Peronismo de moda y nulo federalismo electoral

Peronismo de moda y nulo federalismo electoral

Las PASO tienen cada vez menos simpatizantes y más mala propaganda, tanto desde la dirigencia a la que le incomoda someterse a la voluntad popular como de los electores que reniegan de la obligatoriedad del voto. Venían a los tumbos y hoy, además de los sectores políticos que las objetan desde lo económico, fueron desnaturalizadas casi a niveles antidemocráticos. Además, por detrás de este sistema se puso en evidencia un nulo federalismo electoral, ya que las decisiones sobre las listas del interior se toman en Capital Federal. Hasta hay dirigentes que reconocen el sometimiento sin ponerse colorados y sin considerar que se les está negando la posibilidad de elegir a los votantes de las provincias. Dios asoma porteño, tiene oficinas allí y parece que también conoce sobre mecanismos de votación.

Todo régimen electoral atiende los intereses político-partidarios de los que lo imponen y sus reglas se van modificando en la misma línea. Los que gobiernan lo acomodan y regulan según creen que les dará mejores resultados. Ningún esquema es puro o inocente. El acople, que vio la luz en 2006 en la Constitución local, y las PASO -que fueron anunciadas el 9 de julio de 2009 en Tucumán por la entonces presidenta Cristina Fernández-, surgieron a partir de las urgencias del poder por fijar mecanismos de votación que los beneficiaran. No sólo fue el peronismo, con su portentosa imaginación a la hora de construir sistemas electorales, sino que ahora también lo hace el macrismo que lidera Juntos por el Cambio.

Aunque las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias nacieron con el discurso de la transparencia y de la apuesta a la participación de la sociedad en la reconstrucción y fortalecimiento de los partidos, también hay que mencionar que en un punto fueron consecuencia del resentimiento, por lo menos en lo referido a la financiación de los partidos. Es que al matrimonio Kirchner le dolió haber perdido en 2009 la elección de diputados nacionales de Buenos Aires en manos del empresario Francisco de Narváez. “Vamos a tomar la iniciativa y a profundizar la gobernabilidad”, advirtió Néstor Kirchner, el gran derrotado.

La iniciativa derivó en la ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral (26.571, sancionada en diciembre de 2009), que en sus artículos 33 y 34 estableció que las listas de cada una de las agrupaciones políticas tendrían el mismo límite de gastos y que no podían contratar en forma privada, publicidad en emisoras de radiodifusión televisiva o sonora abierta o por suscripción para las elecciones primarias.

El Estado se hizo cargo del gasto. Nada más democrático y equitativo, pero ya ningún empresario podría contratar espacios y hacer proselitismo por su cuenta. Un correctivo a futuro para aventureros ricos. Ese año, el “Colorado” se había asociado a Macri para darle pelea a los patagónicos.

Metiendo mano

Luego, el sistema electoral fue retocado a través de sendos decretos presidenciales de acuerdo a las conveniencias políticas de los mandantes de turno, alterando su espíritu. En abril de 2011 apareció el 443, cuyo artículo 15 dio origen a las listas colectoras, de las que se renegó en otro decreto, el 259, también en abril, pero de este año.

O sea, en gobiernos de Cristina y de Macri se impusieron nuevas reglas a la legislación electoral y en cada caso según sus propios intereses y visiones de cómo estructurar el poder es sus espacios de influencia. Uno abrió el juego partidario, el otro lo cerró.

¿Qué decía aquel artículo 15? En el acta de conformación de las alianzas pueden establecerse acuerdos de adhesiones de boletas de diferentes categorías para las elecciones generales, con otras agrupaciones políticas no integrantes de la alianza, siempre que las listas a adherir resulten ganadoras en sus respectivas elecciones primarias. En 2015 el jujeño Gerardo Morales se presentó como candidato a gobernador colgado de boletas que llevaban a Massa y a Macri como presidenciables.

A comienzos de este año, a raíz de la pésima imagen de Macri y, por el contrario, a la excelente de Vidal, en Cambiemos se temió que a causa de aquel artículo 15 la gobernadora bonaerense apareciera en dos boletas presidenciales, en la de Macri y la de Massa en perjuicio de los macristas. El Gobierno nacional no podía permitir que el peronismo -por entonces denominado disidente o federal- le birlara votos a expensas de María Eugenia, la dirigente de mejor proyección del PRO.

Como consecuencia, y frente a la debilidad política de la gestión, se pergeñó el 14 de abril el decreto 259, que vino a eliminar las colectoras para impedir, principalmente, que el peronismo dirimiera sus internas con este mecanismo (que es lo que precisamente hace a nivel provincial el justicialismo con el acople).

Quedó más que claro el objetivo frente a la reacción del PJ, que inmediatamente salió a objetar la normativa al verse perjudicado. ¡Cómo no hacerlo, si las colectoras fueron concebidas bajo una gestión de su color para sus propios fines! La jueza electoral María Servini le dio la razón a Cambiemos y dejó pataleando a los peronistas. Sin embargo, he aquí lo irónico: los que patalearon primero son lo que más provecho le sacaron a la normativa impulsada por Cambiemos para perjudicarlos, a partir de la decisión de taparse la nariz y de aliarse los unos y los otros para darle pelea en serio a Macri. Los que la promovieron luego quisieron cambiarla, arrepentidos, porque descubrieron las ventajas que le podían sacar a las colectoras. La vergüenza los frenó.

