosotros (mi compañero camarógrafo y yo). Se nos prendieron de las piernas y nos abrazaron fuerte. Algunos nos dieron hasta un beso. Sorprendidos, pero conmovidos, respondimos igual. Me agache y los abracé, como hago con mis hijos. Muchos de ellos tienen la misma edad, entre dos y doce años, no más. Estaban felices, alguien había ido a verlos y se sentían especiales.

Cuando Matías prendió la cámara empezaron a hacer piruetas. Algunos practicaban verticales contra la pared, otros hacían la medialuna con tanta destreza que quise ser niña de nuevo, el resto bailaba e improvisaba coreografías. Contagiaban alegría ¿Quién querría privarse de eso?

Nos contaron que ya habían almorzado y que a esa hora por lo general veían dibujitos en un pequeño TV colgado a la pared. Me enteré que tienen un “cofre especial” donde guardan la ropa “mas linda” que a veces les traen sus familiares cuando los visitan. Me contaron que les gusta ir a la escuela, y que a algunos les va mejor que a otros. Cuando fui estaban de vacaciones, pero por lo general van y vuelven todos juntos.

En el grupo hay más mujeres, es que el Hogar Santa Rita fue inicialmente un instituto que albergaba a niñas de hasta 12 años. Sin embargo desde hace un tiempo se sumaron grupos de hermanitos y se les permitió a todos vivir juntos. Esa tarde conocí a cinco de ellos. Esperan por una familia que quiera adoptarlos a todos juntos. Los jueces jugaron la última carta que tenían a su alcance y por medio de una convocatoria pública hicieron un llamado al corazón de los tucumanos para presentar su caso. Todavía están ahí, aún esperando...

Me preguntaron si podía llevarlos un ratito conmigo, si alguien estaba buscándoles una mamá, o un papá o los dos. La directora respondió por mí y me sacó de la situación. Me quedé con la mirada perdida un par de segundos. Pensé qué tan capaces somos los adultos de transformarnos para ayudarlos a crecer. Cuántos de nosotros estamos dispuestos a cambiar la visión que tenemos de los niños para que dejen de ser el futuro y sean, junto a nosotros, el presente.

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