Curiosidad de duende

“Te espera a desayunar”, dijo el breve mensaje desde la casilla de correo del celular. Faltaba apenas media hora para la cita. En el bar del Tucumán Center, ese efusivo abrazo de manos me emocionó. Sus colegas y acompañantes Alberto Nicolini y Julio Midaggh fueron mis mejores presentadores. Las frutas eran las protagonistas de la mesa. Mientras se zambullía con fervor en una copa de ensalada de manzana, banana, ciruela y tal vez arándano, hacía comentarios sobre sus costumbres cotidianas en New Haven y el Tucumán de sus afectos. Jugaba al mismo tiempo con una cámara fotográfica, como descubriendo sus posibilidades.

Comenzó a interrogarme sobre la actualidad provinciana, con una curiosidad de duende. Preguntó sobre el edificio de la Legislatura. Alberto y Julio, quien había posibilitado nuestro encuentro, le acercaron detalles y puntos de vista. “No es necesario hacer una arquitectura que represente el pasado, ni tampoco una que represente el futuro. Ninguna de estas dos posturas se enfrenta a la realidad de erigir un edificio hoy. Ambas son tendencias idealizadas que luchan entre sí. Irán más lejos los arquitectos cuyas tareas se refuercen con las ideas del presente”, reflexionaron sus 85 años vitales y sencillos.

En un momento de la amena charla, lo interrumpí para obsequiarle mi diccionario “La cultura en el Tucumán del siglo XX”. Le impactó la pintura de Donato Grima que ilustraba la portada. “Usted vive en estas páginas”, le dije. Sonrió. Se buscó y leyó su biografía, mientras aprobaba con un gesto. Al final del encuentro, me extendió su diestra con un “gracias” efusivo. Sentí en ese instante que la suya era una inteligencia de cóndor, había sido capaz de mirar el mundo desde el rascacielos de la vida. Nos despedimos. Ese domingo 17 de junio de 2012 estaba fresco y nublado, pero luego de conversar con César Pelli, tuve la sensación de que había un sol radiante.