Esquivando la “marca Pelli”

Esquivando la “marca Pelli”

El inspirado tucumano evitó atar su obra a un estilo y por eso su trabajo es inclasificable.

21 Julio 2019

César Pelli desorientó a buena parte de sus colegas. Era, para muchos, un arquitecto inclasificable. Sus sofisticadas estructuras, decía Douglas Davis en un artículo de Newsweek, “no son ni ‘modernas’ ni ‘posmodernas’. Cada una intenta complacer en varios niveles al mismo tiempo, cautivando a los clientes y al público, pero frustrando a los críticos”.

Lo que probablemente desconcierta a los críticos es la imposibilidad de encasillar una obra esencialmente diversa. Y eso ocurre porque el arquitecto tucumano ha evitado atarla a un estilo. Piensa que las cualidades estéticas de un edificio deben derivar de las características específicas de cada proyecto, como la locación, su propósito y la tecnología empleada en la construcción.

“Diseño edificios buscando que pertenezcan, desde el punto de vista físico, emocional y cultural, al lugar donde se emplazan”, sentenciaba el padre de las Petronas.

“Cuando desarrollamos nuestro propio ‘estilo’, el talento y la suerte pueden hacernos ganar una reputación que nos brindará nuevos y mejores trabajos. Más tarde, algunos de nosotros podremos descubrir que si actuamos responsablemente frente a las ciudades y a la finalidad de nuestros edificios, es difícil seguir aplicando el mismo enfoque estético en todos los proyectos. Esto nos crea un dilema… O limitamos nuestro trabajo a los tipos edilicios y regiones a los que nuestro estilo se adapta bien, o modificamos las formas que nos dieron éxito para responder honestamente a los variados requisitos de los proyectos actuales”, agregaba.

Poco antes de su muerte busqué la opinión de Clorindo Testa, para muchos el más relevante de los arquitectos que vivían en la Argentina. “Hace mucho tiempo que sigo con mucha atención su trabajo. Es, sin duda, uno de los grandes arquitectos del mundo. Las Petronas me gustan muchísimo, no dejan de impactarme las fotografías que las registran. Son una suerte de afirmación de lo que es la arquitectura actual. Me parece intrascendente la polémica de aquellos que critican la irrupción de las torres en las ciudades. Creo que la arquitectura debe responder a las necesidades de su tiempo y no a las del pasado”, decía el diseñador de la Biblioteca Nacional.

John Pastier, ingeniero de la Universidad de Cornell y crítico de arquitectura de Los Angeles Times, le dedicó un libro a Pelli en 1980. Allí lo definía como un hombre “inmune a la tentación de satisfacer su propio ego, organizado en su trabajo e intelectualmente eficiente”. Pero señalaba que su pragmatismo y su disciplina no eran características suficientes para definirlo.

“También es un hedonista en lo visual, caprichoso en el uso del color, en la complicación de las formas, en las lisas superficies que, a veces, dan la sensación incluso de algo irreal. La obra arquitectónica de Pelli puede ser enfocada como el punto de unión entre lo realista y lo romántico, o entre el lógico y el poeta”.

“Fumihiko Maki, el destacado arquitecto japonés, lo definió como ‘un romántico de la tecnología’, en 1971. Hoy, más de 40 años después, afirmo la vigencia de la definición. Cada nuevo proyecto contiene exquisitos detalles tecnológicos. Su arquitectura de sentido común es exaltada por encima de lo prosaico, y se convierte en un medio que vivifica la ciudad”, aportaba el ya fallecido Julio Middagh, el más cercano de sus amigos tucumanos -para quien Pelli es “Tato”- y uno de los arquitectos locales que mejor conoció su obra.

Detallar los más de 200 reconocimientos que recibió Pelli a lo largo de su carrera nos ocuparía varias páginas. Uno de los más relevantes fue la distinción que le hizo el Instituto Americano de Arquitectos, en 1991, como uno de los diez arquitectos vivos más influyentes. Cabe destacar también que fue nombrado miembro de la Academia Americana de Artes y Letras, de la Academia Nacional de Diseño, de la Academia de Arquitectura de Francia y de la Academia Internacional de Arquitectura. Recibió 13 doctorados honoris causa y nueve libros e infinidad de artículos han sido dedicados a analizar su obra. Es el único arquitecto que recibió el Connecticut State Arts Award.

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