Sin embargo, el macrismo igualmente hizo de las suyas. No sólo impidió que agrupaciones de distrito, o provinciales, pudieran adherir a dos agrupaciones nacionales que llevaran distintos candidatos presidenciales, sino que impusieron una especie de derecho de admisión hacia abajo: la de los que digitan las candidaturas presidenciales respecto de las agrupaciones de distrito que presentan las listas de precandidatos a diputados o senadores nacionales. Verticalismo que le cierra las puertas a la opinión de afiliados y simpatizantes, en su máxima expresión. Una situación que obliga a repensar cómo se pueden fortalecer los partidos.

El caso explotó esta semana en Tucumán con los rechazos a las aspiraciones de Manuel Courel en Juntos por el Cambio, especialmente, y de José Vitar en el Frente de Todos, en un segundo plano. En el fondo se revela el grado de desnaturalización a la que se llevó a las PASO y se expone prácticamente su inutilidad frente a las razones que las motivaron. Casi perdieron su razón de ser por lo que tal vez se esté por asistir a las últimas primarias abiertas en el país; de no mediar, claro, otro sorpresivo y acomodaticio decreto presidencial.

Cuando las impulsó, Cristina aludió a la necesidad de que la sociedad pueda entrar en los partidos y participar en la designación de los candidatos, en el marco de mejorar la calidad de la representación política de la dirigencia y de fortalecer a las organizaciones partidarias. De hecho, las primarias fueron abiertas para que los ciudadanos independientes pudieran participar en las internas del partido que quisieran y votar por los políticos que les simpatizaran. En las internas podían postularse varias listas de precandidatos, la oferta era amplia y estaba a disposición de toda la ciudadanía.

No más

Los candidatos aparecían en diferentes estructuras políticas y el pueblo elegía del abanico de alternativas. Los electores tenían en sus manos el poder de decisión, de seleccionar a los que creía que mejor los iban a representar. Ya no más, el elector pasó de ser protagonista a convertirse en mero espectador de las decisiones de otros. “Decisiones nacionales”, le llaman para evitar admitir la centralización de la acción política en desmedro de la independencia política del interior. El federalismo no sólo se agota en la redistribución de recursos y de obras públicas.

Eso sucedió con el decreto 259 de Macri: los ciudadanos serán sólo invitados a votar por la única lista con candidato a presidente que les presentan, no tienen más opciones porque se impidió la competencia interna, taponaron esa posibilidad. El Gobierno nacional no sólo eliminó el sistema de colectoras para tratar de perjudicar al peronismo en el plano nacional -especialmente en Buenos Aires- sino que tampoco permite que haya más de una lista de precandidatos reconocida en los distritos. Únicamente con su expreso consentimiento pueden competir varias.

Es un una suerte de correctivo para establecer con quién se simpatiza y con quién no, un mensaje puertas adentro y hacia los independientes. A la Justicia le corresponde determinar la legalidad y establecer quién tiene la razón; pero las lecturas son claras y las interpretaciones políticas, abiertas. Las internas, en sus efectos, cerradas.

¿Dónde cierra las puertas a los que quieren adherirse a una boleta nacional? En el último párrafo de al artículo 15 quater, que fue incorporado con toda intencionalidad, atendiendo a una visión sobre cómo ejercen el poder: para las PASO, la unión de boletas de las listas de precandidatos deberá contar, además, con el consentimiento expreso de los apoderados de las listas. Este acuerdo se presentará ante el juez federal con competencia electoral al momento de presentar los modelos de boletas para su aprobación. Aparece la final, perdido en el decreto 259. Pero es su razón de ser para que los “centralistas” acepten o rechacen a gusto y paladar. El elector recibe todo “cocinado”, sin las chances de elegir lo que mínimamente les ofrecían las PASO.

Al peronismo, en modo unidad a como dé lugar, le vino de perillas el acuerdo previo para fijar listas únicas en los distritos. Al Gobierno le sirvió para dejar en claro con quiénes quiere jugar y con quiénes no, ratificando así una forma de entender la acción política: primero fue PRO puro sin candidatos radicales, después con los radicales que les convenía y ahora con quienes ellos deciden. Así eligió al peronista Pichetto a nivel nacional, así eligió al peronista Amaya en la provincia para competir con el oficialismo justicialista. El Gobierno nacional prefirió peronizarse antes que radicalizarse, porque el peronismo se puso de moda; y peronistas hay en todas partes. Tener un peronista en las listas se volvió cool, quién lo iba a creer. Peronistas, no kirchneristas; muchos hacen esa diferencia porque no ven lo mismo.

En fin, el peronismo de los Fernández y de Manzur festeja la unidad con el nuevo marco electoral y abre puertas para sumar hasta a los que hace unos minutos eran enemigos confesos, mientras que el Gobierno les baja el pulgar hasta los que quieren ser sus socios. Todo bajo el manto de la legalidad. En el fondo, estrategia del puerto y pura política; a unos les dará resultado, a otros no. Ya se verá a quién.

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