“Cuando vengo al comedor, me olvido de la droga”

“Cuando vengo al comedor, me olvido de la droga”

En La Costanera esperan por el Cepla.

CASI LISTO. Funcionarios de la Dirección de Arquitectura y Urbanismo provincial explicaron que el centro de tratamiento estaría finalizado a mediados de mayo. comunicación pública CASI LISTO. Funcionarios de la Dirección de Arquitectura y Urbanismo provincial explicaron que el centro de tratamiento estaría finalizado a mediados de mayo. comunicación pública

Sentado sobre una piedra al lado de la construcción del centro de día para las adicciones en La Costanera, Carlos Díaz soltó un rezongo al aire: “fumaba paco y dormía en la calle. Me recuperé gracias a profesionales del Ministerio de Desarrollo Social. Me capacitó la Sedronar para tratar adicciones, trabajaba para la Nación. Me despidieron y ahora que al Cepla lo construye la Provincia, quiero seguir trabajando para ayudar a otros chicos para que se recuperen”.

El anuncio oficial de que el Centro Preventivo Local de las Adicciones (Cepla) estaría inaugurado en mayo, colmó las expectativas de los vecinos del barrio. Y también despertó inquietudes. Desde hace tres años funciona un comedor de noche para chicos sumidos en el consumo de paco, cocaína y pastillas. Ese comedor es coordinado por psicólogos de la Secretaría de Adicciones de la provincia, que depende de Desarrollo Social. Genera un vínculo a través de un plato de comida para que chicas y chicos, en la peor etapa del consumo, inicien un tratamiento. Ellos, y los que ya están en el programa, cocinan y limpian.

“Queremos que el comedor, que funciona una vez por semana, esté dentro del Cepla. Ahora se instaló en la casa de una vecina y no hay lugar. También queremos que nos consideren a quienes nos recuperamos y nos formamos, para trabajar”, agregó Díaz, de 25 años.

Consultado por LA GACETA, el secretario de Prevención y Asistencia de Adicciones, Matías Tolosa, explicó que el objetivo es que el Cepla se transforme en un punto de referencia para los vecinos. “La idea es poder integrar todo el trabajo y todos los dispositivos de Desarrollo Social en el Cepla. La intención es integrar todos los trabajos de todos los dispositivos del ministerio en este centro”, comentó el funcionario (ver nota: “En el Gobierno sostienen...”).

En el comedor

En el patio de la casa de Josefina Molina, donde funciona el comedor de noche, ya habían comenzado a picar la verdura. El menú era estofado de pollo y fideos. Hace tres años se cocinaba en la casa de Blanca Ledesma -una de las madres del pañuelo negro-, y se servían las raciones en la Casa Parroquial del barrio. Ahora, en la casa de Molina, se cocina en un mesón en el patio, a la intemperie, sin importar el clima. Por primera vez no se usará leña o basura.

El Ministerio de Desarrollo Social había destinado un anafe para el grupo, pero no les habían dado una garrafa. Como a una vecina le instalaron gas natural, ella prestó el envase. Adentro de la casa, los primeros comensales prepararán estructuras de hierro con tablas para convertirlas en mesas. Acomodarán ladrillos de costado para apoyar tablas que serán usadas como asientos.

Juan Guerra picaba unos tomates sobre una tabla, ajeno a la charla de las demás cocineras. “Queremos que esté listo cuanto antes el Cepla. No falta mucho para el invierno; los chicos adictos, que duermen en la calle, por fin tendrán un lugar calentito y seco para ser recibidos”, relató. Y continuó: “podrán comer caliente, estar bajo techo un rato. Sentirse bien”. “Acá no podemos cocinar bien porque no tenemos ninguna comodidad. Cuando llueve luchamos con la leña para que se mantenga prendido el fuego. Ojalá cuando se inaugure funcione esto ahí dentro, con las cosas que debería tener una cocina para dar de comer a mucha gente”, consideró el muchacho, de 23 años. “Acá vienen muchos chicos consumidos (sic) a comer. Yo estoy mejor, pero cada tanto tengo una recaída. Cuando consumo puedo estar varios días afuera. Me sirve esto porque cuando vengo me ocupo de otras cosas. Si estoy en mi casa me aburro y quiero juntar plata para poder consumir. Cuando vengo acá me olvido de eso. Ocupo la cabeza en otra cosa. No me importa la droga acá. Charlo con los psicólogos, con otros chicos, me siento mejor”, relató Guerra. Le contó a este diario que su sueño es que en el Cepla se dicten talleres de oficio para aprender carpintería.

La ansiedad

Molina, la dueña de casa, conectaba la garrafa para empezar a cocinar. “Hace seis años que esperamos la obra, cuando la anunció el anterior titular de la Sedronar, Carlos Molina. En mi casa no se puede seguir haciendo el comedor, por eso queremos que continúe en el Cepla. Tenemos mucha ansiedad, a esto se los construyó porque nosotros hicimos marchas y lo peleamos. Todo empezó con un grupo de siete integrantes que se llamó Ganas de Vivir, con psicólogos de Desarrollo, y terminó teniendo 35 miembros”, recordó la mujer.

“Estamos re contentos de que se termine la construcción. Es algo bueno para los chicos del barrio. Eso sí, estamos esperando. No nos han llamado para decirnos si seremos parte del equipo técnico. No pedimos trabajo, queremos que nos reincorporen, porque nosotros somos desempleados del Cepla de la Nación, que antes de empezar a construirse ya tenía un equipo de trabajo. Al hacerse cargo la Provincia de la obra, se tiene que hacer cargo de nosotros también. Nos recuperamos, luchamos, nos capacitamos como operadores socioterapeutas y nos despidieron”, renegó Isabel Pérez. A su lado, Gabriel Ponce también se lamentaba: “nos duele porque fuimos impulsores del proyecto, trabajamos en territorio, estamos en la problemática y no se acuerdan de nosotros. Hicimos más de 30 marchas para que lo construyan. Cuando íbamos a la plaza Independencia pedíamos Ceplas en todos los barrios. Ahora inauguraron varios, pero todavía ninguno en localidades del interior”. Junto a ellos, también se capacitaron y trabajaron entre 2015 y 2016 Pablo Pérez, Natalia Luna, Carlos Díaz y Daniel Torres.

El centro para adicciones había sido anunciado en diciembre de 2013. La obra, entonces, se había presupuestado en $ 12,5 millones. La construcción comenzó en 2015 y fue asignada a la constructora ByM, del entorno familiar del ex secretario de Obras Públicas, Oscar Mirkin. La obra se paralizó con un 42% de avance por el letargo en el pago de los certificados de obra entre el final del kirchnerismo y el comienzo del macrismo.

La construcción en pie fue saquedada en 2017, dejando sólo el contrapiso. En marzo de 2018, el jefe de Gabinete Marcos Peña había informado en el Congreso que el proyecto de La Costanera no se concluiría. Luego, el gobernador, Juan Manzur, anunció que la obra se concretaría con fondos propios.

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